LOS ANTIGUOS POBLADORES Y SU RELACION CON EL MEDIO NATURAL: El capítulo de la papa.


En la conferencia que dictáramos para la Asociación San Vicente de Paul, de la cual dimos a conocer por este medio capítulos inciales, y fue regalo de Navidad por el diario El Sureño, hicimos una referencia a la papa.
La situación retomó en nosotros al escribir días atrás nuetra relación sentida sobre la persurata; con ello actualizamos nuestra mirada.

Un día sin papas era en mi infancia como un día sin respirar. Papas cocidas/hervidas, al horno, fritas, en puré, en puré con otras verduras, pastel de papa, papas rellenas, bombas de papa –más ricas que las empanadas-, milcaos, papas ralladas, con “cuero”, persuratas y hasta como decía la canción “con un poco, poco, poco de tomate”.
En casa mi padre tenía una suerte de sillón, armado con un asiento de auto, y abajo un cajón donde se preservaba a las papas de la helada. Era como si mi padre empollara este tubérculo. Pero su siembra siempre era un tanto mezquina. Viniera del brote o la semillas las melgas estallaban con la planta y sus flores, pero en algunos casos la producción se perdía por razones diversas. Y es aquí donde aparecía “la maldición de la papa”.
Se hablaba de mucha gente que había querido hacerse rica produciendo papas en cantidad, pero en medio de la experiencia la naturaleza se ponía en contra y se perdía lo que se había invertido. Aquí mismo, en Tierra del Fuego cada tanto se hace referencia a una experiencia rural que cuando se pensó en darle una producción en gran escala se frustró abruptamente. La maldición de la papa pasaría por esto, si la siembras tu esfuerzo será devuelto con creces y calmará tu hambre, pero si piensas en producirla para lucrar con la necesidad ajena se volverá en tu contra. Ahí estaba, para mérito de los pobres, la bendita papa.

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