LOS PUENTES DE LA MEMORIA.20. Lugareños:“De como nos vale el rescatar la memoria de aquella mujer que a la vez era pequeña y era grande, era frágil y era toda energía”.



 

Casi todos los días, al pasar barranca abajo por la calle Fagnano al 700 dos recuerdos asaltan mi memoria: el más profuso en emociones que se vincula con el 777 de esa calle adonde –al fondo y arriba-estaba mi casa, y el otro –pródigo de respeto- se dirige a la memoria de la Hermana Berta Weber.

 

El busto que la recuerda señala que nació el 9 de julio de 1904, y que dejó este mundo el 4 de junio de 1988.

 

Su menuda presencia en el piano, o el órgano eléctrico de la Iglesia, se encumbraba con el despertar de su voz en tantas ceremonias que conformaban el misterio cotidiano de mi infancia. En otros casos era sólo una sonrisa.

 

El día de Santa Escolástica me crucé con la hermana directora, aquella que fue mi compañera en la tarea docente cuando inició su sección secundaria “el colegio de las monjas”; le pregunté si podía encontrar en la Casa un reportaje que le hiciera a la hermana hace ya 14 años.

 

Quedó en ver si se habían salvado de unas cintas “Geloso” que pasaron a mejor vida. La hermana me contó que Santa Escolástica no se había compadecido de ella, y que sobre que llovía en su salida de mediatarde había tropezado y caído en un charco. Y yo le quise preguntar si siempre escucha por la radio la música clásica, ahora que no la difundimos tan tarde. Y ella quién sabe si recordó que fui entonces el primer y único profesor varón y laico que tuvo el “liceo de señoritas” de nuestro pueblo.

 

No dudo que habrá preguntas y respuestas, silencios y aseveraciones, en tantos rincones de este pueblo que se siente emparentados con la Hermana Berta. Del álbum de Tamara salió esta foto que la muestra a ella tan niña al lado de la monjita, “tan pequeña”. Y yo... Yo renuevo las aguas que corren más cristalinas que otros días, para que Ud. también conserve mi reportaje que fuera publicado en el Boletín Salesiano (Nro. 362 de septiembre de 1978) con el siguiente título: Con Olor a Calor. La Hermana Berta Weber.

 

Locutor: Hay muchas fechas que pasan inadvertidas en el almanaque. Quien sabe por qué, a algunas no les dimos la real trascendencia que han tenido.

 

El 3 de marzo de 1978 hemos tenido la suerte, todos los riograndenses, de gozar por tres décadas prácticamente ininterrumpidas, de un trabajo constante; el de la religiosa educadora, hermana Berta Weber.

 

Llegó un día 3 de marzo, hace ya mucho tiempo, en 1948, y desde entonces dedicó todos sus esfuerzos, sin tomarse descanso, a la formación de nuestras niñas, de nuestras jóvenes, en el Colegio María Auxiliadora.

 

Es por eso que acercamos los micrófonos de Radio Nacional para que Usted, hermana Berta, nos cuente hoy algo de aquellos días un tanto remotos, pero sin duda aún muy vivos en su corazón, de sus primeras experiencias apostólicas en Río Grande.

Hermana Berta: Es una historia sencilla. Vine en avión. El aterrizaje fue en CAP, como oficina de control había un ranchito. Yo era la única pasajera, y el señor Fadul me condujo al pueblo. Las hermanas vivían provisoriamente en la Parroquia, por que nuestra Casa estaba en construcción. La primera parte de la misma tardó dos años, porque todo el material era enviado desde Buenos Aires. La Parroquia era sumamente fría. En toda la casa había solamente una estufa de leña, aparte de la cocina, que abundaba en humo y lo ennegrecía todo. Todavía se conserva la entrada, la larga galería donde estaba ubicado el piano, donde di las primeras lecciones de música y canto a algunas niñas del pueblo. Como el lugar era muy poco acogedor, la hermana Luisa Rosso encendía un calentador de querosén, que daba olor a calor...  A fines de enero de 1950 ocupamos nuestra Casa. Teníamos doce internas, dábamos clases particulares, y la escuelita funcionaba hasta tercer grado. Agregando luego un grado por año, en 1955 ya contó con todas las divisiones para ser una escuela regular. El alumnado fue creciendo hasta el punto que el edificio resulto insuficiente, de modo que hubo que pensar en su ampliación. Con el apoyo y la ayuda de nuestras Superioras, la contribución generosa de los habitantes y en forma visible de las autoridades municipales, que a cada pedido de nuestra parte respondían trayendo arena, ripio, etcétera, fue posible extendernos un poco más.

 

L: Muchos de estos acontecimientos quizá desconocidos para los actuales pobladores de Río Grande, deben de haber significado –en su momento- un paso enorme para los viejos vecinos de nuestra ciudad. Pero antes que todo esto aconteciera, hacía ya mucho tiempo que la hermana Berta había dejado su Alemania natal. ¿Podía decirnos en que otros lugares de nuestro continente, de nuestro país, ofrendó su trabajo antes de llegar a Río Grande?

HB: Primero, en las Islas Malvinas; luego, en Punta Arenas, y también seis años en San Julián.

 

L:¿Cuántos años estuvo en la Islas Malvinas?

HB: Once años.

 

L: Vale decir que ha repartido buena parte de su misión como religiosa y educadora entre nuestra Tierra del Fuego, con sus treinta años de residencia, y también en las Islas Malvinas, por que once años es un período bastante largo. ¿Cuál era su labor en las Malvinas?

HB: Daba clases de catecismo y labores.

 

L: ¿Existía alguna otra institución religiosa, algún otro colegio?

HB: Únicamente nuestro Colegio. Éramos cinco hermanas, y teníamos escuela primaria.

 

L: ¿Recuerda el nombre de aquellas Hermanas’

HB: Era directora la hermana María Ussher, que permaneció treinta y tres años; también la hermana Maria Rodas que quizás alguna persona de Río grande la recuerde, ya que ella trabajó en la Misión.

 

L: Entonces, cuando usted llegó a Río Grande, la Institución de carácter educativo que estuvo en manos de religiosas en este lugar, era el Colegio María Auxiliadora ¡Atendían solamente a niñas, o concurrían también niños?

HB: Atendíamos también a niños.

 

L: ¿Cuál es su ocupación actual, hermana Berta, luego de tantos años de responsabilidades y entrega?

HB: Doy clases de inglés a las alumnas de sexto y séptimo grado, enseño dactilografía, y realizo cualquier otro trabajo que se me ofrece en la Casa.

 

L: ¿Cuál ha sido su mayor satisfacción en estos treinta años de permanencia entre nosotros?

HB: El maravilloso crecimiento de estas apartadas poblaciones –que es visible en sus adelantos materiales; pero dudo que han crecido en su acervo espiritual-, y el haber sido instrumento en las manos de Dios misericordioso y de nuestra Auxiliadora para que sus nombres y su acción salvadora llegaran al rincón más austral de esta hermosa patria, para la salvación de las almas.

 

L: Es el propósito que la ha mantenido atada a nuestra tierra por treinta años. Y el pasado 3 de marzo marcó sólo un hito en el calendario de una labor que se multiplica todos los días. Una labor que nació en 1948 para nosotros, los fueguinos, y que se ha continuado en beneficio de niños y niñas de la comunidad toda. Ese trabajo sumamente expansivo que significa educar, transmitir la verdad de Cristo ha estado en las manos de la hermana Berta Weber por un tiempo sumamente prolongado en nuestra Tierra del Fuego.  Hermana Berta.¡Muchísimas gracias por sus treinta años de trabajo entre nosotros!

H.B: ¡Río Grande se lo merece!

LA FOTO nos muestra a la hermana Berta ante el armonio, en una ceremonia en la capilla de la Candelaria en Río Grande.

La hermana falleció en Buenos Aires el 4 de junio de 1988.


 

1 comentario:

Armando Milosevic dijo...

Muy buen reportaje Mingo,...como siempre tu nos sorprendes con tu silencioso pero contundente trabajo de investigación para con nuestros pioneros habitantes de rio grande....un abrazo.