Para recuperar
esta destacada actividad musical-cultural reclamamos el concurso de quien fue
director del Coro de la UTN, y gestor de esta realización, el profesor Canizo:
Los textos originales fueron escritos por Jorge
Lobato, un escritor que vivió un tiempo en Ushuaia y tal vez hayas conocido.
En el año ’95 estaba en el estudio Melopea esperando a
Lito Nebbia para hablar de la posibilidad de grabar ahí y me apareció una petisita
ofreciéndome una cantata. Resultó ser Clarisa Álvarez, directora del coro
Melopea, que nos había escuchado con el coro de la UTN y Opus 4 en el teatro Alvear.
Le dije que sí, sin saber nada de ella ni de qué se trataba. Volvió a la
hora más o menos y me dio una obra de 11
temas llamado “Cantata Selk’nam”. Me sorprendió mucho y le pregunté de dónde
salió, a lo que me contestó que los textos eran de Lobato y tanto la música
como los arreglos corales eran de ella. Me dijo que había intentado hacerla con
su coro, fracasó, se la dio a Felipe Vallessi, director (excelente) del Coro
Universitario de Mendoza y también fracasó. Nadie sabía de qué hablaba la obra
y no hubo caso. Nadie se enganchó. Me dijo: -Tomá,
es tuya ahora. Mirala, estudiala, cambiale lo que quieras y si podés, hacela
con tu coro. Eso sí, invitame al estreno.
La miré, la estudié y vi que era muy rara, muy larga y
tenía dificultades técnicas un poco insalvables para mi coro.
Pasaron en eso dos años hasta que me puse a trabajarla
porque me pareció que valía la pena y así fue. Tuve que hacerle varias
adaptaciones, y cambios a los arreglos.
Los poemas tratan acerca del imaginario Selk’nam desde
sus orígenes, antes de la separación de la Tierra del Fuego del continente
hasta la desaparición de la raza por el exterminio que ya conocemos. El último
tema es un canto de esperanza que te deja sonando en los oídos el “…perdurará…”
La música no se enmarca en ningún género definido. No
es folklórica, pop, clásica o cualquier otro. Tiene de todo un poco.
Comenzamos a ensayarla en abril del ’99 y la tuvimos
lista para septiembre, con la colaboración de María Vezzosi, Peque Valle y
Susana Rozas con sus grupos de teatro y danzas. Para las locuciones, invité al
inefable Carlos María Ratier, toda una institución, y una mujer que alternaría
los parlamentos con Carlos: Alejandro Satto, docente de la escuela de Comercio
Número 3.
La otra cosa
memorable, fue el solo del primer tema cantado, “La tierra de la casa”, a cargo
del tenor Guillermo Rosas. Maravilloso, aparte, con su porte y yeite tanguero
hizo algo muy, muy bueno.
Preparamos el salón de la vieja parroquia Don Bosco
con tres escenarios: Uno, fijo en el fondo del salón para el coro y los
locutores; otro en el centro, rodeado por las sillas para los espectadores y el
otro al frente, como estuvo siempre. Ideamos una movida con algo de la técnica
del “Hapening” de los ’60 que estuvo muy bueno.
Las introducciones y efectos de sonido estuvieron a
cargo de Antonio Emilio Viñayo, las diapositivas se proyectaron a dos
proyectores operados por Marita Steeman y Graciela de Viñayo. El sonido fue
operado por Roberto Stefanutti.
El resultado fue una obra que sorprendió a propios y
extraños. Tremendo fue el tema “Lamento” que cantó Doris Arias de Pedrotti,
sentada con una luz cenital en medio del escenario central. Te aseguro que hoy,
veinte años después, se me eriza la piel al recordarlo.
La presentamos siete veces. Seis en dos fines de
semana en la parroquia y una más en el museo a invitación de Carlos Baldassarre
para el día del Aborigen Fueguino, creo que es el 25 de noviembre, si mal no
recuerdo.
Fue mucho trabajo, con mucha dedicación y compromiso
puestos por parte de todos los que participaron de la movida. Lamentablemente,
quisimos grabarla y hacer una edición de video al año siguiente, pero no pudimos
concretarla por diversos factores. Nos dejó con las ganas.
Puedo contarte algunos entretelones: El primero que se
enganchó en el proyecto, fue Carlos Ratier. Siguió el proceso a lo largo de los
meses que nos llevó concretarlo.
Uno: Ensayábamos por grupos separados los temas más
dificultosos, a veces en nuestra casa. En uno de esos ensayos parciales, parece
que los espíritus de los indios también quisieron participar, porque, de la
nada, una ráfaga repentina abrió las dos puertas de la cocina comedor y las dos
puertas del hall frío. Algo imposible, si se piensa que estaban bien cerradas,
sin llave, pero bien, y las cuatro se abrían en sentidos opuestos. Si abrías
una, cerrabas la otra. Las cuatro se abrieron, se golpearon y eso fue todo.
Salí a ver qué pasaba y no había tanto viento como para hacer algo así. Creer o
reventar. No soy precisamente supersticioso, es más, soy muy escéptico en esos
y muchos otros temas.
Otro: Desde que empezamos a trabajar, tuvimos la
sensación de estar metidos en algo extraño; no nos podíamos desenganchar de la
obra. Fue absorbente en grado sumo. Hablando de esto con la autora de la
música, ella me dijo que desde que Lobato le pasó los escritos, a ella le pasó
algo parecido; entró en una especie de trance y se puso a escribir, componer y
arreglar hasta que la terminó.
Otro: Clarisa Álvarez estuvo en el estreno como se lo
prometí, el primer día sentada al pie del escenario central, (se lloró todo;
hacía quince años que la había escrito y era la primera vez que la escuchaba)
Al segundo día la invité a cantar con nosotros con su hermosa voz de contralto
y al tercer día quiso estar en la producción como parte del grupo, armando
escenografía, ordenando salón, encendiendo velas, etc. Muy conmovedor fue para
todos.
A Jorge Lobato también lo invité a participar, pero no
sé por qué cuestión decidió no venir.
Tengo muchas cosas más en la memoria, todos los
escritos que agregué de mi autoría como
introducciones a los 11 temas, algunas filmaciones que no son muy buenas, salvo
para el recuerdo, y también todas las partituras arregladas para coro a cuatro
voces, a la espera de que a alguien se le ocurra presentarla otra vez.
Guillermo David Canizo – Agosto 2019
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