Recién el 9 de Julio de 1859 Argentina y España suscriben un tratado de
reconocimiento con el cual se termina con las rencillas heredadas de la lucha
por la emancipación.
El reino de España ya había conseguido
formalizar la toma de relaciones con otras naciones nacidas de sus antiguos
dominios, y la clave diplomática no era sencilla.
Buenos Aires intentó en su momento –sin
lograrlo- de imponer un reconocimiento de soberanía del antiguo Virreynato del
Río de la Plata sobre Magallanes, Patagonia e islas adyacentes al territorio
argentino.
Zonas que permanecían en litigio con el
gobierno de Chile, y de la cual un espaldarazo diplomático por parte de quienes
fueron sus anteriores ocupantes hubiera inclinado las balanza en favor de la
causa argentina.
Pero España fue mesurada, y comprendía a la
vez que su manejo administrativo de las antiguas comarcas americanas había sido
sumamente complejo en relación a los jurisdiccional, y de allí que sería
materia de preocupación de las naciones que surgían como hijas de su perdido
amparo, el encontrar solución a estos seculares diferendos.
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