Segundo José Baldomero Barrientos: “Un hombre de empuje”.



Hoy despedimos a Cacho –Cacho Toro- quien sucumbió a una larga enfermedad que condicionó su vida en los últimos nueve años.
El Club Sportivo, que lo tuviera entre sus inspiradores lucía crespón negro, y junto al féretro esta Nuri, su esposa por cinco décadas y un grupo de familiares compungidos y amigos agradecidos.
Cada uno tenía recuerdos vivos para perpetuar su memoria.
Para alguno fue el funcionario de deportes de la primera hora de la provincia. Par otros el activo organizador de los campeonatos de Papi del Día del Niño. Había quien recordaba sus arengas cargadas de fueguinismo en los días nacientes del MPF. Es estaba quien lo recordaba arando el pedrero que eran por los 60 la cancha de fútbol del San Martín. Otros tenían en cuenta su condición de comerciante. Y así mil cosas más.
Los diarios del día no daban cuenta de su deceso. Murió en hora incómoda, poco después de las 21, hora de cierre.
Las actuales autoridades no estaban para dar con su presencia un  reconocimiento a un hombre que fue “fuerza viva” en largos años difíciles para trabajar por la juventud.
Yo volví a casa y me encontré con un par de cajas donde figura la documentación del Centro Fueguino, de la que fue depositario en su hora postrera.., materia de análisis de una experiencia que por los años 80 trataba de sacar de sus postergaciones a los hijos del lugar.

Cacho el grande ha partido.

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