El río, como los pájaros.

Del pueblo chato y polvoriento estaban las nubes, las únicas que parecían darle verticalidad a tan gran peladero, en el confín de la tierra.

Del río las variables eran diferentes, y eran las aves las que se arremolinaban sobre los barcos, golondrinas como su gente, las que elevaban el confín de la costa.

Fue en 1942 que el español Jerónimo Gómez Izquierdo llegó hasta aquí y dio forma de libro a sus impresiones: A través del Territorio Argentino. Tierras Australes. La Patagonia. Tierra del Fuego, y en una foto de Weinstein colocaba el siguiente epígrafe: “Por millares las aves marinas a la costa de Río Grande, Tierra del Fuego, en la época de faena del frigorífico, para devorar los desperdicios”.

Jerónimo recorría este espacio de paz en tiempos de guerra, y tal vez su andar no haya sido muy distante del inaugural viaje del Ushuaia a nuestro pueblo -16 de febrero de 1941- embanderado en sus laterales para que la neutralidad argentina lo proteja de cualquier acción de las flotas beligerantes.

Pasaron los años. El frigorífico paralizó sus enjundiosos ritmos de industria y trabajo. Pero las aves siguieron poblando la costa y se llegó ha incorporar una palabra: humedal, y se rescatar sobre gavioterío del nada sabía la identidad de uno de ellos: “el playero rojizo”, se los protege, se los estudia, se los anilla, y hasta se identificó a uno que en su ir y venir ya recorrió distancian que lo llevarían tranquilamente a la luna, a la luna ida y vuelta.

1 comentario:

Paly dijo...

¡nuestro pensamiento, igual, jajaj!