El amigo se recordó de lo que yo me había olvidado.


Roberto Chenú (foto) ha abierto un espacio en Internet dedicado a la literatura fueguina. Y hay un tópico que forma parte de dos tomos, si se quiere y lo admite el formato de la web, son los denominados "Fueguinos en conflicto", donde encara diversos e interesantes testimonios de lo vivido en 1978 y 1982 desde nuestro Río Grande.

Es cuestión de llegar a ellos por https://sites.google.com/site/obrasderobertochenu/fueguinos-en-conflicto.

Pero en razón de las alusiones personales descubro con alegría que sirvió a sus propósitos un escrito que publicara periodísticamente hace algún tiempo: era Río Grande en Sepia . TV Fuego Revista – Noviembre 1998 – P.32 -33; donde ejercía mi mirada sobre aquel fin del año 1978.

Leamos lo que decía entonces.


Hasta ayer la guerra con Chile era un peligro inminente, hoy es una posibilidad que la diplomacia vaticana deberá eludir con su experiencia milenaria.
Lo cierto es que este año (1978) termina, con su TVcolor y su mundial victorioso desencadenó en los últimos meses en una realidad alarmante en torno a la soberanía de tres islas: Picton, Nueva y Lenox; y en un despliegue inusual de efectivos en el área fueguina.
Lloviznaba en Río Grande cuando llegó la noticia que colocaba al Cardenal Samoré en la mediación del conflicto austral. En muchos hogares se comenzó de inmediato a descolgar todos los elementos que contribuían al oscurecimiento domiciliario, prevenciones por un bombardeo nocturno, en otros donde crecía la beligerancia se maldijo la sumisión a una voluntad eclesiástica, cundieron las llamadas telefónicas y lentamente la guerra fue una maldición distante.
El año termina sin Massera y sin guerra. Especulándose si con él en la junta la cosa hubiese o no habría sido así.

Entre los militares la noticia circuló por diversos canales. Un centinela disparó una ráfaga de júbilo cuando supo la noticia por un
transeúnte. Custodiaba los accesos a un hospital de campaña, levantado en forma de carpa sostenida por aire caliente en el patio
de la Escuela Territorial Nro. 2, en pleno centro de la población.

La nochebuena para él había llegado un día antes.

Las escuelas habían sido controladas por los efectivos militares que en creciente número vistieron de verde la cotidianidad del pueblo. Hasta el colegio María Auxiliadora debió ceder sus dependencias para albergar a parte de la oficialidad aquí destinada.

En este año en que las escuelas nacionales pasaron a depender del Territorio se dispuso anticipadamente el cese de las actividades escolares, al momento en que a través de las instituciones el norte fueguino se ponía en pe de guerra.

Un creciente número de habitantes de corta residencia en la Isla prefirió abandonar su lugar de residencia.

Los aviones comenzaron a salir llenos y volver vacíos de gente. Las viviendas desocupadas tenían “manu militari” un destino estratégico. Los sectores chilenos de la población veían crecer el despojo entre aquellos que indocumentados debían volver a su país, sin importa lo aquerenciado en materia de casa, trabajo y relaciones.
Los argentinos naturalizados de origen chileno fueron limitados en sus desplazamientos. Si estaban en empleos del estado, y en algunas empresas se generaron traslados fuera del área del conflicto para evitar un factor de peligrosidad con quienes no se tenía plena confianza de sus “sentimientos nacionales”.

En el sector norte de la Isla, el de la actividad petrolera, YPF debió desplazar a sus trabajadores “chilenos” hacia el campamento central, siendo reemplazados “en boca de pozo”, hasta por cuadros administrativos.
El Gran Premio de la Hermandad Argentino Chilena se corrió en medio de los tanques, por una pura porfía de los organizadores. En la emisión radial se prohibió el término Hermandad, hasta en la definición de la competencia, y el calificativo Argentino Chileno. Algunos opinaban que finalmente las autoridades militares de ambos países consintieron abrir la frontera para la competencia, estimando incrementar área enemiga

Mujeres y niños dispusieron a su momento de aviones navales para emigrar a sus lugares de origen.

Ya no estarían aquí para el momento en que comenzaran a caer las bombas. Muchos no tan desesperados apuraron las ya de por sí prolongadas vacaciones, en tanto que otros se excusaron por las cuestiones bélicas de cumplir con sus obligaciones laborales.
Algunos fueguinos nacieron lejos, igual que en otros tiempos, a consecuencia de la
inseguridad de tener a la hora de requerirlos los servicios médicos apropiados.
El personal médico, más allá de su especialidad, debía estar primero al servicio de la urgencia del combate.
Paz se canta de otro modo, cuando las tiendas casi no han mostrado juguetes en sus escaparates.

En el año de los tres Papas muchas familias dispersas realizan su evaluación sobre lo vivido.

Y tal vez la maraña de intereses y pasiones no permiten apreciar en el momento el valor de todo lo ocurrido de todo lo esperado.

El personal médico, más allá de su especialidad, debía estar primero al servicio de la urgencia del combate.

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