Anne Chapman y los Hijos de la Muerte (*)

UNO

Los tolupanes de la Montaña de la Flor, aun los actuales, se sirven de dos pruebas para “saber todo”. Una es la prueba de la “canilla” (la pierna= y la otra de la cabuya (lazos o hilos). No pude averiguar si antiguamente estas prácticas eran secretos reservados a los punak-panes. En todo caso, desde hace ya muchos años la prueba de la canilla podía ser practicada por cualquier persona, y la de la cabuya por los hombres, empero la mayoría de los hombres nos sabían practicarla y ninguna mujer podía hacerla.

Consideraba n la prueba como medios que permiten predecir acontecimientos de la vida cotidiana; averiguar dónde ubicar los animales de caza y los objetos perdidos; informarse del desenlace de un proyecto y de las consecuencias que se producirían si ciertas intenciones o deseos se realizaran. El enamorado consulta a una mayor para que le haga la prueba de la cabuya, esperando saber si una muchacha daría su consentimiento9 a su propuesta amorosa, si ella sería una buena esposa, etc. La prueba de la canilla tiene lugar cuando uno, en su camino, tropieza fortuitamente con un pie o los dos sobre un obstáculo. Este incidente trae como consecuencia la reconsideración de lo que la persona iba a realizar o de lo que estaba pensando en este momento, Alfonso me explicó “la canilla siente cuando me va a pasar una cosa”. Se trata de una advertencia que proviene de Tomam. Tropezar con los dos pies es un signo de alerta que indica que nos e debe continuar el camino. Como por ejemplo, no ir a cultivar, o a cazar, o a visitar a alguien, etc. No se limita sin embargo, a dar indicaciones de tipo negativo. Si uno tropieza con un solo pie, esto quiere decir que la pierna está señalando la dirección que hay que tomar; o sea de ir a la derecha o a la izquierda, en la dirección opuesta al pie que tropieza. Veremos por lo demás que se trata también de informar a la persona sobre un acontecimiento futuro.

En un sentido estricto, la prueba de la canilla no es una práctica pues consiste solamente en la interpretación de una tropiezo, un estremecimiento, una contracción nerviosa en una o dos piernas, o la parte inferior de ellas, la “canilla”.


DOS

¡Qué sabemos de Anne Chapman?

Lo que ella sabía de nosotros. En parte.

Con su muerte se esfuma la posibilidad de conocer mucho más de su existencia, ella que esencialmente vino hacia nosotros para rescatar del aire las voces de los fueguinos originarios. Ella que parecía cabalgar sobre dos mundos: este el de los antiguos selknam, y el otro de la elaboración académica de sus prospecciones.

Pero había otro mundo, cercano al fueguino: el de los Tolupan-Jicares de Honduras, sobre los cuales volcó con similar afán que a nuestros nativos su espíritu curioso, indagador pereminzante.

De allí estos escritos que rescatamos junto a su evocación.

La gringa aquella que nunca dejo de visitarnos, por mas que sus informantes fueran muriendo, la mujer aquel de varias culturas -¡tan plural en todo!- que en su última visita anunció que enviaba de regado a Evo Morales la última de sus publicaciones.

Esa mujer que siempre miró el futuro, donde sabía que estaba la muerte, pero donde también sabía que estaba la vida.

Porque un mundo que no sirve para la muerte, tampoco sirve para vivir en él.


* Anne junto a Hermenegildo y José de los Ángeles Martínez en 1959, en foto tomada por Alfonso Martínez, su principal informante en esa cultura.

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