Sobre la esquina de Belgrano y Lasserre ha desaparecido esta imagen. Una construcción de madera con una historia de 60 años, donde funcionara la Confitería Libertad -sede en su momento del Club O'Higgins- el local bailable que regenteare como propietaria Doña Otilia Quelìn Levié, y que en los últimos tiempos contenía el restaurant Colonial.
La puerta aquella de aceso al local principal fue la que subsistió hasta último momento en la tarea de demolición, esa pueta que fue camino mágico para tantos habitués , o también ocasionales concurrente, con en el caso el poeta Dinko Pavlov:
Sobre un costado pudimos ver acodadas estas ventanas, que en buen estado de conservación tal vez sirvan para seguir viendo al mundo, en otro rincón de la ciudad.
Y mientras tanto las gruesas tablas verticales muestran una arquitectura que no tenía parangón en muchas otras obras -las hubo en la esquina contraria de esta misma manzana casa del Suboficial Trotta- y que nos llevó a recordar que en un tiempo se denominaba al lugar "los de Faggioli", recordando en su construcción a quien fue alcaide del Presidio de Ushuaia, sindicado por apremios a presos, y condenado -según se decía después de un indulto- a tener la isla por por prisión.
La tarea de demolición habrá comenzado hace tiempo, cuando comenzaron a borrarse los recuerdos que aparecían hermanados a su origen.
Y un pequeño grupo de hombres, pequeño como para contarse con los dedos de la mano, fue llevando adelante la ordenada tarea del desmantelamiento.
La tarde azul se espejaba por última vez en este rincón, donde dentro de un tiempo se dice que se levantará una torre -como las que en los últimos tiempos avanzan en el paisaje urbano de Río Grande- destinada a tener comercios en su planta baja, y oficinas y departamentos en la medida que tome altura.
Frente a la puerta de entrada esperaba esta rejilla para sacarse el barro del camino que alguien se la llevara, a continuar con un destino similar.
En tanto que por otra parte la existencia de vidrios íntegros, aun en la circunstancia de abandono en la que aparece inmersa la construcción, evidencia cierta señal de respeto por lo que el lugar de diversión popular siempre representó.
La labor de los carpinteros entro a mostrar las entrañas de la edificación, donde las maderas se veían todavía jóvenes y firmes.
Aunque el piso que tan baqueteado estaba en un momento, producto de los bailongos, ya no era el primigenio, y estaba reemplazado por esta otra superficie.
Un hombre y su barreta marcaban el camino de la despedida.
Un hombre desde la altura que disminuía, paso a paso.
En medio de todo, esta sillita, del último restaurant que funcionó aquí nos refiere a encuentros de familia.
En tanto que se demoró el desarmado de la fachada de la parte nueva, que tenía ingreso por la Avenida, y donde el particular enmaderamiento fue recubierto con recasco.
El techo brilla la anticipada ausencia.
Los recuerdos entran a ladearse.
Libertad, no va más.
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