Un cuento en la madrugada.

A partir de lunes 28 de febrero, con el inicio de la programación 2011 de LRA 24 estaré conduciendo Matinal puesta a punto de 07 a 08.30, de lunes a viernes.

Y estimo comenzar cada encuentro con un cuento, del cual damos un anticipo con lo escrito a continuación que bien puede ser el primero.

Te recuerdo que Radio Nacional Río Grande se escucha en 640 KH, 88.1 MH y www.nacionalriogrande.com.ar.

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La historia del sillón del intendente comenzó en los tiempos del proceso. Terminaba aquella primera etapa con Videla y continuaba una segunda en la que Viola se mostraría durante muy poco tiempo. Pero claro, los cambios de arriba generaban cambios abajo.., y muchos mandatarios provinciales y municipales –todos de facto- verían comprometida su continuidad ante las múltiples aspiraciones emergentes del colaboracionismo imperante.

El pueblo tenía escasos antecedentes de vida democrática, y la secuencia de gobiernos militares que irrumpían en la vida de la comunidad, hacía que en la mayoría de los casos eran muchos más los que llegaron de facto que los que accedieron al poder por elección ciudadana.

Lo que había sido una comisión de fomento dos décadas antes, años más años menos, se había transformado en una intendencia que tuvo su primer mandatario que llegó, dada la menguada demografía del lugar, con unos pocos centenares de votos a sentarse en el sillón ejecutivo de la comunidad, dispuesto a reñir si fuera preciso con vecinos que hasta entonces habían sido generalmente amigos, pero que ahora militaban en los escaños –así se le llamaba- del concejo deliberante, que no era otra cosa que una mesa larga con sillas que no eran todas iguales, pero si parecidas, donde se analizaba que se podía hacer con un menguado presupuesto.

El primer intendente murió en ejercicio del cargo, y generó una compleja acefalía.

De esto se sabía poco en el núcleo de nuevos vecinos que llegaron al lugar en los años venideros y que se disponían a tener un protagonismo mayor que los antiguos residentes.

El tiempo del proceso llevó a que se desarrollaran algunas especulaciones sobre quien probaría traje nuevo para ser el referente local de la segunda etapa de la dictadura.

Y un periodista ocurrente comenzó a hablar, como se decía a nivel nacional Sillón de Rivadavia, del Sillón que llevaba el nombre de aquel intendente muerto en ejercicio del cargo y a los que pocos quedaban que habían conocido.

En uno de los periódicos mal impresos de la localidad se llegó a sacar una foto del sillón del ejecutivo vacío, y hasta la televisión vino en su momento a entrevistar al nuevo intendente, cuando este asumió, sentado en el sillón aquel que en apariencia era mucho más modernos para referenciarnos a un pueblo más pobre como el que había visto el primer intendente, y tanto el intendente saliente como el entrante se mostraban sonrientes, cuando no contenidos en la risa.

Es que ellos sabían que aquel viejo funcionario había muerto sentado en el inodoro, en un cuarto intermedio de discusiones con los integrantes del concejo, y al sanitario artefacto comenzó a llamársele jocosamente entre la población como El Sillón del Intendente.

Cada tantos años se comenzó a hablar elípticamente de aquel sillón primero, pero se perdió la memoria de la picardía popular que solo residía en algunos viejos, que explicaban la historia agregando decepcionado que quienes aspiraban a este trono, lo hacían con intenciones fisiológicas.

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