¿Cómo cobrarían los prelados el dinero
adeudado?
Un buen día llegaron con el director al frente
a visitar el negocio del “flamante casado”, llegaron con su “listita” cargaron
toda la mercadería y sobre la pregunta de cómo se pagaría, dijo el gordo
sacerdote: -“Anote nomás”.
El trámite tácitamente encarado era propio de
aquellos años, y pasaron los pedidos y los meses, el invierno y el verano,
mientras l cuenta subía. El comerciante pensó que con la venta de los corderos
vendría el pago, pero nada pasó; inquieto en alguna medida esperó la venta de
la lana para que la situación se regularizara, pero de los curas.. ni noticias.
Un buen día mientras la comparsa de muchachos
que estudiaban con los curas cargaba un nuevo envío, nuestro comerciante le
pidió al dependiente que lo hiciera pasar a nuestro curita: -“El jefe le pide
que se moleste, Padrecito...” –“No hay de que molestarse, M’hijo” – dijo y se
fue para el fondo. Allí sacando palabras de no sé dónde, porque con el poder de
Dios por más herejías que se cometan en la tierra, no se puede andar mal,
nuestro comerciante le dio a entender que ya todos los pobladores –vendida la
lana y vendida la carne- se habían puesto al día. Fue entonces cuando el
voluminoso sacerdote, sin más que para disponerse a salir, se puso de pié
haciendo rechinar de alivio al tosco sillón en que recibiera los argumentos del
cobrante, y al llegar a la puerta de la oficina se volvió para decir con un tuteo que cerraba el trámite: -“Te
quedaste con la estancia, te quedaste con la viuda, y también te querés quedar
con la plata de las ovejas”.
* * *
El cuento este que alguien me contó que se lo
contaron, me sirve de pie para recordar al padre Aurelio Muñoz del Val, nombre
insigne de la labor salesiana en
No fui alumno del Padre Muñoz, si me gustaba
escucharlo en la misa, o en las transmisiones deportivas de Radio Misión –de la
que fue mentor material y espiritual- en una afición que luego llevaría a la
provincia de Santa Cruz donde sería relator de automovilismo.
Guardo sí, algunas referencias que dibujan su
personalidad, ésta que sigue fue dicha pro el Ingeniero Guarnieri la noche en
que en el Campamento Central de YPF, en 1979 se recordaban los 30 años del
descubrimiento de hidrocarburos en el sector argentino de
Yo no estaba allí, cumplía mi turno en
estudios en tanto que, en exteriores, Michel Bercier y Enrique Bischof
transmitían todo lo que ocurría. La prudencia ante lo histórico me llevó a
grabar primero y guardar después estas palabras de aquel primer jefe de YPF en
Río Grande, donde se analiza también el tema de la apropiación en aquello
tiempos: “También quiero recordar la gran ayuda que nos dieron los salesianos
de
* *
¿Qué
cómo era el Padre Muñoz?
Intransigente muchas veces. Intolerante a
veces. Imponente... y no sólo por su peso que era el lado enfermo que trataba
de superar y que le generó los trastornos que pusieron su salud en vilo en más
de una oportunidad.
Pero hay que recordar su capacidad intelectual
para la cita, para ordenar y clasificar información científica: un obsesivo cultor de la memoria, pero de la
memoria de la razón. Sus alumnos hablaban de esa lucha suya por convertirlos,
de hecho y de derecho, en seres pensantes. Pero además el Padre Muñoz resultaba
imponente cuando trataba a la autoridad, no por que lo tratara de igual a igual,
siempre se sentía que él estaba por encima de los poderosos del momento; no sé
si por derechos divinos o por sentirse fiel intérprete de los sentimientos
colectivos.
Y para muestra transcribimos lo que queda en
Kayén, de agosto de 1957 cuando al
visitar Río Grande el primer Gobernador bajo el imperio del Decreto-Ley 2191,
alguien debió dirigirle la palabra en representación de las fuerzas vivas, y
bien sea por que la mayoría era parca o temerosa, o por que el Padre Muñoz
reunía toda la fuerza y toda la viveza criolla que se podía esperar en nuestra incipiente “capital económica”,
allí estuvo él con estos conceptos:
“Me tomo la libertad, señor Gobernador, de
interpretar en este momento, el sentir del pueblo y V.E. sabrá disculpar si
empleo el lenguaje de sinceridad que usamos aquí en Río Grande y hablo de los
Don Camilo (risas)”.
“Llevo diez años en el Territorio y creo que
mis palabras en este momento serán de peso (muchas risas) (146 kilos). En
primer lugar, quiero manifestar la grata impresión que nos ha causado las
palabras de V.E. que no solo revelan vuestra buena voluntad y sinceridad, sino
también la cultura y sinceridad que poseéis y que hacen honor al arma que os
formó”.
“Pero permítame que apoyado en la confianza
que inspiraron vuestras palabras, vuelva recordando la impresión saludable que
os causara la visita a Río Grande, y os insisto por esto en algo que es de
capital importancia: habéis visto la pujanza del comercio y la vitalidad de
esta población, en esto yo puedo opinar con libertad por que no estoy ligado a
ninguna actividad que me lo impida y por que no soy comerciante (mi único
comercio consiste en pedir limosnas) (risas)”.
“Ushuaia lejos de ser un elemento para
favorecer el turismo, se convertirá en una nueva forma para poder esquilmar el
pueblo de Río Grande. Por eso sostengo Excelentísimo Señor, que dada la
actividad comercial y cultural de este
pueblo con el petróleo que hoy aflora en superficie, Río Grande debe estar
representado en el plan administrativo en la forma que corresponda, que pide y
exige la importancia de su comercio y la riqueza de su suelo (muchos
aplausos)”.
No creo que muchos gobernantes hayan recibido
de entrada nomás una cruda radiografía de lo que se ha hecho y de lo que hay
que hacer en esta isla antes de aquel 8 de agosto de 1957 en que el pueblo de
Río Grande en el sermón del Padre Muñoz entregó un petitorio de futuro al
gobernador Pedro Carlos Florido... Todavía no se había designado al frente de
la intendencia al Director de Kayen: René Albino Piñero, pero estamos seguros
que de no haber sido clérigo el Padre Muñoz habría sido el mejor abogado de los
intereses comunitarios.
Se cuenta que él fue el inventor de la famosa
frase: Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires.
Mi primera conversación con el Padre Muñoz fue
durante una confesión previa a mi confirmación. Yo me esperaba la peor de las
penitencias de quien se nos presentaba como un “ogro, con sotana”. Solo
recuerdo que esta no se dio y en su lugar un conjunto de palabras edificantes
me convenció que lo importante era el arrepentimiento, que la culpa no debía
estrangular mi felicidad, y que además de ello mis pecados no figuraban en el
Código Penal.
La última vez que tuve la oportunidad de
conversar con el Padre Aurelio lo hice telefónicamente luego que en cadena
nacional me enterara de un premio que se otorgaran en su rol de educador.
Estaba en Las Heras, y esos que siempre hablan decían que era una
responsabilidad inferior a su capacidad la que estaba encarando por mandato de
sus superiores, en otras palabras: que estaba castigado.
No se cuándo ni dónde nació, no sé.., o más
bien no quise revisar mis papeles para saber cuando se murió. Supongo que los
salesianos habrán preparado en su momento la conceptuosa necrológica que se
merecía. Yo simplemente he querido que siga vivo: como lo esta en AGP en una
callecita que nunca lo vio andar, como está en las anécdotas que lo muestran
como un travieso “expropiador”.
Foto: Muñoz entre el flautista Nacaratto y el General Onganía.
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