Nostálgicos mates en Upplands Vasby.


Hugo Hammar ha vivido la mayor parte de su vida en Suecia, el lugar donde ha formado su familia. Pero su condición de trotamundos tiene un itinerario que el ha detallado recientemente:
Nació en Luján (La Loma, vieja), luego conoció Suecia (Oskarshamn, Vimmerby y Gustavsberg), volvió al país y lo conocieron en Martínez, Villa Ballester (Martiniano Chilavert), Zárate, Las Palmas (Lima), Ingeniero Maschwitz, Lago Vinter, Esquel y Puerto Deseado, donde hizo el servicio militar.
Después volvió al gran Buenos Aires -Remedios de Escalada- preparándose para el gran viaje: Río Grande en la Tierra del Fuego.

Aquí pasaría dos años inolvidables formando parte de la dotación inicial de LRA 24.

Después llegó la hora de partir, de tomar un rumbo por la tierra de sus mayores, y mientras se preparaban las cosas fue vecino de Lanús Oeste, y ya en Suecia, se fue mudando: de Gustavsberg a Solna, de allí a Sollentuna y finalmente lo tenemos en Upplands Väsby.

Fue durante años empleado de la Volvo, sección motores de aeronáutica. Pero el 11-S sepultó muchos proyectos industriales en la materia, y afectada la empresa en que trabajaba engrosó la fila de desempleados.

Hugo es un nostalgioso del país de los argentinos, y de este sur que lo recibió tan bien.

Y tiene una costumbre, año a año nos envía de regalo –a la discoteca de Radio Nacional Río Grande, algo de la música que se escucha en su solar europeo, y en muchos casos anticipa éxitos trascendentes, como cuando nos envió la primicia de ABBA.

Este año su compromiso no fue diferente, y así despachó el último CD de EUROPE, comunicándonos a la vez que había alcanzado a salir justo antes que la nube de cenizas del volcán islandés interrumpiera las comunicaciones aéreas en el viejo continente. Y su CD llegó a la radio la misma mañana que estábamos festejando el cumpleaños número 37.

Internet le dio la posibilidad de seguir nuestra transmisión, se embarcó durante diez horas y en un emocionado momento nos llamó y salió al aire. No quedan en la radio muchos que lo recuerden de entonces, pero compartía nuestra mesa uno de los fundadores de la radio de Río Grande, el operador Luján Muñiz Walker.

La voz de Hugo parecía en un primer momento robotizada, pero después en el ir y venir de las preguntas entró en el “chamullar canero” tan propio de nosotros, los argentinos.

Y entonces Hammar se armó de recuerdos.

Yo lo conocía de vista, rondaba el Roca –la confitería del cine- y se alojaba en la pensión Avenida, a dos cuadras de casa.

Un día entré a la radio por primera vez, yo era estudiante de periodismo pero las veces que había estado no había tenido acceso a la planta alta –rigurosidades de esos años y de la inseguridad en que se movía el país (no Tierra del Fuego)- pero el momento liminar se dio porque pasaba a ser invitado a un programa: “Educación para la salud”, que conducía la Doctora Nelly Iris Penazzo de Penazzo, por entonces funcionaria del gobierno territorial. Allí acudimos Guillermo Barrientos y yo, para transmitir nuestras impresiones de nuestros desarraigos, como fueguinos que debíamos ir a otro lugar para tratar de lograr un mejor futuro. El tema era envalentonar a jóvenes oyentes a salir de su pueblo, para algún día volver a él con una título que sirviera a los demás. Porque era un credo de entonces que toda profesión estaba dada en función de servir a los demás, y no servirse de ella. Yo pude hacerlo en el tiempo, Guillermo no.., fue víctima en Córdoba de las desapariciones que acuñó la dictadura como una llaga lamentable que no termina de cerrar.

Pero volvamos a ese encuentro. Operaba Hammar, y cuando terminaba nos invitó a conocer el control central, y nos explicó todo. De locutor estaba Carlos Alberto Mollart, hijo del delegado del Ministerio del Trabajo, que no tardaría en tener un problema por haber criticado en el micrófono al latifundio fueguino. El apretón de manos sirvió para sellar una conocimientos que luego nos llevó en el resto de las vacaciones a compartir más de un café, junto a los muchachos de la radio que salían en barra y se hacían de un tiempo antes de llegar a la pensión justo cuando Doña María –en realidad Placeres Grao de Oyarzo- disponía de la cena en la pensión.

El siguiente encuentro se dio en LRA 1. Visitábamos al Director Nacional de entonces, tal vez equivoque el título, el Señor Manuel Enrique Fentanes por el interés que teníamos desde la cátedra de Comunicación Social, en la UNLP, por saber del patrimonio radial del país. Cuando como el resto de mis compañeros –Alfredo Torre y Luís Matelján- pasé a decir de donde era, Fentanes me dijo que estaba en la radio –en el viejo local de Ayacucho- un muchacho de mi pueblo. Y allí todo se interrumpió para saludarlo al Hugo, que estaba tramitando su viaje a Suecia donde podría insertarse en el medio radial, en el equivalente al Servicio Exterior nuestro por su conocimiento de los idiomas de uno y otro país.

Ya no nos volveríamos a vernos por muchos años, pero del Hugo siempre habían noticias.

Por eso el mediodía del 28 de abril recuperamos la cotidianidad. Y recordó y cantamos a la distancia ese tema que estaba de moda cuando el se fue: Ay no digas, de Crish Montez. Y repasó algunos aspectos de su llegada:

Trabajaba de mozo en el Jockey Club de Esquel, en una camida de despedida al director de LRA 9 Carlos Hugo Alais Rumbado; y en esa circunstancia le preguntó como podría él trabajar en la radio. El funcionario le explicó que las vacantes estaban cubiertas y su inquietud se aquietó. Le faltaba cumplir con el servicio militar que lo llevó aun más al sur, Puerto Deseado, cuña atlántica de Santa Cruz; y en todo eso al salir de baja escuchó al padre Julio Murad, superior de lo salesianos en Río Grande, que hablaba sobre el final de una experiencia radial en la Misión, puesto que el estado inauguraría una nueva emisora. Hugo Hammar sitió despertar en él una esperanza, y esta se tradujo en un sí que lo llevó a lograr cierta capacitación en LRA 1 y partir al confín fueguino del cual de a poco ib a conociendo cosas.
La llegada en avión sirvió para que el taxi lo llevaran al correo, donde se estaba entrenando a los futuros integrantes de LRA 24, Tulio Ortiz –el segundo de la oficina postal- lo recibió y allí conoció a la que sería su primer compañera de trabajo: Mabel Traberg, una maestra local que había concursado por un puesto de locutora. Operador-locutor, ese fue el diálogo; y después donde podría conseguir alojamiento. Todo el ámbito de las comunicaciones encontraba comodidad en la pensión de los Oyarzo, y Hugo no quiso ser menos. Pero aquí se dio un problema, no hacía más que unos días que a doña María se le habían escapado un par de pensionistas sin pagar, y no quería correr nuevamente el riesgo, para quedarse debería pagar por anticipado. Pero no eran muchos los recursos que tenía el viajero. Entonces se dio una situación inesperada, Hugo tenía el mismo nombre del hijo menor de la propietaria, el que estudiaba arquitectura en Córdoba, y además cumplían años el mismo día. A partir de ese momento Hammar pasó a ser hijo adoptivo de los Oyarzo.

Aunque había allí mismo otros empleados de la radio que se alojaron por un buen tiempo: El Tucu, Juan Humberto Juárez, El Sanjuanino, Juan Francisco Marín, y un porteño afincado desde la infancia en Tierra del Fuego: Daniel José Pisano.

En su recuerdo aparece la amistad del tiempo compartido en la pensión con Luís Bernal, de ENTEL, Arnoldo Hernández de Aerolíneas, David González que había venido del Río Gallegos, locutor de la radio, con su esposa Perla empleada del supermercado SADOS y el uruguayo Francisco Silva –con su jopo canoso- trabajador textil.

Hugo se mantuvo conectado por diez horas a través de Internet, y de esas unas seis prestando plena atención. Elogió nuestra nota con el ingeniero José Massaro, el constructor de la radio que actualmente reside en Lomas de Zamora, desde donde sigue bregando por el conocimiento de la Patagonia.

Y suponemos que como nosotros se habrá reído de aquella historia del japonés que resultó campeón fueguino de truco, en esos años de sanas diversiones.

Hugo vive una realidad con la radio que se define en un aforismo sueco: "Alla Kànnel apan, men apan kànner ingen", todos conocen al mono, pero el mono no conoce a nadie. El se ha hecho conocer y querer, pese al tiempo y las distancias.

Allá en Upplands Vasby, todo el mundo se preparaba para festejar un nuevo cumpleaños del rey, y luego participar de los desbordes –y en muchos casos los excesos- de la Valborgsmässoafto, una suerte de noche de brujas, pero lo imaginamos a Hugo.., distante, situado en un punto intermedio entre el hoy y el ayer, componente perdurable de una experiencia radial que si bien a mudado de protagonistas en el tiempo mantiene su razón de ser.

De ser en el estar en Tierra del Fuego.

1 comentario:

Documento Semanal dijo...

Mingo:

Gracias por mantener en pie la memoria de nuestra isla en este blog.
Leer tus palabras me hace recordar muchas cosas, gente que esta y gente que no, pero seguirá existiendo en el recuerdo de cada uno.

Estoy armando un proyecto cinematográfico/documental de nuestros nativos Selk’nam, se que puedo contar con tu conocimiento y tan inmensa sabiduría.

Nuevamente gracias.

Guille Boucho