“Esfuerzo y tesón” lema de la colonia italiana que casi ha
levantado un pueblo en 40 días. En la mañana espléndida –y no hay tónico como
los buenos días fueguinos –visitamos las obras. Un milagro ha construido lo que
se ve aquí. Los seiscientos italianos llegados en el Génova son los éxodos
memorables para la historia futura de Tierra del Fuego. El éxodo fue traído por
la firma Borsari, un poco como el Moisés moderno y empresario dela travesía.
Todo: hombres, máquinas, herramientas, utensilios, materias de las casas vino
directamente de Génova. Con todo lo necesario para vivir y anidarse rompieron
las amarras. Y todo se empleó con fiebre de trabajo. Ahora nos vemos en esta colonia
que está de pie. La colonia Almirante Brown. Casas alegres y confortables, de
material ligero, forman ya las hileras de una villa. Arbolitos recién plantados
señalan las calles.
Los que dirigen este esfuerzo sdon Carlos Borsari, director
general; el ingeniero Bertagni y el arquitecto David. El primero, comendador
Borsari, marchó nuevamente a Italia para organizar otras expedición de
alrededor de mil familias. Ahora
permanece su hermano.
Estas casas, que son siempre provisionales, alojarán a los
solteros, mientras lo que se reúnan con sus familias –esperadas en la próxima
expedición – pasarán a otras viviendas más sólidas.
Visitar lo construido, la maquinaria, los almacenes o pañoles,
y hacerlo minuciosamente, sería obra de días. Enumerarlo todo, imposible en una
crónica.
Lo que se ha hecho en poco más de un mes apenas puede creerse.
En los días de vendaval, cuando el viento volteaba con furia las chapas, y la
lluvia en ráfagas de hielo cegaba los ojos, los italianos venidos de regiones
tibias apretaron los dientes y siguieron trabajando. Era preciso cobijarse, poner
techo a cada albergue para subsistir.
Los elementos sólo suelen vencer a los timoratos.
Pero el pueblo nació. Existe ya y se perfila su progreso.
Cortaron el curso del río Buena Esperanza que atraviesa la colonia; hicieron
presas para la energía.
Cuándo lleguen las próximas familias encontrarán todas su
casa., No tendrán que levantar sus paredes zarandeadas por el viento.
¡Y que pequeño mundo de cosas necesarias y útiles han traido
con ella esta legión!... Ved estas máquinas para madera terciada y fabricación
de celulosa. Ved esa modernísima de hacer ladrillos; ved otras de género vario.
Hasta esa instalación para pasta de fideos; el pan de cada día que en ninguna
república italiana puede faltar. Los almacenes de víveres admirablemente surtidos,
están repletos. Seiscientas bocas y seiscientos estómagos estimulados por la
labor y el aire salutífero, demandan cada día.
En el centro de la colonia se está levantando el edificio
del comedor, y señalados los lugres para la iglesia, escuela, club de recreo,
etc.
Se trabaja duro y con afán. Junto a ese torno de carpintería,
una muchacha, Bruna Seidenari, está
entregada a su tarea.
Todos han aumentado no pocos kilos de peso. Será cierto que
el trabajo es salud, pero también lo es este aire purísimo que viene del mar y
las cumbres inmaculadas.
Imponente el macizo
forestal dilata su espesura y e fondo de
las montañas los recuestan de nieve completa en el decorado del sueño.
Sus confusos brindis por Ushuaia y por el porvenir
de toda la ronda internacional reunida alrededor de las copas. Aquí nada o para
nada se usa la lengua.
Una vista de la
construcción del pueblo ya casi terminada.
Esta muchacha es una
obrera que vino con la colonia Borsari, como un trabajador más, directamente de
Génova. Labora en la carpintería y no pierde la gracia que aun en las faenas
rudas acompaña siempre a la mujer.
Próxima entrega LOS “EX” QUE MIRAN AL FRENTE
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