Botella llena y botella abierta.

 


Un día sin trabajo, y sin previo aviso, llegaban visitas a casa. Hoy recuerdo a dos de ellas como si fuera cosa de todos las semanas y pienso que -en realidad- se habría dado de tanto en tanto puesto que los tíos -Pedro y Casiano- trabajaban en tareas rurales y su bajada al pueblo era esporádica.

Los dos tenían una particularidad a diferencia de otros visitantes: Pedro llegaba con una botella embotellada de vino, todo un lujo para esa época, y Casiano hacía lo mismo. Pero mientras uno la traía sin descorchar el otro la taría abierta y con algo de contenido faltante.

Esa situación fue observada por mi que ya me gustaba poner nombres a la gente. Y uno era El tío Botella llena, y otro El tío Botella abierta.

Lo dije una y mil veces y mis padres nunca dieron opinión sobre el hecho.

Pero pasado cierto tiempo se dió la ocasión que calleron ambos por casa en el mismo momento y en la misma circunstancia: comer un asado de capón al horno -con harto orégano-, más la ensalada con lechuga de la quinta.

Las dos botellas fueron puestas sobre la mesa que debío ser corrida de la pared para dar cabida a los invitados.

Y en un momento se me ocurrió preguntar: Tíos. ¿Por qué uno trae la botella sin corcho, y otro descorchada?

Y Pedro dijo: ¡Tal vez Casiano pensó que no habría destapador en casa! A lo que el otro dijo: Yo vengo siempre con la botella abierta. Y algo de su contenido consumido, para ver si el vino no viene picado.

Mi padre sonrió como solo el sabía hacerlo: socarronamente. Destapó la botella de Pedro, y llenó su vaso con el contenido de los dos obsequios.

El vino era marca Canale. Yo era chico, no me dejaron ni oler el corcho, y Casiano me dijo: Si querés Canale conformate con los bizcochos. 

Tal vez uno de esos brindis fue en un Día del Trabajador.

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