Una determinación legislativa dio lugar a que
el 25 de noviembre fuera considerado Día del Aborigen Fueguino. En momentos en
que escribimos esta cónica, no ha llegado aun ese día. En estos momentos en que
ustedes lo tienen ante sus ojos, ya
sabrán como se ha conmemorado.
El 25 de noviembre recuerda lo ocurrido en
1886, cuando luego de desembarcar una expedición comandada por el militar
argentino Ramón Lista, se produjo una matanza de indígenas. Fue en un
enfrentamiento con aborígenes selknam en las proximidades de San Sebastián, a
los que el comandante describiera en su libro Viaje al país de los Onas.
¿Qué se sabe sobre lo que ocurrió ese día?
Lo escrito por José Fagnano: “A las once y
media divisamos algunos soldados. Traían a caballo unas chinitas y a eso de las
seis llegó el Capitán Marzano con la cabeza empapada en sangre, tres fueguinas
heridas y seis niños más”.
“El doctor –Polidoro Segers- comenzó a
curarlos. Empleó más de media hora en extraer una punta de palo de flecha de
las sienes del capitán”.
“La lesión era como de siete centímetros. Le
había agujereado el gorro y penetrado paralelamente al parietal. Mientras el
médico cosía las heridas, yo distribuía ropa, lavaba y vendaba heridas. La
operación duró hasta las nueve de la noche. Las criaturas lloraban y no querían
comer ni guarecerse bajo carpas. Tuvimos que dejarlas afuera y en el suelo. Se
apilaron unas sobre otras para descansar. Toda la noche exhalaron gritos de
dolor”.
Belza observa en su primer tomo de “En
Lo comunicado al Presidente de
En su informe posterior Lista afirma otros
detalles: “Nos lanzamos sobre la pista, y antes de una hora vimos a los
salvajes, en un cañadón, al sur del cerro que nos sirviera de guía. En la
persecución, estos fueron arrojando sus quillangos, y hasta abandonaron una
criatura, que alzó un soldado y uso sobre la grupa de su mula”.
“Los Onas detenidos, desplegaron en
semicírculo tras el espeso matorral espinos, por cuyo centro corre un arroyito.
La posición había sido bien elegida para resistir nuestro ataque; y , sin más ni más, rompiendo
las hostilidades , disparando sus flechas sobre la tropa, que, a pie, fatigada
y en cumplimiento de mis órdenes, se mantenía simplemente a la defensiva, pues
mi propósito era el de desarmarlos y
conducirlos al campamento, para por medio de regalos, propiciarme su buena
voluntad, y obtener entre ellos un guía que me llevase a través de la isla”.
“Viendo que continuaban su actitud guerrera
mandé hacer fuego, sin dirección, para intimidarlos; pero ellos contestaron
arrojando nuevamente sus flechas, una de las cuales hirió levemente a un
soldado, cerca de la tetilla derecha. En seguida se ocultaron en el matorral, y
de allí nos provocaban con gritos airados. Intenté desalojarlos incendiando su
guarida, pero en ese mismo instante cayó un fuerte chubasco de granizo y
lluvia, que impidió mi propósito. Volvieron a arrojar sus flechas los salvajes,
y a favor de la ligera neblina formada por la lluvia, dos de ellos echaron a
correr cuesta arriba de una elevada colina, a la retaguardia del matorral, no
siendo posible darles alcance, ni en mula, pues corrían como guanacos, fuera de
que numerosas cuevas de tucu-tucu entorpecían cada paso de sus perseguidores”.
“Quedamos algunos instantes a la expectativa
en la esperanza de que los indios s entregaran, pero siguieron en su actitud
enconada; y como la noche se aproximaba, y era necesario a toda costo
apoderarse de esa gente, por la seguridad misma de la expedición, di la señal
de ataque, sable en mano; el capitán iba a la izquierda, con tres hombres; yo
en el centro y el resto de la tropa a la derecha. Los indios nos recibieron con
una granizada de flechas y, cuando salvaba el capitán las primeras matas, cayó
herido de un flechazo cerca de la témpora izquierda. No obstante prosiguió el
combate con el mismo ímpetu y, después de algunas descargas de carabina, el
matorral quedó en nuestro poder, y sobre las zarzas ventiocho muertos (dos
más), entre ellos un Ona atlético, el jefe, quien en lengua tzoneka había
repetido durante el combate, la palabra “corrge” (cacique), tentándonos tal vez
a un duelo singular”.
Ramón Lista perderá la vida en la región
chaqueña en 1897, por un caso confuso que conmocionó a la opinión nacional,
cuando se lo acreditaba por su condición de científico y explorador. Trataba de
comprobar la navegabilidad del Pilcomayo, preso de sed procedió a suicidarse;
los que se negaron a reconocer esta actitud “moral”, pronto se ocuparon de
encontrar otras explicaciones...
Del libro LOS PUENTES DE LA MEMORIA. Desde
el origen
“De como hubo un hombre que fue a venir de
tan lejos, para recorrer la tierra y desaguar la sangre de esa tierra”.
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