Río Grande y su gente pequeña...

Mi primer contacto con el río fue cruzarlo en lancha. Y la lancha, que era de “Platillo”, era una embarcación a la que se había adaptado un motor de automóvil que era bastante mañoso a la hora de meterle los cambios, pero que prometía una rapidez que no era la de los botes.. y así fue, pronto llegamos “al otro lado” dejando en el andar una estela multicolor producto de un derrame continuo, no se si de nafta, no se si de aceite.

Íbamos a pasar todo un día en la casa del “Pelado” Mirko, a disfrutar de su hospitalidad, y a recorrer con otros niños y niñas de la familia ese espacio privilegiado que era el Frigorífico. Estábamos en tiempo de faenas y a cierta hora, que nuestro anfitrión conocía a la perfección, comenzaba a arrojarse al río por largas canaletas de madera los chinchulines de cordero que llenaron los fuentones de nuestros mayores. Los chicos debíamos quedar atrás puesto que la faena era peligrosa al salir las menudencias arrastradas por un torrente de agua hirviendo, ya había ocurrido una desgracia. Nuestra función era la de alejar a los piedrazas a las gaviotas que querían competir con los humanos, en quedarse con el componente que algo más tarde trenzaríamos –vueltos ya “al otro lado” y llevaríamos a la parrilla. Pero la naturaleza cumplía sus ciclos, y atrás de los desechos industriales no solo estaba el hombre y las aves, sino que aparecían las sardinas, y luego las merluzas que tal vez por su mayor porte venían alimentándose con los cardúmenes.

La Subprefectura cumplía una función en todo esto: miraba, o demandaba de algún excedente de lo recolectado sin tomarse el trabajo de doblar el lomo. En otras circunstancias incidentes ocurridos en el río dejaron en sus registros algunas prevenciones, un hombre perdido en el cruce –muerto seguro- llevaba a cumplir una orden: por una semana no se tomaba agua del río, por riesgo para la salud. Habría que buscar agua de pozo para la hora de la mateada.

Los tiempos más recientes nos dan nuevas lecturas sobre el agua de este curso que nos alimenta e identifica. Trabajos realizados por el Cadic sobre las salicornias que crecen en sus marismas demuestran un alto poder alimentario, pero a la vez –en comparación a muestras realizadas sobre el Canal de Beagle y el río Chico- señalan su alto nivel de contaminación, lo que las hacen desaconsejable para el consumo humano.

Cada año al llegar la primavera se repite el diálogo mediático, entre los que se preocupan por la turbiedad de sus aguas, y la voz de los funcionarios que hablan de su potabilidad. La noticia como viene, se va.

Una tarde que pasamos cerca de los dos puentes y el paisaje nos llama a detenernos, redescubrimos en su remanso –con su paisaje de pescadores- todo el encanto y el misterio de este río. Pero si dirigiéramos nuestra atención río abajo veríamos como los desechos más diversos van demarcando su costa. Punta Popper, ayer un secreto espacio desde el cual, oculto el paseante entre sus dunas, se podía ver a contraluz el crecimiento del pueblo… es hoy un mugrerío en auge.

Y la situación se extiende por la costa al norte, conviviendo esta promiscuidad urbana, con la imagen que queremos vender de ciudad limpia, de paraíso de encuentro con las aves migratorias, y sobre el cual no se asientan políticas de control y prevención ante todo lo que se destruye con la simple actitud de consideran al río un vertedero circunstancial de nuestra basura.

4 comentarios:

MomentosTDF dijo...

Mingo, felicitaciones por el blog, esta muy bueno...

cristina dijo...

Adelante con los blogs!!! Comuniquémonos!!!!
Mis felicitaciones y abrazo

Tito dijo...

¡¡¡¡Hola Mingo...!!!!
Desde Comodoro Rivadavia, Chubut, Capital Nacional del Petróleo...nuestras felicitaciones por la magnífica iniciativa literaria...¡¡¡
La historia no sólo se siente...sino que también se escribe...
Con gusto y renovadas expectativas te seguiremos todos los días...
De un colega y una orgullosa alumna...
Tito y Lucía

Pali dijo...

¡¡¡Gracias Mingo por aceptar dar a lectores de Internet tu devoción por este lugar!!! Esperamos que sea la historia sin fin. Cariños desde tu tierra. Patricia