ALGUNOS RECUERDOS CON MAESTROS

 

Vamos por la foto. Allí me verán en Estancia La Porteña con la señorita Olga de Canga que fuera mi maestra de primero superior. Ese tiempo de infancia se dió a partir del mes de mayo de 1960, cuando la familia regresó a Río Grande. Escenario el Colegio Ceferino Namuncurá, colegio salesiano dirigido entonces por el párroco Natalio Astolfo. ¡Que dulzura mi maestra! En Punta Arenas había hecho el silabario y primer año con un maestro que tenía la potestad de castigarse físicamente si tu rendimiento no era bueno. Yo me salvé de la zurra, pero vivía intimidado. Esto se daba con conocimiento de los padres, que eran partidarios de el: Dele nomás.

De se maestro me olvidé su nombre aunque con los años visité el aula de la mi infancia que ahora lleva su nombre. Lo anoté en alguna parte pero ahora no lo encuentro.

La señorita de Canga era una mujer seria y delicada, a una veintena de pibes nos iba instruyendo en la aritmética y el castellano. Y allí apareció la gran dificultad de esos tiempos: la tabla del 3. Yo había entrado al regresar al segundo grado, que era el que cursaba en Chile, pero mi aprendizaje era inferior al de Argentina, así que pasé al primero superior, y con lo de la tabla pensé que podría seguir descendiendo. Mientras tanto comencé a disfrutar del cuaderno y el libro de lectura forrados en papel araña verde.

Yo estaba sentado en uno de los primeros bancos, que se les llamaba pupitres, para ver mejor el pizarrón, tenía un espacio para colocar el tintero, que era moderno e involcable, porque se escribía con pluma. Y con lápiz como necesario borrador.

La maestra no tardó en darse cuenta que tenía un problema visual y lo charló con mi madre. Tenía que ser visto por un profesional y posiblemente usar anteojos. Y así salimos hacía Punta Arenas, donde me atendió el doctor Borgoño.., volvi algunas semanas después hecho un "cuatro ojos", el único del colegio, por recomendación de la maestra dejaba en sus manos los espejuelos al salir en cada recreo. Pero casi a fin de año la maestra anunció que vendría una suplente, y así la comencé a valorar a Salma Líbano de Raful.

A la señorita de Raful ya la teníamos vista todos los chicos puesto que atendía en algunos momentos en la carnicería de su esposo, aunque todos decíamos que eran la carnicería de Onofre -Andrade- el ocurrente carnicero.

Con la señorita Salma la pelea fue las tabalas, pero del 5 al 10. Pero llegó un momento problemas de salud en la familia. Mi padre debía ser operado de un quiste intestinal,  y nos recomendaron al doctor Pampiega, un cirujano de origen paraguayo, que trabajaba en dupla con Perales, un hombre que diagnosticaba males y recetaba yuyos de Labortorios Frin.

Por dos meses concurrí al salesiano de gallegos, donde había una infinidad de curas que te sorprendían en el aula, yo debía prepararme para la primera comunión, y volví afilado a Río Grande demostrando mi buena memoria, y mis conductas dogmáaticas.

Aquel año también la maestra tomo licencia, y el cura oficiaba de reemplazante, tardé años en saber que estas jóvenes mujeres se estaban tomando licencia por maternidad.

Nombro a mis dos queridas maestras y destaco que están con vida, y ahora son estancieras.

Para el tercer año hubo un cambio en la dirección del colegio, llegó el Padre Natalio Astolfo que con el Padre Zink, integraba la plana mayor del establecimiento. Y llegaron varios maestros varones. A los de tercero nos tocó el maestro Norman Tornini, y comenzamos a tener clase tanto a la mañana como a la tarde. El maestro venía de Lomas de Zamora y gustaba de pintar, salir a caminar con los alumos por la playa, hacer un reconocimiento de la naturaleza. Castigaba con su regla las manos de los díscolos e inaplicados, y torcía voluntades: yo llenaba mi cuaderno con dibujos de las historietas que solía leer, y el me obligó a salir dela caricatura.., tendría que haberle hecho caso, pero me sentí desalentado. Con los años volví a verlo, en un Congreso de Cultura, donde el representaba la provincia de Río Negro.

En cuarto llegó la Señorita Norma, estaba casada con el sereno del flamante Hotel los Yaganes. La maestra era entrerriana, llegaba a casa y tomaba mate, tenía tres hijas y les cosía de continuo en la máquina de mamá. Norma siguió como Norman sacándonos continuamente a pasear los días lindos. Un día descubrimos en la playa un pinguino emperador. Se lo llevó a Yaganes, y todos los niños del pueblo fueron a visitarlos. La señorita de Cuarto Grado estimuló mi cuestión literaria, y con ello para un 25 de mayo publicaro un pequeño poema mío, mi primicia como lo que sería después.

Estos dos maestros pasaron un año por Río Grande, y después se fueron buscando mejores escenarios.

En quinto y sexto sería diferente. Las maestras eran esposas de militares, y permanecían el año traslado. Ya para entonces se había unificado el calendario escolar, y los de la escuela fiscal no tenían largas vacaciones de invierno. Las maestras aquellas pasaban de una escuela a otra llegando en el colectivo de la Base Naval. Ellas fueron la señora de Piúman, y la de Carrilero, en el BIM 5 había una compañía que llevaba el nombre de oficial consorte.

Había una suerte de deserción y después de cuarto disminuía el número de alumnos. Ya no se recibían repitentes. Y en 1965 recibimos a los primeros pacticantes del magisterio que funcionaba en el Istituto Secundario todavía dependiente del obispado. Pablo Faletti, Tito Soto, José Lodeiro, Lucía Karf y una chica de Ushuaia -Irma Macías- fueron dándonos clases extraordinarias: se gastaban todo en material didáctico.

Paso a recordar que en mi quinto y sexto también hubo licencias maternales,aunque en esos casos los ocho pibes pasábamos a la sala de maestros donde nos enseñaba el padre José Forgacs. Recuerdo que me mandaba a depositar en el Banco Nación,  todos los lunes, la recaudación de las limosnas del fin de semana. Y por otra parte teníamos cuadernos de caligrafía donde ya escribíamos con lapiceras Shefer, que era como una segunda marca de las Parker.

Si teníamos algunos problemas con las reglas de tres simples, y compuestas entre el Zink y Forgacs aparecieron enseñanzas mas eficientes.

La memoria se activó más allá de lo que pensaba en Fernanda Maidana que trabajó dentro de la UNTDF para avivar memoria sobre el proceso educativo local.









Encontré esta otra relación dada en 2016, sobre mi mastro de tercer grado, sobre el cuano he venido agregando otras relaciones proudicidas en Río Negro.
Mi maestro de tercero fue un artista. Teníamos horario desdoblado y al volver de almorzar encontrábamos dibujados los dos pizarrones para las clases de desenvolvimiento. Solía sacarnos a pasear y recorrimos la playa, y cada rincón del pueblo. Sacaba dinero de su bolsillo para comprarnos golosinas. Nos zurraba de distintas maneras para encarrilarnos, eso lo permitían los curas y nuestros padres. Un día mató nuestras cigüeñas explicándonos como nacían los niños. Muchos años después vino por un encuentro patagónico de cultura, era director del área en Río Negro donde había hecho su vida. Lo lleve para que viera a Cototo Cheuquel, su alumno más sufrido. Lo recordaba como un pequeño aborigen. Norman Tornini formó parte de un puñado de maestros varones que llegaron al Ceferino, algunos de ellos se quedaron.
El tema de la cigueña fue todo un tema. Nos pidió que comentra su clase en casa con nuestros padres. Al salir de la escuela ya había algunos compañeros para los cuales el tema no era ninguna novedad. Fueron de los que no llevaron el tema a su casa. Los que así lo hicimos, yo fui uno de ellos descubrimos que el tema generó en los viejos cierta incomodidad, y cierto alivio a la vez. Mi padre preguntó si había hecho dibujos en el pizarrón, y yo le dije que no. Al día siguiente cuando se trató el tema en clase un compañerito dijo: Mi papá dice que no me trajo la cigueña, que yo nací de un repollo. El maestro entre las risas de los chicos guardó silencio y dijo: Decile a tu padre que él nació de un zapallo. Al día siguiente el vimos al padre -que era militar- hablando con el director.
Otro de los chicos comentó que su perra estaba por parir, el maestro fue hasta la casa y preguntó si podíamos ir a verla. Así quedó todo convenido, y a la tarde siguiente fuimos a ver a la perra gorda, y preguntamos a la madre y una hermana del amigo como había sido la cosa.
A los comos días fuimos a ver los cachorritos.
Yo era hijo único, pero varios compañeros que habian tenido hermanos no advirtieron en embarazo materno.
Todas las reacciones:
Ana Gutierrez, Piki Guenchur y 75 personas más
16 comentarios
2 veces compartido
Me gusta
Comentar
Compartir


No hay comentarios: