Un caso singular: EL 21 DE OCTUBRE DE 1974 UN NACIDO EN STANLEY RECIBE EN LA CASA ROSADA SU DOCUMENTO ARGENTINO

 


SOY ARGENTINO. NACI EN LAS MALVINAS.

Hace cuarenta años nacía en las Islas Malvinas, Pedro Mc Leod, y desde su infancia en Puerto Stanley hasta hace algunos días este malvinense tuvo una ilusión que por fin pudo conquistar: transformarse en ciudadano argentino. Ya tiene en su poder el Documento Nacional de Identidad y la partida de nacimiento entregados por la Presidente. Ahora es un argentino que volverá a su trabajo en su tierra, con su gente allá en las Malvinas.

“LAS CONVERSACIONES a nivel oficial para establecer relaciones es un buen paso para que los malvinenses  conozcan a los argentinos” Dice Mc Leod.

Las Malvinas –me dice con seguridad- son argentinas y se las debe entonces considerar como tales.

El que lo afirma es Pedro Mc Leod –hsta el lunes 21 de octubre Peter Mc Leod- e es el protagonista de un caso único.

Vive en las islas Malvinas pero se nacionalizó argentino.

Está en Buenos Aires desde hace unos meses y en los últimos días pasó a convertirse en una singular noticia: como una forma de reafirmar que aquellos pagos son territorio argentino, obtuvo una partida de nacimiento (previa autorización, claro está, judicial), que le daba a Peter Mc Leod, nacido en Puerto Stanley, nuestra nacionalidad.

Y quizás por no tratarse de un argentino común, ya que vivió la mayor prte de su existencia en las islas Malvinas, la misma presidente de la República se encargó ese día de entregarle en la Casa de Gobierno el documento respectivo. Entonces, pienso. Pedro Mc Leod, un hombre de apenas cuarenta años, casado, con cuatro hijos, y de marcado aspecto sajón, empezaba a partir de ese momento a descubrir, quizás definitivamente. La ciudad gigantesca de la cual oyó hablar tantas veces y tal vez ya sienta el asedio –no solamente de los periodistas- sino también de muchos que quieran conocerlo de cerca, saber cómo vive, como piensa y por qué, definitiva. Se nacionalizó argentino.

-¿Por qué lo hizo?

-No lo hice, como todo el mundo supone como un desafío argentino a la tan zarandeada soberanía de las islas. Simplemente, tuve un solo propósito: trabajar fuerte y ver con mis propios ojos este mundo tan desconocido y distinto. Este mundo que desde hace tiempo es centro de numerosos litigios. Los malvinenses son buenos amigos nuestros. Recién ahora están mirando con más interés a la Argentina. El hecho de proseguir conversaciones a nivel oficial para establecer relaciones es un buen paso para que los malvinenses conozcan a la Argentina  a los argentinos. Al parecer la base de todo  son las conversaciones sobre comunicaciones,  traslados y servicios médicos.


Antes de que le formule la siguiente pregunta Mc Leod me interrumpe. Y recuerda la siguiente anécdota:

 

-Estuve en la Plaza de Mayo el día que los trabajadores se reunieron para agradecer la promulgación de la Ley de Contrato de Trabajo. A pesar del vallado me ubiqué en la primera fila, frente al balcón presidencial. Escuché las palabras de la presidente y a su término grité varias veces:  “Viva María Estela. Viva María Estela…” De pronto se acercó una persona –Juan Déboli, asesor de la Administración Nacional de Aduanas- y me preguntó:

-¿Usted es inglés?

-No –le contesté- argentino…

-Sin embargo, tiene un marcado acento británico…¿Dónde nació?

-En las Malvinas, pero quiero ser argentino…¿Y sabe por qué? Porque me siento verdaderamente argentino y quiero tener las misma obligaciones y derechos de todos mis compatriotas. Nuestras Malvinas están lejos geográficamente, pero muy cerca en el espacio y las comunicaciones. ¡Es una distancia irreal…

“HAY CUATROCIENTOS MAS…”

Pedro Mc Leod recorre despaciosamente la Plaza San Martín, se detiene luego en la avenida Santa Fe y observa algunos negocios. Contesta algunas preguntas cuando algún curioso nota que lo están fotografiando. Es evidente que se asusta un poco de un vértigo al que no está acostumbrado.

-¿Cómo es la vida de ustedes en las islas?

-Ordenada y tranquila. Puerto Stanley parece a cualquier hora del día, una aldea sin vida, es rarísimo encontrar un caminante por las calles, y solo alguna barca navega lentamente por la bahía o un grupo de obreros cargando cimientos dan el síntoma que el pueblo tiene, además de su paz y su silencio, su trajín cotidiano. Mi familia, mi esposa y mis cuatro hijos –de 22, 16, 10 y 9 años- viven en Londres. Es decir que mi vida estando en Stanley  es relativamente solitaria. Se puede ir al único cine que hay los fines de semana, generalmente a ver películas británicas o norteamericanas. También se leen diarios y revistas argentinos (“La razón, La Nación y GENTE, nos las envían desde Buenos Aires) y los fines de semana es común reunirse en alguna casa para comer un plato único malvinense: el cordero asado con papas. En verano se aprovecha para practicar fútbol, tenis, golf, cricket. Por otra parte en las Malvinas hay un automóvil cada dos personas y a las 10 de la noche todos sus habitantes –unos 3.000 en total- están descansando. Por supuesto, hay muy poca vida nocturna, con excepción de la gente que va a las tabernas a tomar whisky, gin o cerveza…

Pide una gaseosa y rememora sus estudios por correspondencia a Inglaterra, de radiotelegrafista, durante cinco años y un curso de matemáticas que quedó inconcluso, cuenta también que antes de venir a Buenos Aires trabajaba en la base ballenera de South Georgia, como operador. Ganaba unas 1500 libras esterlinas mensuales. “Era poco” –me dice- Eso, me asegura fue lo que lo decidió a subir a Buenos Aires. El viaje desde las Malvinas le demoró casi un día, viajó en un avión de LADE hasta Comodoro Rivadavia, y en otro, a la capital. Los primeros meses –a principios de este año-empezó a trabajar de distintos lugares. En una empresa portuaria primero y otra de decoración posteriormente.

“Tuve mala suerte. ¿Por qué? Porque me pesqué una congestión pulmonar y luego eso si que es andar con el pie torcido, tuve tres fracturas en el pie al pisar una baldosa floja…” Con todo, Déboli, el asesor de la Administración Nacional de Aduanas, le consiguió un puesto en YPF, en las Malvinas. “No sé si me voy a quedar en la isla, o en algún barco como radiotelegrafista. Lo importante va a ser estrechar vínculos entre malvinenses y argentinos”



 -Mc Leod. ¿Cómo nos ven desde las islas?

-Lamentablemente solo una minoría cree beneficiosa la unión con la Argentina. A otros, en cambio, no les importa, en especial si se mantiene el alto nivel de vida. Con todo hay unos cuatrocientos malvinenses que tienen interés en adquirir la ciudadanía argentina. En realidad, desconocen lo que es Sudamérica. Allá se lleva una vida tranquila. No quieren vivir con sobresaltos..

-¿Con quién vive en las islas?

-Solo, pero tengo muchos amigos. Siempre tengo presente a mis hijos.

-¿Hay alguna forma de estar comunicados con Argentina?

-Ahora si, pero en general se sabe muy poco de Argentina, nuestro país. A pesar de ello el interés crece, los vuelos ayudan.

-¿Se sabe de la política argentina allí?

-Desde hace unos dos años que se sabe “algo”, me lo marca con un gesto muy especial-, en particular el proceso que desencadenó la asunción del mando por tercera vez del general Perón. Quizá el malvinense no tenga mucho tiempo de ocuparse de nuestra política, ya que se encuentra ocupado en trámites en el Registro Civil. Sigue la charla mientras se sienta en un banco de la Plaza de Mayo, con el fondo de la Casa de Gobierno. Me remarca la proverbial hospitalidad de los malvinenses, aunque el turismo, me dice, no existe, como tal si bien algunos habitantes suelen esperanzarse con la probabilidad. La conversación se generaliza. Hablamos de las casas de bebidas, de las partidas de dados, el juego más popular de las islas, y de un sitio privilegiado (el “Globe”) que se levanta a unos metros del muelle de Puerto Stanley, y que reúne a ancianos, jóvenes, mujeres, mineros y obreros. No escapa tampoco al comentario de Mc Leod la Catedral malvinense (“la más austral del mundo”, asegura).

-Mc Leod ¿qué le parece Buenos Aires?

-Es una ciudad encantadora. Da gusto caminar por sus calles, por sus avenidas. Es un recreo para la vista. Qizás lo que más me cuesta acostumbrarme es a los ruidos, a los bocinazos, al vértigo de la gente siempre apurada. Sin embargo, Buenos Aires, es maravillosa. Quisiera que usted diga a todos los argentinos que estoy muy emocionado por tanto cariño y tanta solidaridad.

-¿Qué piensan en las Malvinas sobre una eventual devolución o integración de las islas a nuestro país?

-Es un tema que escapa en realidad a los malvinenses. Ellos se limitan a decir que es una cuestión entre los gobiernos del Reino Unido y la Argentina. Y punto.

-¿Allá hay hippies?

-No, para nada. Ese es un lujo que se dan los londinenses. Las condiciones de vida en Puerto Stanley son muy duras. No hay plazas… Allí hay que trabajar duro. Diez-doce horas por día sin parar…

Peter –perdón, Pedro- Mc Leod parece momentáneamente o, quizás definitivamente, dar por concluido el reportaje.

Una vez más se entretiene con las palomas y alza la vista hacia la casa de Gobierno. Hay en su rostro una especie de satisfacción. De pronto su mano acaricia la cabeza de un niño. Le dice dos o tres cosas. Naturalmente le pregunta por su nombre.

-Usted me dijo que tenía cuatro hijos, ¿no?

-Si, cuatro. Me gustan mucho los chicos.

-¿Va a tener más hijos?

-Si. ¿Y sabe por qué? Porque quiero que sean argentinos. No olvide que soy un argentino nacido en Malvinas.

-Por supuesto…



Jorge Monti

Fotos: Ricardo Alfieri.

Revista Gente 4134 – 31 de octubre de 1974.

 

 

 

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