Agradezco a los organizadores de este encuentro la posibilidad que me han dado de volver aquí. Yo viví en el viejo Hotel Atlántida, en mi paso de la infancia a la adolescencia, cuando mi padre fue su conserje.
Entonces haciendo juego sobre mi memoria fresca de entonces puedo subir
a su último piso, y mirar desde sus ventanas, al pueblo de entonces.
Allá está
El la plazoleta, que comienza a rodearse de pavimento, pelean contra su
destino las coníferas que Don Ruperto Bilbao mandó a traer de Punta Arenas,
tratando de vencer a la estepa. Otro pino, más feliz, puja en la casa del Pollo
Kovasic.
Al frente del hotel, en casa de los Cheuquel abundan las gallinas. A
cierta hora del día mandan por una que tienen condenada a muerte. Allá va una
de las niñas. La toma del cogote y en algunos casos se lo retuerce frente al
mismo Kioslandia, comercio en el cual Linsdrom, un hijo de suecos que vende
números de lotería, comienza a rezongar
otra vez, por hábitos tan bárbaros.
Hay dos casas de
En
Sobre la esquina contraria se levanta la casa de Ariel Galvarini, una
de las más lindas del pueblo, allí un pino que ha crecido tanto y torcido
amenaza, igual que hoy, con terminar en la vereda. No falta el que roba alguna
piña esperando luego que crezca un pino similar en su casa.
Al interior, las casa de construyera el juez Milton Roberts se
acompañan con algunos árboles. Los de Lasserre perdurarán hasta el asombro. El
de Belgrano se hundirá en un pozo ciego.
Vecino al hotel el bar y casa comercial de Mateo Plastic dan entrada a
un patio enorme donde se han mezclado las aguas servidas de varios patios
linderos. Hay una época del año que todo se torna insalubre. Pero hay otra que
hace de ese patio nuestro parque de diversiones. Suelto anda, de aquí para
allá, el Gaucho, un cordero guacho y mañero, que ya ha pasado varias navidades.
En más de una oportunidad interrumpe nuestros juegos futbolísticos, entonces
Pepe le cambia el nombre, y le grita: -¡Rojitas!
Ya hacia el poniente aparece en un primer plano, con el sol en contra,
y haciéndonos brotar una lágrima, el invernadero de Doménico Cacciolla. Un
italiano de la preguerra que tiene uno de los pocos espacios que en el pueblo
permite el crecimiento de la verdura en forma protegida. Por
Pero el problema son los chicos, que donde ven un vidrio colocan un
piedra, los chicos que el tiempo convertirá también en Antiguos Pobladores.
Pero entonces levanto la vista, y hasta donde alcanzo, unas manzanas
más allá, y a cien metros del cruce de las avenidas veo lo que estaba, los
dominios de Vukásovic y Parún por un lado, de Torres y García por el otro, que
constituían –en sus amplios patios- un vergel digno de imitar…
(*) Recuperamos en el tiempo
esta conferenciada dada el viernes 18 de noviembre de 2011, en el hotel
atlántida, como parte4 de la CELEBRACION DE
DE PAUL EN RIO
GRANDE
1 comentario:
Muy buena memoria.Mingo,..ojalá yo hubiese tenido tanta memoria para redactar hoy sucesos y detalles de mi barrio,..claro eramos pibes y no le dábamos importancia a.los detalles de entonces,..pero si me hiciste recordar el asesinato que cometiamos con las pobres.y abundantes gallinas,..también con.los pavos,...y de ahí para arriba,..pero no nos faltaba nada....
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