Penúltima entrega







Esa era su cumbre.
Quebrando la horizontalidad de la tierra preñada de septiembre, la proa geológica del Cabo se fue haciendo cada vez más nítida a los ojos del viajero.
Su equipaje quedó en el puerto luego que el vapor Alfonso lo dejara en la margen sur del río. El bote lo llevó junto aun caballo generoso de distancias para acercarlo finalmente ala Misión de la Candelaria.
El morro del Cabo era su brújula.
Aquel año de 1910, el padre Alberto De Agostini comenzaba a ejercer su apostolado de cumbres y bautismos en tierra americana. La isla del fuego le prodigaría sus encantos, dignos tópicos que estimularon su corazón de alpinistas y su ojo de fotógrafo, su mano de cartógrafo y su pasión de misionero.
Una pasión que duraría casi cincuenta años.
Al galope fue su pasar junto a la costa norte de la isla grande, su transitar por nuestro suelo: un pequeño salto comparado con las proezas que daría en el mismo año que recordamos. Del lado chileno del archipiélago llegaría a la zona más alta de la cordillera fueguina. El Monte Sarmiento. En las nacientes de Ushuaia se alzaría sobre la cumbre del Monte Olivia.
Ramales completamente desconocidos se fueron dibujando a su paso, y con afán marinero exploraría también por aquel entonces el enjambre isleño de las Woolaston, visitando el falso y el verdadero Cabo de Hornos; después su primer asalto en la altura del Monte Martial, la montaña que tenía más a mano el nuevo cóndor de Don Bosco.
Pero había llegado su invierno y era tiempo de misionar.
Por eso camino al norte la ruta tantas veces recorrida por Antonio Zuitanich, el correo de aquellos tiempos. Iba pensando en el cuadro de situación con el que se encontraría al llegar al establecimiento religioso que albergaba los restos de una raza otrora fuerte.
El primer contacto con los hermanos fue telefónico. Ellos disfrutaban de este recurso tecnológico desde el 13 de mayo del año anterior cuando se los instalara el comisario López Sánchez. Así se enteró que el caballo era el mejor recurso en materia de transporte por esas horas.
La Misión -como la Tierra del Fuego toda- se estaba quedando sin Onas y los recursos económicos con que la dotaran comenzaron a desmantelarse por falta de propósitos. Cinco mil ovejas se vendieron a los propietarios de la Tercera Argentina en una transacción firmada por Monseñor en Punta Arenas.
El mismo Prefecto Apostólico había dispuesto beneficiar a su hemano -Antonio Fagnano- que disponía de un terreno fiscal en la zona de Río Chico. A él se le vendió la totalidad de los vacunos existentes en la Misión, fueron 246 cabezas a cuarenta pesos chilenos cada una. Eso daría lugar a que al tiempo llegara la sobrina -viuda de Boido- con sus tres hijas, se fueran a poblar el campo.
La Misión había recibido una de las primeras visitas científicas con el propósito de estudiar a los fueguinos primitivos, el padre Antonio Tonelli, profesor de Historia Natural.
Paulatinamente surgían problemas con la policía por demarcación de campos.
La labor misionera, ahora que los dueños de las ovejas se apropiaran del espacio geográfico de la estepa, debía trasladarse a la zona boscosa –reducto aún del indio- en la Misión de Río Fuego.
De Agostini… pasaría -nada más- por Río Grande.
Pero el hombre no pudo resistir a la sugestión de la cumbre y al segundo día de su llegada -cuando se reencontró con su equipaje y la moderna cámara fotográfica- se hizo acompañar por Juancito para visitar el Cabo Sunday. Ese era el nombre del promontorio al que los indígenas llamaban Yarken; el nombre inglés figuraba ya por obra de Fritz Roy en los derroteros del mundo. Sólo la constancia que el tiempo daría a los hijos de Don Bosco, convertiría en Cabo Domingo o más cristianamente aun Cabo Santo Domingo.
Era el atalaya de los indios en el cual se tejían las más variadas leyendas de luchas y sacrificios, allí donde la Misión se había instalado a su reparo, al igual que el puesto Loreto, manejado durante largo tiempo por el Hermano Vigne. Fue en su punto más alto donde el Hermano Cuffré levantó el Santuario que fuera inaugurado con una misa el día de la casa de 1911, el 11 del 11 del 11…, el Santuario que fuera como un faro de luz junto a su cruz; un centro de peregrinaciones y ceremonias para la feligresía indígena y blanca de La Candelaria.
De Agostini y Juancito bordearon la cumbre del Cabo y en su lugar que hace un tiempo pude determinar con Luján Muñiz, tomó su célebre fotografía del “Cabo Sunday, desde el N.O.”, que en uno de sus tantos álbumes fotográficos y tarjetas postales recorrió el mundo, en los albores del siglo.
Desde el lugar donde hoy se encuentran emplazados los radares de la Fuerza Aérea, el día de la primavera de 1910 el padre D´agostini, capturó en su memoria de albúmina y magnesio la imagen de la cumbre de nuestra llanura… Esa gran torta geológica que amparó largo tiempo de los vientos, del amor y la lucha, la caza y la recolección de los hombres de este fuego.

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