“Para
serte sincera tu madre linda, lo que se puede decir linda, no era. Era vistosa.
Ella misma decía que aspiraba a ser, vistosa, pero no pintoresca. ¡Tenía cada
ocurrencia la tía!… No era linda pero.. ¡qué linda se veía aquellos días en que
noviaba con el cordobés! Era un tanto mayor que ese hombre, lo mismo que lo fue de tu padre, y como se ha dicho siempre uno tiene la edad de la persona que ma. Además andaba entre petroleros que se estaban llevando a las chicas mas dijes del pueblo, y ella con sus cuarenta largos entreverada con las pebetas".
Fina tiene finos recuerdos de mi madre.
Fina tiene finos recuerdos de mi madre.
“Ella pretendía que le mejorara el aspecto de su cabello, que era como una babita, y yo por más que era de las peluqueras del pueblo la que tenía mejores recursos nunca podía hacer nada con eso. Pero ella igual me pedía, esto y aquello, después se miraba al espejo y no decía nada; pero mientras duraba la croquiñola ¡vieras como hablaba de sus proyectos con ese hombre!, de sueños de madre, de tener una casita para ellos nada más”.
“Un día llegó la noticia que había varado una ballena, allá por la zona del cabo, y que el cordobés ese estaba con una cuadrilla de la empresa metiéndole serrucho al animal para organizar una gran comilona… Allá fuimos en una carretela porque no había vehículo en el pueblo, todos estaban esperando su corte comestible; y cuando nos íbamos aproximando ya se sentía un fuerte olor a grasa que decían es propio de la carne de estos animales. En realidad habían destilado en tachos buena parte de la gratitud de la ballena, y la carne que tenían cortadas en lonjas que –no te miento- tendrían dos kilos de peso, se cocinaban en una enorme parrilla que pidieron en vialidad; grande como un somier de dos plazas”.
“Habían traído unos tablones de regular tamaño los que puestos sobre tachos de combustibles formaban largas mesas, y allí lo iban sirviendo, carne de diez centímetros de espesor que, parece mentira, estaba cocinada parejita. Yo esquivé probarla de entrada, pero después vi que todos tenían tanto gusto que pude comprobarlo personalmente”.
“El mujererío había salido como estaba en casa, a lo sumo un pañuelo en la cabeza que en esa época siempre se usaba para protegerse del viento. Pero tu madre: pituca. Alguien la vio y dijo que había que elegir entre las damas presentes la reina de la ballena. Hubo risas. Nadie explicó cual sería el procedimiento. Como se había llevado de tomar una bordalesa de vino, hasta algunas viejas querían formar parte de la elección. Pero de pronto, cuando me di cuenta, allí la teníamos a la tía –a tu mamá- de tacos altos, tapadito de fantasía, sombrerito con pluma: ¡La reina de la ballena!”
“Aplausos, risas, alguien que preguntó si no habría sido conveniente esperar un poco más porque se calculaba que aunque fuera todo el pueblo al convite, faltarían otros dos días para terminar con la comilona. Pero la reina estaba elegida”.
“La tía, pálida como era, se puso colorada cuando el cordobés anunció que la reina era su novia, y que en cuanto volviera de un viaje que haría a su provincia, iban a casarse”,
“¡Nunca
la vide tan linda a esa mujer, a tu madre!”.
Hasta el próximo recuerdo. Novela de Oscar Domingo Gutiérrez. Capítulo 43.
1 comentario:
Hola Mingo!
¡Bienvenido tu nuevo libro al mundo de las letras fueguinas! Que el resultado sea como vos lo hayas pensado e imaginado. ¡Y gracias por compartir un adelanto por este medio!
Te mando un abrazo!
Hernán (Bs. As).
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