Como el curanto.



Federico Guifford emigró de su Río Grande Natal por 1969. Lo hizo por una mejor oferta de trabajo petrolero y el destino fue Nueva Zelandia.

Cuando años después regresó con su esposa para finiquitar la venta de su propiedad a la Cooperativa Eléctrica, conversamos acerca de su vida.  Y al hablar de su primer migración laboral recordó que en Oceanía había una comida similar al “curanto” que saboreábamos entre chilones en el viejo Río Grande.

Esa modalidad gastronómica se conoce con el nombre de Hangi.



“Es una comida muy tradicional y que viene de una antigua receta. Este Hangi es un plato que se hace a base de carne y de vegetales. Estos alimentos se hacen bajo tierra metidos en unas cestas que curiosamente se introducen en las rocas calientes. Es una forma curiosa de hacer y es la forma en que se hacía antes”.

En Wikipedia leemos: “Los turistas se quedan sorprendidos de su sabor ya que tiene el sabor tradicional y muy sabroso. Además la forma que tienen tradicionalmente de hacer este plato es muy curiosa. Es un plato que como digo es una receta muy antigua y viene de la cultura Maorí. Además de la carne de diferentes tipos y los vegetales también se usan otros ingredientes como la patata”.

La información complementaria  señala “En muchos hoteles de Nueva Zelanda te sirven este plato y desde luego gusta mucho ya que el sabor es intenso y te lo suelen servir con una música típica Maorí. Si les gusta los platos tradicionales y que son muy populares en un país como Nueva Zelanda el Hangi es un plato muy bueno. Ya saben otro de los platos que no se deben perder cuando viajen a las islas. Además hoy todavía se sigue haciendo de la manera tradicional”.

El curanto que del archipiélago de Chiloé se enriquece con el aporte de mariscos, aunque por la zona cordillerana comunidades mapuches y campesinas suelen hacerlo con fiambres, verduras, y carnes”



La receta del otro lado del océano más grande de la tierra se resume en estos términos:

Preparar un hāngi implica cavar un pozo en el suelo, calentar rocas volcánicas en él con ayuda de un buen fuego, poner cestas de comida sobre las piedras, y cubrir todo con tierra durante varias horas antes de abrir o levantar el hāngi”.

En las costas del Perú existe otro sistema de cocción con piedras denominado Pachamanca.

El curanto en Río Grande.

De un tiempo a esta parte el Club Q.R.U tiene su oferta dominical de cocina chilena, pudiéndose comer el curanto a la olla, comida abundante y sustanciosa.





Las imágenes del caso fueron facilitadas por la curiosa fotógrafa María Cristina Bargiela.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

Interesante artículo, Mingo! Y buenas fotos las que lo acompañan!

Sobre la personalidad referida en el artículo, Federico Gifford, agrego una breve reseña de su vida tomada de sus recuerdos en el libro “A hacha, cuña y golpe” de 1995:

“Yo nací en 1926 en el frigorífico de Río Grande. Nací en la casa de la administración porque mi mamá trabajaba ahí, era ama de llaves. El administrador entonces era el señor Goodall que además de administrar el frigorífico, hacía las veces de Vice-Cónsul (...). Cuando llegó la edad escolar, me trasladaron a Punta Arenas, Chile porque había un solo colegio primario en Río Grande, pero había que cruzar el río con botes a remo y era muy engorroso”.

“En Punta Arenas había una comunidad inglesa bastante fuerte. Había colegio inglés e internado y a mi me llevaron allá”. Más precisamente, estuvo internado (pupilo) en el Colegio Saint James de Punta Arenas. Federico cuenta: “En Punta Arenas internado estuve desde el 34 al 43, y venía nada más que para las vacaciones de verano”. Cuando salió del colegio tenía 17 años (1943), y volvió a Tierra del Fuego, a la Estancia Sara, donde su padre por entonces se desempeñaba como capataz. Al cabo de un mes, Federico fue a trabajar a la Estancia María Behety como ayudante de mecánico; allí estuvo alrededor de nueve meses. “Cuando terminó la temporada, el mecánico Mimisa no quería que yo me fuera, pero el sistema era que terminada la faena, el personal temporario se lo despedía hasta el año próximo. Entonces me fui”.

“Entonces, vine a Río Grande. En ese tiempo mi hermana ya estaba casada con el señor Esteban Martínez y ya había iniciado la Usina. Allí me puse a trabajar con mi cuñado y el socio y estuve muchos años con ellos (...). En la Usina trabajé seis o siete años. Después trabajé para un señor de Marina un año, en el ’51. Después volví a trabajar con Pinola. Él me recomendó a Aerolíneas que necesitaba un mecánico, una persona para hacerse cargo del mantenimiento del aeropuerto. Pinola y Finocchio me recomendaron a mi y yo acepté”.

En Aerolíneas, Federico trabajó hasta 1958. Luego comenzó a trabajar para una empresa americana, Loughing & Porter, desempeñándose en el sector eléctrico. “Yo trabajé para la Loughing & Porter que era la perforadora subcontratista de Tennesse. Trabajé ahí hasta el año ’68 (...). Mi función principal era la de electricista, pero hice mucho de mecánica. Los americanos trajeron muchos repuestos; cuando se descomponía algo, los cambiaban y tiraban el repuesto. Pero llegó un momento en que no había más repuestos o demoraban. Entonces se enteraron que yo hacía ese trabajo y me llamaron (...). Viví en Río Grande. En campamento estuve muy poco, unos quince días en Cullen, a pedido de unos perforadores que no se sentían seguros con el equipo eléctrico”.

Un saludo Mingo!
Hernán (Bs. As.).