Reflexiones ante el puente caído…
El concepto de Patrimonio Histórico es una idea nueva. Con ello esta pérdida del puente colgante no es la primera. Recuerdo que siempre se dijo que el Museo Salesiano de Punta Arenas se alimentó primordialmente de las cosas que se llevaron de Río Grande, que la iglesia de 1898 se salvó de un efecto demoledor cuando el maestro Marino Francioni la usó para guardar forraje para las vacas, y de cómo Arturo Frondizi –en visita a esa escuela como presidente de la Nación- se llevó la indumentaria completa de una guerrero ona.
Pero volvamos al puente. Si a principios de los años 60, cuando fue reemplazado por el que en los últimos días ha sido llamado Puente Vehicular se hubiera venido abajo como en estos días, la reacción seguramente habría sido diferente. Se habría pensado que por suerte habíamos terminado el otro, y que el vetusto artefacto que unía desde 1918 ambas márgenes del río era obsoleto. Alguien lo hubiera aprovechado desde la perspectiva de vender chatarra, y otros se hubiera llevado un fragmento como souvenir.
Pero desde hace 50 años estaba allí, como un componente visual, al cual solo agregamos un pequeño cercado para evitar el acceso al mismo, dado que hasta se habría prendido fuego sobre su estructura de madera (fotos)
En Tierra del Fuego la cerrada idea del progreso no ha permitido ver nacer instituciones de resguardo, ni con ello el establecimiento de prioridades y presupuestos… Que ahora aparezcan manifestaciones públicas de que habrá partidas para comenzar una restauración no deja conformes a propios, ni a extraños, del sentimiento colectivo que llevó hace algunas semanas a formular un abrazo al puente.
Mucha de la desidia acumulada tal vez estuvo alimentada por los enconos que crecieron hacia el sector rural, constructor de esta obra.
Tal vez pensar en levantarlo del río resulte más caro de lo que resultó en un momento hacerlo a nuevo. Y todo para volver a mirarlo. Pensar en pintarlo sea tal vez dar una imagen distinta a la que nos tenía acostumbrado, carcomido por el óxido. Pero, alguien de los involucrados en todo esto: ¿Sabe el largo del mismo? ¿Las tablas que integraban su calzada? ¿Sus materiales y tamaños? ¿Se hará un estudio de anclajes para pensar en una nueva vida útil como componente visual del lugar?
Hasta tengo una idea que podría terse en cuenta. Levantar del río todo lo que pueda ser rescatable –sobrevivirán los cabezales- y armar en uno de uno sus extremos un museo de sitio donde se pueda historiar todo lo que pasó por ahí.
¿Qué dirá a esto el estado remendó? ¿Qué dirán aquellos que del puente caído quieren hacer leña?
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