25 inviernos, de David Gudiño.



Pudimos apreciar esta obra de teatro el pasado fin de semana, en la sala de Tierra de Teatro, que de esta manera comenzó su semana de festejos: 10 años de vida riograndense.
Concurrimos a la función del domingo a las 18, y conseguimos sentarnos en segunda fila. El espacio informal donde se desarrollan actividades de expresión y aprendizaje a las que dio vida Corina Amilcar, estaba colmado de pública.
Apagamos celulares,  nos acomodas visualmente a lo que comenzó a mostrase, y aquí estamos reseñando lo vivido.
Ocupan la escena cuatro mujeres.
Una de ellas se encuentra en silla de ruedas, es viuda y tiene dos hijos en lejanía.
Otra mujer cuida a la anterior mientras sueña con viajar a Buenos Aires donde debe pasar una prueba que le permitirá ser actriz.
La hermana de la primera tiene cáncer. Va a ser derivada a Buenos Aires, no tiene quien la acompañe, tal vez sea la aspirante actoral.
Y la última ha llegado hace poco a Río Grande, vive con felicidad el descubrimiento de este lugar.
Los personajes interactúan y reflexionan en torno a los 25 inviernos que se planteaban como meta jubilatoria, y la jubilación como la posibilidad de escapar a este lugar.
En más de un momento las actrices tomaban una carnadura propia de personas reales que habitan en nuestro espacio.
Afuera una tormenta de lluvia se constituía en la banda sonora dominante de los distintos planos de la actuación: ora haciéndonos reír, ora conmoviéndonos.
El destino se reparte: hay dos personajes que conseguirán salir de la fatalidad,  y otros dos se verán airosos al final de la prueba.
Los 25 inviernos, desde un primer momento –se nos advierte- son cosas del pasado.
David Gudiño es el autor y director de esta obra que gira en torno a las contradicciones del desarraigo en nuestra población.
Si vuelvan a darla  -ojalá sea así-  vayan a verla de parte mía.



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