ISLA DE LOS ESTADOS Por el alférez de navío ISAAC F. ROJAS


antes de alcanzar notoriedad por su participación en la caída de Perón, el joven marino conoció nuestro islario y participó de la exploración hidrográfica en el área de la siempre misteriosa Isla de los Estados.

 

Sus escritos de aquel momento nos proporcionan información sobre las particularidades de la tarea y, dentro de lo lacónico del informe del joven militar, nos da detalles sobre la vida marinera de hace más de 90 años en tan particulares latitudes de la patria.

 

A fines de octubre de 1933 zarpó del puerto de la Capital el buque oceanográfico “San Juan”, rumbo a Tierra del Fuego, al mando del teniente de navío Gabriel Malleville. Llevaba como misión principal iniciar el relevamiento hidrográfico de la Isla de los Estados, conjuntamente con el “San Luis”, buque que entonces se alistaba para la campaña y en la cual se embarcaría el capitán de fragata Alberto D. Brunet, jefe de la Comisión.

Los numerosos puertos a levantar, el interés por conocer su interior, del que los únicos datos que se tenían –prevenientes de la expedición de Bove (año 1882, Corbeta “Cabo de Hornos”) y que por otra parte se refieren solamente a la zona Este de la Isla, desde Puerto Parry y hacia Cabo San Juan –prometían una serie no despreciable de dificultades a vencer; en fin, el convencimiento de que esta vez iba a develarse definitiva y totalmente este lejano y solitario pedazo del suelo argentino, hacía que fuese general la impaciencia por empezar los trabajos.

Pero, mientras el “San Luis” terminaba su adiestramiento, el “San Juan” tuvo que realizar en la Tierra del Fuego, un trabajo complementario de los efectuados en su anterior campaña (1933-1934).

Así fue que recién a mediados de diciembre, después de embarcar a todo el personal destacado y campamentos, pusimos proa a la Isla de los Estados, recalando en San Juan de Salvamento el 26 de diciembre. Allí esperamos la llegada del “San Luis” después de lo cual zarpamos para Ushuaia donde se completó combustible y víveres.

En los primeros días del año en curso volvimos a la Isla, entrando en puerto Cook donde encontramos al “San Luis”. Recibidas de él las últimas instrucciones zarpamos para la costa sur de la isla, franqueamos el Le Maire y fondeamos entre el islote Alejandro y la costa, a poca distancia de caleta Brent, donde se instaló un mareómetro y se dejó personal para su observación-.

De regreso para el norte se instaló un campamento análogo en bahía Crossley, y poco después el “San Juan” fondeaba en puerto Parry (1). Este es fácil de reconocer, pues resulta exactísima su descripción por el teniente Kendall en el “Narrative of Vogage to the South and Atlantic Ocean” Vol. II, pág. 260. En la margen oriental de su entrada se levanta casi aislado, cónico y bastante regular, el monte Auckland al que escalaron los miembros de la expedición Bove en 1882; el alférez de navío Marcó del Pont, de nuestro buque, encontró en su cima una botella conteniendo una banderita italiana y un papel que se desmenuzó al extraerse.

Anclamos en el fondo de la bahía interior, en 17 brazas de agua, buen tenedero de arena fina; y en lo sucesivo  éste fue el fondeadero habitual del “San Juan”, diríamos su base de operaciones.

Este puerto, que es el mayor de la isla, amén de absolutamente abrigado a todos los vientos y de recalada segura y fácil. Las piedras o islotes de su entrada e interior no constituyen un inconveniente, pues sobre las que no velan crece abundante cachiyuyo.

Al día siguiente de llegar, comenzó a soplar un fuerte viento ONO, acompañado de chubascos de agua cada 10 ó 15 minutos. Las rachas, descendiendo de distintas direcciones por las faldas de los montes, pulverizaban el agua y azotaban rudamente al buque, haciéndolo bornear casi 180°. Sin embargo no garreó, y aguantó perfectamente el mal tiempo.

Durante la noche el tiempo se compuso notablemente y el día siguiente amaneció espléndido, sin una nube y soplando una brisa suave del Oeste.

 Bajo estos auspicios favorables se inició nuestro trabajo, al que debimos imprimir un ritmo acelerado, pues el tiempo disponible era escaso. El “San Luis” nos aventajaba en veinte días de trabajo y era necesario ponerse a la par.

De acuerdo al plan general de la comisión, el “San Luis” debía relevar la parte oriental de la isla y el “San Juan” la occidental; la línea divisoria entre ambas sería la de Cabo Colnett a cabo Webstar. Cada buque efectuaría una triangulación regular, y ambas se unirían en el centro de la isla; además cada buque haría el relevamiento completo de todos los puertos poligonales en toda la costa norte, y sondajes y observaciones de marea en distintos puntos.

 

Triangulación principal

 

  El segundo comandante teniente Feilberg y yo, a cargo ambos de la triangulación principal y de unión de puertos, iniciamos el reconocimiento de la zona adyacente a puerto Parry, efectuando numerosas ascensiones a diferentes montes de ambas orillas; esta tarea nos ocupó diez días. El primer monte que escalé y al que denominamos Fantasma por su coloración blanquecina y su aspecto imponente visto desde caleta Brent, queda casi exactamente entre puerto Parry y aquella, un tanto al Este, descendiendo sobre esta última abruptamente.

Por regla general el trayecto se divide en tres zonas. La primera desde la costa hasta los 200 ú 250 metros de altura, es la más difícil, cansadora y molesta, por sus inmensas turbales, blandos y húmedos, sus montes de tupida maleza y arbustos espinosos (calafate) en sorprendente abundancia, sus innumerables troncos podridos en el suelo –que con el tiempo formarán parte de la turba-, sus chorillos a cada paso, grandes y pequeños, que a veces utilizábamos para subir pisando su lecho de piedras, y por último la falta de visión y de puntos de referencia a causa de la exuberante vegetación.

La segunda zona, a continuación de la anterior, es más fácil. El suelo está cubierto de turba más dura y de grandes manchones de “lastenia”, pequeña planta de hojitas alargadas y recias, color verde claro, que crece sobre la turba, y a la que siempre elegíamos para caminar. En nuestras numerosas exploraciones la exclamación: ¡allí hay lastenia! Siempre era bienvenida como promesa de descanso; en cambio los turbales blandos, esponjosos, daban la impresión de marchar sobre una espesa capa de lana bien escardada, donde era difícil mantener la verticalidad del cuerpo.

Esta clase de turba es la que cubre la península que termina en cabo San Antonio, el triángulo que naciendo en la falda norte del monte Auckland remata en cabo Colnett, el alto terraplén que termina en el cabo San Bartolomé y en general toda la parte de la isla, desde Bahía Flindera hasta el estrecho La Maire, donde no hay cerros abruptos y donde la piedra aflora en contados lugares.

En esta segunda zona no se ve ya monte tupido, y comienza a percibirse la piedra pelada. Hay también grandes extensiones cubiertas de “ñire”, arbusto bajo y achaparrado, de hojitas rojizas, que crece apretado y dificulta enormemente la marcha. Invariablemente evitábamos atravesar el “ñire”, prefiriendo cualquier otro camino aunque fuese más largo.

Con todo esta segunda zona, que llega hasta los 400 metros de altura, es preferible a la primera, porque en ella se ve claramente el camino a seguir.

En la tercera y última zona predomina casi en absoluto la roca, compacta o en bloques grandes y pequeños, entre cuyas grietas se depositan frecuentemente la nieve y el granizo. El trayecto en ella ofrece las más inesperadas alternativas, profundos precipicios, paredes perpendiculares, o extensas lagunas; estas abundan en la isla.

En estas alturas yano se oye el rumor del mar, ni el grito de los lobos, y comienza a imponerse el espíritu de una sensación de soledad, de silencio infinito, solo perturbado por el aleteo o el graznido de algún buitre que nunca falta en la vertical del excursionista, describiendo amplios círculos sobre su cabeza, con deseos que es fácil imaginar.

Nuestro reconocimiento en puerto Parry remató en la elección de un pico de 686 metros sobre su costa E., que con una de las Año Nuevo formaron el lado de enlace entre nuestra triangulación y la del San Luis. Desde el mismo, donde el alférez Marcó del Pont erigió más tarde una señal de 4 m. dee altura (vértice 25), se ven casi todos los montes de la isla, los cabos Webster y San antonio, el islote alejandro, puerto Celular, Bahía SW, puerto Parry, bahía Cork; pertenece a la misma cadena del Auckland y del Fastasma, de la cual dijera el teniente Bove, observándola desde la costa del puerto Roca:

“A uno y otro lado los montes Bucklan y Roma, cual dos inmensos gigantes que quisieran impedir la entrada; en el fondo una cumbre negra, escarpada, dentada, amenazadora, que nunca fue hollada por pie humano y que quizá nunca lo sea” (Expedición Argentina a las tierras y mares australes. Teniente Giácomo Bove. Página 45).

En efecto, tal es el aspecto que presenta esta cadena desde donde la vió Bove, y así es su cima, llena de crestas abruptas  hacia el Este,, a cuyo pie se encuentra un inmenso lago, casi a nivel del mar y al que Bove denominó Laguna Lovisato en honor del geólogo de su expedición. Sin embargo esta cadena resultó escalable desde el puerto Parry y con bastante facilidad. En las últimas ascensiones, ya suficientemente entrenados, no tardábamos más de tres horas en subir al vértice 25.

Este pico, que elegimos pacientemente, a más de ser muy característico desde la entrada del puerto, por la pequeña cúpula hendida que tiene en su cima, nos permitió ejecutar una triangulación bien equilibrada, de pocos triángulos y de ángulos más que aceptables, cuya

                                     

influencia puede apreciarse en el error relativo  1/10.000 aproximadamente)                                                                                    del último lado de la triangulación (lado 28-29, sobre Le Maire), 10.000. Bien merece que se le bautice con algún nombre que recuerde la campaña del San Juan.

Dándose por descontado que el cabo San Antonio, por su posición destacada, sería otro de los vértices de triangulación y exigiría una señal que permitiera marcarla desde el mar durante las sondas, debimos continuar  el reconocimiento en la zona situada al sur de bahía Flinders, a fin de elegir un punto desde el que se viesen a la vez el cabo San Antonio, vértice 25, cabo San Bartolomé, 29 y baliza M 28, cerca de cabo Sud; estos ya eran vértices de la triangulación que une la isla con la Tierra del Fuego a través del estrecho Le Maire y que había sido efectuada por el San Juan el año anterior.

El buque nos trasladó a bahía Flinders donde acampamos a pocos metros de una de las playas de arena que se abren en su ángulo Sureste. Yo me destaqué al fondo de la bahía, y allí tuve oportunidad de estrenar una carpa tipo pequeño, de solo 12 kg. Y con capacidad para dos catres, la que resultó excelente, a prueba de agua. Desde allí efectuamos dos ascensiones, logrando dar con un pico no muy característico, pero suficientemente alto y bien situado como para llenar el cometido que ya se mencionó. Justamente al Sud de bahía Flinders, a unos 2.000 metros de la costa y a 200 de altura, se extiende de NE a SO un extenso lago entre dos cuchillas, de las que la del sur muy escarpada; en esta se halla situado el vértice 27, con cuya elección quedó prácticamente terminado el planeo de nuestra triangulación.

Posteriormente y siempre desde nuestra base de bahía Flinders llegamos al cabo San Antonio por el lomo de la península que la separa del gran sena entre cabo San Antonio y Colnett, después de haber intentado dos veces infructuosamente hacer el camino por la costa.

Trasladado después nuestro campamento al ángulo SW de bahía Flinders, efectuamos desde allí tres largas excursiones, al vértice 27, a bahía Crossley al cabo San Bartolomé, con el objeto de construir señales, reparar las existentes y medir los ángulos en el último punto.

Antes de emprender estos viajes el teniente Feilberg hizo abrir en el monte largas picadas que nos ahorraron horas de camino y facilitaron la marcha, especialmente al regresar al campamento al que siempre se llegaba de noche.

En esta zona vimos numerosas cabras, y en los días que permanecimos por cabo San Bartolomé, del 5 al 9 de marzo comimos carne de las mismas, muy sabrosas por cierto, tal como lo hiciera allí mismo el año anterior el alférez Sanz.

El 12 de marzo me separé del segundo comandante, a quien el buque trasladó después a bahía Crossley, desde donde es corta la distancia al vértice 28 (baliza M.), en el que midió los ángulos de la triangulación principal. No pudo medir otros ángulos por haber sido designado comandante del transporte Patagonia, de estación en Ushuaia.

Para medir los ángulos en el vértice 27, situado como ya he dicho entre bahías Flinders y SW, fue preciso instalar un campamento liviano intermedio, a dos horas de camino del campamento-base situado en el rincón sudoeste de bahía Flinders.. Desde aquél restaban aún tres horas de marcha ascendente hasta el lugar del trabajo, ubicado en un pico de 630 m. de altura.

Posteriormente se midieron los ángulos en los vértices 25 (puerto Parry) de 26 (cabo San Antonio), para lo cuál el buque trasladó campamento y personal a lugares de la costa lo más cercanos posibles.

En resumen, los vértices de nuestra triangulación principal fueron: 25 en puerto Parry, 26 en cabo San Antonio, 27 en el centro de la isla al sud de bahía Flinders, 28 cerca del cabo Sur, y 29 en cabo San Bartolomé. Los ángulos se midieron por el método Schreiber, aplicando peso 12, y se emplearon teodolitos de 1” de aproximación. Las mediciones eran interrumpidas frecuentemente por chubascos de agua, granizo o nieve, y muy dificultadas por las nubes que a veces se formaban o asentaban sobre las señales a colimar. El suelo, turboso en algunos vértices (26 y 28), obligó a tomar precauciones para evitar la frecuente desnivelación del instrumento. Con todo, los cierres obtenidos son muy buenos y su influencia en la precisión de la triangulación ha quedado de manifiesto en el dato que mencioné, referente al pequeño error relativo a la longitud del último lado de triangulación.

Las señales de los vértices se fabricaron con troncos de árboles, los que abundaban generalmente en las proximidades.

En la triangulación principal hecha por el San Juan no se midió base, sino que ella se apoyó en el lado 17-25 de la triangulación del San Luis.

 

RELEVAMIENTO  DE  PUERTOS.

 

Puertos Parry y Poner fueron levantados minuciosamente por el buque en la siguiente forma:

Bien al fondo de la bahía interior del puerto Parry, casi normal a su eje principal, hay una pequeña playa de arena y pedregullo, donde se midió una base de 250 metros, apoyando en ella una red de 21 triángulos, que cubre todo el puerto, con sus vértices sobre la orilla.

Esta red termina al NE en el vértice 221, situado cerca de punta Hecla en la falda del monte Auckland. Por el oeste  se extiende desde punta Isabel al oeste de la entrada del puerto, hasta punta Austin al este de la entrada a puerto Hoppner, continuando después hacia el oeste y suroeste hasta cubrir este puerto.

La configuración detallada de la costa y sus características se obtuvieron por poligonales taquimétricas que contorneaban por completo ambos puertos, apoyadas en los vértices de la triangulación ejecutada por el alférez  Sanz.

El hidrógrafo de 1° Agrimbau, de larga experiencia en comisiones hidrográficas y a cuyo cargo estuvieron estas y otras poligonales, hubo de vencer grandes dificultades en su ejecución, a causa del terreno escarpado en partes, de las costas a pique y de la tupida vegetación; pero los resultados obtenidos compensan ampliamente el esfuerzo desarrollado.

 

TRIANGULACION  SECUNDARIA

 

A fin de unir la triangulación de puertos a la principal, se desarrolló una red secundaria apoyada en el lado 26-27. Esta red cubre bahía Flinders, pasa por el sud del cabo San Antonio y se une en la entrada de puerto Hoppner a la triangulación de puertos, teniendo como vértice común el 233, situado en el islote a la entrada de aquél. En esta forma quedó perfectamente determinada la situación y orientación de puertos Parry y Hoppner con respecto a la red principal.

Los ángulos de esta red secundaria se midieron con el  mismo método e idéntica precisión que los de la principal. Uno de sus vértices, en proximidad del cabo Beaulieu, y el vértice 28 al SW de bahía Crossley, se utilizarán probablemente para continuar la red hacia esta bahía en la próxima comisión.

 

POLIGONALES  EXTERIORES.

 

Una línea de poligonal se extiende desde proximidades del cabo Beaulieu hasta cabo Colnett, donde se une a la efectuada hasta punta Conway por el San Luis. Se utilizó taquímetro, impuesto por las características de la costa.

Punta Hecla, en la entrada de puerto Parry, es abrupta. Luego se extiende asta cabo Colnett una playa de grandes guijarros, piedras sueltas y bloques morrénicos, que posiblemente llegaron hasta allí arrastrados por grandes masas de hielo que cubrían la isla. Esta costa, con viento del NO o del NE si éste ha soplado  con alguna persistencia, es absolutamente inabordable por las grandes rompientes que se forman, y que destrozarían a cualquier embarcación.

Bosques enmarañados cubren una barranca de esta playa, que en una oportunidad atravesamos bajo lluvia torrencial, acompañados por el doctor Castellanos, jefe de la sección Botánica del Museo de historia natural. Habíase desencadenado un violento temporal del NO, y las olas recalaban impetuosas en la bahía exterior del puerto Parry. En el interior del puerto, justamente al pie del monte Auckland, la lancha del buque diestramente maniobrada por el alférez Suárez Dóriga, hubo de realizar, para recogernos,,  peligrosas atracadas en la obscuridad. Como bolsas nos fuimos largando a la embarcación aprovechando las fracciones de segundo en que ésta permanecía suspendida en el lomo de una onda, y llegamos a bordo calados hasta los huesos, pero satisfechos del reconocimiento efectuado hasta cabo Colnett.

La costa de la península que termina en San Antonio es parecida a la que acabo de describir. En su extremo norte ella cae a pique sobre el mar, desprendiendo hacia el NO larga y peligrosa restinga de piedras puntiagudas, por las que en completa bajamar es posible doblar el cabo. En esta punta, donde el mar rompe con extraordinaria violencia, el viento y el agua pulveriza, azotando al operador, nos obligaron cierta vez a suspender la poligonal, dejándola para más tarde. A unos 200 metros de esta punta en dirección del puerto Hoppner, hay una pequeña playa de arena encerrada entre dos puntas de restinga, de donde tuvimos que desalojar a cinco enormes elefantes marinos que dormían agrupados en un rincón, justamente en el único lugar aparente para instalar nuestra carpa liviana. Cinco individuos dormimos allí esa noche, o mejor dicho, no pegamos los ojos por temor a la hora de la pleamar, la que felizmente no nos alcanzó.

Extraño concierto el que formaban los rugidos del mar al abatirse sobre los acantilados, los latigazos de la rompiente al desflecarse sobre la playa, el viento recorriendo todo un registro de sonidos entre las grietas y profundas hendiduras de la barranca, y los gritos de centenares de lobos que nadaban entre las restingas, y que a causa de nuestra intrusión no se animaban a regresar a la playa, su residencia de veraneo.

En casi toda la costa de la isla hemos visto cantidad de lobos de un pelo, pero ni uno solo de dos pelos, el fur seal de los ingleses.

En el ángulo SE de bahía Flinders hay cuatro playas de arena, en las que advertimos numerosos restos de barcos de madera, despojos sin duda de naufragios. Estas playas, y en particular las tres situadas más al sud, son abordables, aún con vientos del NO; no así el tramo de costa de cabo San Antonio, abierta al mar, llena de restingas y festoneda por ancha franja de cachiyuyo. Sin embargo, en días de calma o de viento moderado es posible abordar esta costa y la del lado este, con chinchorro y aún con lancha, en los puntos donde hay pequeñas playas de pedregullo, y eligiendo siempre los lugares protegidos por el cachiyuyo, que atenúa en algo la rompiente.

Promediaba el mes de abril y la campaña tocaba a su fin. Los días malos, inútiles para trabajar, se sucedían por persistencia irritante. Vientos del NO envolvían la isla en densas  capas de niebla por tres o cuatro días seguidos; y al saltar al SO, barríanla, es cierto, pero solo para reemplazarla por interminable serie de chubascos de nieve, agua o granizo, volviendo mínimo el rendimiento del trabajo.

 

En estos días y estando acampados en la costa del cabo San Antonio, sobre una de las playas de pedregullo situada a unos 1.500 metros de la punta, hacia puerto Hoppner, se desató un violento temporal del NE, que azotaba libremente la costa de nuestro campamento. El 13 de abril, a las cuatro de la madrugada, la rompiente de pleamar llegó asta el pie de las carpas, dándonos apenas el tiempo necesario para acarrear a una piedra más alta los víveres, camas y demás elementos. Pocas horas hacía que llegáramos de bahía

Flinders atravesando el lomo del cabo San Antonio, y a no mediar esta circunstancia afortunada  todo se lo hubiese llevado el mar que arrasó materialmente al pequeño murallón de pedregullo donde estaba el campamento. Asimismo túvonos apurados la marea, y, según subiese o bajase, nosotros hacíamos lo mismo, subiendo o bajando por la barranca adyacente.

Gran parte de la costa de había Flinders fue poligonaza por el alférez Fisher, quien hubo de pasar una noche con sus ayudantes dentro de una cueva de la barranca oeste, medio asfixiados con el humo de una hoguera encendida con ramas verdes, las únicas que había a mano.

En general, toda la costa sud de bahía Flinders es escarpada, sin playa, aunque abordable con poca mar en algunos puntos; tupida vegetación cubre la falda de los montes que caen a la bahía, en la que la mar recala libremente cuando sopla viento de los cuadrantes del norte. La costa del cabo Beaulieu sobre la bahía presenta algunas puntas a pique imposibles de salvar por la playa, pero en general es semejante a la del cabo San Antonio. Desde lejos puede advertirse que aquel cabo despide, como éste, grandes restingas, cuya exacta determinación quedó para la próxima campaña.

En cuanto a la costa sur de la isla, nada se hizo esta vez, por no encuadrar dentro del plan de trabajos, salvo el reconocimiento de caleta Brent y del fondeadero entre islote Alejandro y la costa, donde el San Juan aguantó un temporal bravo del SO. Caleta Brent constituye un excelente fondeadero para pequeñas embarcaciones, resguardado de todos los vientos, y con buen fondo de arena fina. Posiblemente se instale allí una base para los trabajos en la zona SO de la isla.

Desde el cabo San Bartolomé observamos hacia el Este un largo tramo de costa formado por acantilados de piedra de 250 metros de altura, sin el menor reparo contra los fuertes temporales del sud, tan frecuentes en esta zona. Se adivina asimismo la gran profundidad que debe haber a sus pies.

 

EL INTERIOR DE LA ISLA.

 

Toda la parte norte de la isla, desde cabo Colnett a cabo San Bartolomé y bahía Crossley, fue recorrida. La formación fundamental está cubierta de una espesa capa de turba que en algunos lugares, como en cabo San Antonio, alcanza a cuatro metros de espesor. A cada paso se encuentran lagunas. Hacia el sud de bahía Flinders, el terreno se eleva desde el oeste, formando un macizo de montes cuya cima es el pico central de un grupo de tres muy característicos que quedan justamente al sud del cabo San Antonio. Su altura es de 823 metros., y ya el doctor Lovisato los observó, al expresar en sus informes geológicos de la expedición Bove:

“He dado 850 mts. Como límite superior, porque más allá del monte Fitton, entre puerto de la Nutria (2) y bahía Flinders, antes que la isla termine en una explanada, a su extremo occidental, hay tres picos que supongo sean los más elevados de la isla, y que seguramente no tienen una altura superior a 850 metros”.

La fotografía N° 3 representa a estos montes vistos desde bahía Flinders.

Este macizo central despide contrafuertes hacia puerto Parry y Hoppner, continuando por el sud del primero hacia el norte, hasta rematar en el monte Auckland, cuya falda oriental cae abruptamente sobre el lago Lovisato, situado entre puertos Roca Y Celular. Este lago separa por completo el sistema montañoso occidental del oriente.

Al sud de bahía Flinders y hacia bahía SO las alturas disminuyen gradualmente, y por lo que se ah observado, desde el vértice 27, parece que esta bahía fuese más profunda de lo que indican las cartas existentes.

 

OBSERVACIONES DE MAREAS.- SONDAS.

 

l San Juan instaló desde un principio dos mareómetros; uno en la costa sud, dentro de caleta Brent, fondeadero excelente y abrigado para embarcaciones pequeñas, y el otro en bahía Crossley. Se observó mareas durante un mes, y el personal destacado en estos puntos vivió confortablemente en casillas de madera que se construyeron ex profeso.

Hecho el cálculo de los elementos de la marea semidiurna, resultaron, entre otros datos, las siguientes amplitudes y edades de marea:

Ba. Crossleey: edad 48h  2m; amplitud sizigias máximas 8’, 6; íd. Cuadraturas 2’, 6.

Caleta Brent: edad 44h  41m; amplitud sizigias máximas 5’, 1; íd. Cuadraturas 1’, 6.

Para determinar el nivel medio, con destino a la reducción de sondas, y mientras se sondeaba, se observó la marea en los puertos Parry, Hoppner y Flinders.

El cuadro siguiente muestra el resultado de los retardos medios, tomando como mareómetro patrón el de Isla Observatorio.

 

                                                   Pleamar                               Bajamar

                                                   _______                              _______

I. Observatorio                          0h  00m                                0h  00m

Parry                                       +0     29                                +0     54     

Hoppner                                    0     33                                  0     53

Flinders                                     0     42                                  1     25

Crossley                                    0     32                                  1     23

Brent                                       - 1     01                                -0     44

 

De lo que parecía desprenderse que la onda de marea llega a la isla de una dirección próxima al SE (ya que entra a caleta Brent antes que a la Isla Observatorio). El estudio de las corrientes en la zona sur, a efectuarse en la próxima campaña, dejará aclarado este punto.

Puertos Parry y Hoppner se sondearon en toda su extensión, como también el seno que se forma entre los cabos Ssan Antonio y Colnett,  donde la profundidad es bastante uniforme y de unas 25 brazas como término medio. La profundidad máxima en puerto Parry está en su bahía exterior sobre el eje N-S. y llega a sondar hasta unas 55 brazas. El trabajo de sonda en lanchas estuvo a cargo del alférez Barbitta.

 

CLIMA.

 

El clima es en general saludable, pese a la gran humedad reinante y a la frecuencia de las precipitaciones atmosféricas.

Las estadísticas de observaciones meteorológicas efectuadas a bordo de ambos buques demuestra que durante las 2.544 horas que duró  su permanencia en la zona de trabajos se registraron 342 milímetros de agua llovida, habiéndose producido precipitaciones durante 384 horas (15,09 %), de las cuales corresponden 316 a lluvias y el resto a nieve y granizo.

En cuanto al viento, el predominante de esta zona es el del oeste, siguiendo después el noroeste y no soplando casi nunca del este. De 2.160 observaciones efectuadas en la Isla Observatorio, corresponden 659 a vientos del oeste, 370 del noroeste, 354 del sud, 337 del norte, 242 del sudoeste, 59 del nordeste, 24 del sudeste, 11 del este y 122 de calma.

El estado sanitario de la tripulación se conservó excelente, debido en primer término a que no escasearon los víveres frescos. El doctor Solari, cirujano del buque, operó de peritonitis al contramaestre, hacia el fin de la comisión, para lo cual el buque entró a puerto Parry . Fueron sus ayudantes el ingeniero Vallejos y el alférez Molina Pico, y el éxito coronó esta delicada intervención quirúrgica.

El 16 de abril se dio término a esta primera campaña, embarcando el último campamento, que estaba en cabo San Antonio, y emprendiendo ese mismo día el regreso a Buenos Aires, adonde llegamos el 2 con una muy buena travesía. 

 

(1) Parry, sir William Edward (1790-1855). Contraalmirante británico, famoso por sus expediciones árticas, como subalterno de Ross en el “Alexander”, con el capitán Basil Hall  en el “Conway” y como comandante en el “Hecla”.

Buckland, rev. William (1784-1856). Geólogo y paleontólogo inglés, miembro de la Royal Geographical Society, y presidente (1824) de la Sociedad Geológica de Londres.

 

(2) Puerto de la Nutria es sin duda puerto Hoppner (N. del A.)

Fitton W., Presidente de la Sociedad Geológica de Londres, que intervino en las instrucciones dadas a la expedición de Foster.


La foto. Autografíada y dedicada a la EAS luego de la inauguración del gas natural por redes, durante su última gestión como Vice Presidente Provicional.

 

 

 

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