Hoy despedimos a Cacho –Cacho Toro- quien sucumbió a una
larga enfermedad que condicionó su vida en los últimos nueve años.
El Club Sportivo, que lo tuviera entre sus inspiradores
lucía crespón negro, y junto al féretro esta Nuri, su esposa por cinco décadas
y un grupo de familiares compungidos y amigos agradecidos.
Cada uno tenía recuerdos vivos para perpetuar su memoria.
Para alguno fue el funcionario de deportes de la primera
hora de la provincia. Par otros el activo organizador de los campeonatos de
Papi del Día del Niño. Había quien recordaba sus arengas cargadas de
fueguinismo en los días nacientes del MPF. Es estaba quien lo recordaba arando
el pedrero que eran por los 60 la cancha de fútbol del San Martín. Otros tenían
en cuenta su condición de comerciante. Y así mil cosas más.
Los diarios del día no daban cuenta de su deceso. Murió en
hora incómoda, poco después de las 21, hora de cierre.
Las actuales autoridades no estaban para dar con su
presencia un reconocimiento a un hombre
que fue “fuerza viva” en largos años difíciles para trabajar por la juventud.
Yo volví a casa y me encontré con un par de cajas donde
figura la documentación del Centro Fueguino, de la que fue depositario en su
hora postrera.., materia de análisis de una experiencia que por los años 80
trataba de sacar de sus postergaciones a los hijos del lugar.
Cacho el grande ha partido.
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