CONVERSACIONES CON RAMÓN.9. ‘No solamente llegué a la Argen­tina, sino que llegué al paraíso’

Recobramos, en este domingo especial, el diálogo con el gran amigo Ramón García Abal.

-¿Y qué pasó cuando andaba buscando róbalo?
Carmen, su esposa-Cuando andaba pescando, que apareció un bicho y el…un pingüino y él creyó que era un monstruo.
-Eso no es para hablar hoy, es para hablar entre nosotros.

-Cuéntelo, si es entre nosotros.
-Esperando que subiera la marea, no. Siempre pescábamos cuando subía la marea, entonces quedamos ahí con él, mi suegro estaba sentado en el bote y   yo me voy mirando la playa. Allá en España cuando había temporal o eso, salían cosas en la playa.
-¿Qué cosas salían?
-Maderas, y eso. Me veo un bulto allá en la playa, me voy corriendo, muy tranquilito mirando a ver que era. Cuando iba unos 20 metros más o menos, el bulto ese levantó la cabeza, miró pa’ mi así, ¡Me cacho en la miércole! Te digo sinceramente, pague la vuelta pa’ atrás. Creí que era una fiera.
-¿Y qué era?
-Era un lobo marino, una foca, un lobo marino que estaba durmiendo, cuando sintió que estaba llegando levantó la cabeza a mirar.. ¡Mi madre del cielo! Dije a mi suegro. Una fiera. Vamos a mirar, se viene, otra que, una pisada acá, otra allá…
-Lejos…
-Qué se yo. Este sí que batió el record de los metros llanos….
-Ah, ¿Pero eran las pisadas suyas?
-Claro, y mirando pa’ atrás todavía si venía y me agarraba. ¡La miércoles ché! Ese si que me batió el récord. Una pisada acá, otra allá, lejos.




El diario El Sureño encomendó en un momento la realización de entrevistas a antiguos pobladores, las que estuvieron a cargo de Miguel Vázquez. Con una dinámica diaria realizaba las entrevistas, las desgrababa prolijamente y las publicaba en las páginas 2 y 3 de este medio periodístico.

En razón de ello es de fácil consulta en la web lo que Ramón le contó a Miguel:


¿Hasta qué edad vivió en Pontevedra?
Estuve allí hasta los 28 años en que me vine a la Argentina.
¿Qué trabajos hizo allí?
Yo de los 18 a los 28 años estuve como marino en barcos pes­queros.
¿Había podido estudiar?
Fui a la escuela, pero apenas para poder hacer una letra, yo nací en el campo y de chico -7 ó 8 años- ya andaba agarrado al arado que era de los tirados por bueyes, esa zona es agrícola, aparte que está el puerto ahí cerquita y cuando uno ya es grande­cito se embarca, trabaja a la noche y cuando llega de día va a trabajar la tierra, duerme un poco después del mediodía y a la tarde de nuevo al campo, todos teníamos que trabajar, eramos 8 hermanos, teníamos unas parcelas y también trabajábamos en otros campos, cuando nos salía una changa también íbamos, era todo tra­bajo a pulmón, no como ahora que es todo máquina.
¿Le gustaba la pesca?
Sí, a casi todos cuando son grandes les gusta, yo conocí España casi más por mar que por tierra, uno iba a vender a todos los puertos.
¿Cómo se decide venir a la Argentina?
Acá en Río Grande estaba mi suegro, Casimiro Torres, él vi­vía aquí en calle San Martín, yo me había casado en España con Carmen, y ya tenía a mi hija de 4 años -ahora es la señora de Miguel Zapata- y en el viaje de España, en el barco, nació el va­rón, pensábamos llegar a la Argentina pero nació antes, quizás apurado por el movimiento del barco, mi suegro estaba en la Ar­gentina del año 30 y él andaba en los Luchos, esos barcos que traían toda la mercadería, 12 años anduvo de fogonero creo, y después se quedó acá y por allá cerca de la SubPrefectura, tenía un barcito medio hotelcito, a medias con una chilena, y la gente del puerto se la pasaba allí, luego sacó el terreno acá, el go­bierno lo daba cedido en venta, yo también compré acá y con mucho sacrificio pude construir esta casa, cuando juntaba un pesito lo invertía acá.
Cuando llegó a la Argentina, ¿vino directamente para acá?
De Buenos Aires a Río Gallegos vinimos en un barco de los Menéndez, ellos traían mercadería a los negocios que tenían en toda la patagonia y el barco traía mercadería y pasaje, el barco se llamaba José Menéndez, eso fue en el año 1952, y de Gallegos acá vinimos en avión, recuerdo que todos los que estábamos en el hotel perdimos al avión porque nos dieron la hora cambiada y sa­lió antes, de Buenos Aires acá tardamos 28 días en llegar, de España a Buenos Aires tardamos 18 días, porque paramos 2 días en Lisboa, 2 días en Río de Janeiro, 2 días en Santos, 1 día en Mon­tevideo, con todo eso demoramos 18 días y de Buenos Aires acá 28 días.
¿A pesar de eso venía con muchas expectativas?
Uno miraba para atrás para ver si venía Franco todavía, es­tábamos mal allá, tanto fue que recuerdo la primera carta que le mandé a mi padre, allí le decía: ‘no solamente llegué a la Argen­tina, sino que llegué al paraíso’, allá era una miseria, había mucho hambre, no sabe lo que era para conseguir pan, era tremen­do, uno sufrió mucho allá, bastante, y acá estaba todo regalado, el clima no me interesaba, me interesaba que acá había qué comer.
¿Qué trabajo hizo cuando llegó?
Mi suegro, en sociedad con dos yugoslavos, tenían un bote y una red, íbamos a pescar al río Chico, pero en ese tiempo no era como ahora, uno lanzaba y ya se llenaba el bote, se pescaba mucho róbalo, teníamos una mesa y los cuchillos bien afilados y nos íbamos al chorrillo al lado de la Misión, poníamos la mesa y meta limpiar los róbalos, estábamos baqueanos ya con eso, pasábamos el cuchillo por la panza, por el lado de la espina hasta la cola, otro cuchillazo por el otro lado de la espina, un machetazo a la cola, tirar la espina y listo, ahí los lavábamos bien, los salábamos y después se secaban y se vendían como el bacalao, hasta los mandábamos a Buenos Aires, luego fue escaseando el asunto…


En las fotografías, su imagen antes de venirse de España, La quinta en invierno. Su suegro, Casimiro Torres, y sus hijas Teodomira y Cármen, esposa de Ramón.







1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

Abajo agrego algunas consideraciones con respecto a los “Luchos”, los barcos mencionados en el artículo y en los cuales se desempeñaba Casimiro Torres, suegro de Ramón García.

Mirko Mirosevik, que naciera en 1909 en Punta Arenas, brinda algunos conceptos sobre los Luchos, como parte de sus recuerdos sobre el Frigorífico: “Yo llegué (a Río grande) en 1925, el 21 de octubre. Paré en la casa de Don Esteban Kovacic, en el Hotel Miraflores (...). Ahí, pasé una noche. Al otro día me fui al frigorífico (...). En esos tiempos estaba la Compañía Frigorífica Argentina y de administrador estaba el señor John Goodall (...). En el año 1925 empecé a trabajar en la cocina restorán de carnicero, y después pasé a la administración de mozo, cuando estaba el señor Goodall (...). Después de un año pasé a la casa de empleados, porque cuando se acababa la faena había poco movimiento, y ahí estuve trabajando cinco años de mozo en esa casa (...)”.

“Aquí venían de Buenos Aires con ingleses y le daban una mirada, porque la faena al hacerse tenían que venir algunos inspectores de frigorífico para ver si reunían las condiciones. El mercado de Europa tenía sus ciertos límites para mandar los productos. Aquí, cuando se vendía la carne creo que se llevaba a Inglaterra (...)¡Se llevaban todo congelado! Resulta que tenía que ser congelado porque en los barcos las bodegas no eran muy grandes, y si no tenía frío, la carne se aplastaba (...). Yo le cuento de los tiempos que venían antiguamente los chilenos, porque en esos años que vine yo, venía el “Austral”, el “Río Verde”, el “Antártico”, el “Avilés” ... Venían varios barcos chilenos (...). Los barcos chilenos eran para quince pasajeros en primera, Entre Río Grande y Punta Arenas ponían veinticuatro horas, veintidós ...Eran barquetas chicas de menos de setecientas toneladas (...). Los productos argentinos de Buenos Aires eran descargados en Punta Arenas y se cargaban en los barcos de los Menéndez como el “Austral”, y entonces venían ellos cargados con toda la mercadería de Bs. As. para acá (...). Los “Luchos” eran los barcos que vinieron después, cuando los barcos chilenos no vinieron más. Ellos también empezaron a hacer embarques de carne y los transportes de Buenos Aires hasta acá. Venía un “Lucho” por mes o algo así, porque para cargar y descargar lleva mucho tiempo y para volver necesitaba ocho días, y ocho para venir son dieciséis. Eso más la carga, necesitaban un mes” (A hacha, cuña y golpe, 1995).

Hacia tiempos más actuales, en un artículo de la Sra. Emilia Susic de Bonifetti titulado “La Cámara de Comercio y el recuerdo de épocas pasadas”, publicado primero en la Revista de la Cámara de Comercio y luego en el libro “A hacha, cuña y golpe”, haciendo mención al año 1970, se indica allí que el “Lucho VI” y el “Lucho I” eran barcos que en ese año pertenecían a la Compañía Naviera Peisci S.A., “que durante 30 años ha venido atendiendo las necesidades sobre los puertos patagónicos”.

Un saludo Mingo!
Hernán (Bs. As.)