Hubo un tiempo, no tan lejano, tiempo que puede situarse por los años 70 en que esta época del año parecía contruir situtaciones de despedidas.
Es que se ritualizaba el tema de las vacaciones pero no era cosa de partir de la noche a la mañana. El decir adiós no solamente estaba condicionado por la fecha laboral que así po permitía, sino también por una ronda social.
Habia que asistir a cenas y asados de depedida, las que podían darse en el ámbito laboral, en el club, con cada grupo en torno a la escuela de los hijos.
A esto había que sumar pariente y amigos. Como no había teléfonos para decir chau todo se hacía personalmente. Entonces sin previo aviso se caía a la hora que se los podía encontrar a todos, y entonces se compartía la bebida que se llevaba, con lo que se armaba para que todos salieran pipones, y muchas veces no se encontraba a la familia que se buscaba porque ellos también habían salido a despedirse.
El diálogo rondaba las vivencias del año, el destino elegido, el estado de la máquina -cuando se partía por tierra- y las recomendaciones sobre la ruta, de parte del que parecía saber más ante el que consideraba que sabía menos.
Se hacían también algunos encargos, como el mirame la casa, más allá que la responsabilidad estaba en manos de los vecinos.., no había que buscar mas lejos para que suelten y aten el perro, para que riegen las plantas.
Otro tema era el de las cuentas. Te debían cobrar en tal lado, y depositar en tal otro. No había cuentas unificadas. Y en algunos casos se pedía que se envíe el sueldo íntegro, ya al regreso se arreglarían los muertos que se iban dejando.
Los hombres, en estos encuentros inter familias, tenían diálogos entre hombres, las mujers entre mujeres, los niños entre niños.
Y sólo cuando se terminaba el ritual de despedida, que incluía brindis anticipados por todo lo que no se iba a compartir; sólo entonces se podía partir.
Y al retorno tambien se daban reencuentros. En parte porque la heladera y la despensa estaban vacías. Y se debía contar todo lo bien que se había pasado, la situaciòn en la que se habìa encontrado a la familia y los amigos, y hasta presentar a un allegado que se habìa embarcado en el viaje de retorno, pensando en un futuro promisorio en este sur, futuro que iba de la mano del gran cartel que sobre su vida habían hecho alla, los que lo habían traido para acá.
Se traían -al menos- alfajores por doquier. Aunque en algunos casos se llegaba con tristeza porque todo había quedado en el control chileno de la frontera.
Entonces uno tenía que escuchar al otro, y de pronto los temas se iban agotando, por repetitivos, por iguales, hasta que pasado el mes del regreso ya habìa que buscar otros temas para relacionarse.
Pero ya estábamos casi sobre el comienzo de las clases, y había ciertas urgencias que limitaban de pronto, tan intensa vida social.
Ahora parece que la cosa no es así. De repente hay que partir, y se parte... sin decir adiós.
2 comentarios:
yyyyyyyyyyy Mingo estos tiempos de tantos avances tecnologicos pareciera que estamos en todos lados y en realidad no estamos en ninguno, todo es virtual
Y ahí aparece el tema de los luganes y los no lugares!
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