Si bien muchos tienen en su totalidad el texto de esta disertación -de la cual dimos dos anticipos- por su publicación como regalo de Navidad del diario El Sureño; a alguien le puede venir bien leer este tercer capítulo, y otro más.
En 1920 el capitán de un barco, Esteban Repetto, manda a hacer un croquis sobre las viviendas asentadas espontáneamente en el norte del río. Era el gobernador interino y la visita de su nave, un transporte de la armada, permite dilucidar intereses de aquellos que habían crecidos protegidos del viento imperante por la barranca de la costa, en tanto que abre en el papel una sola calle –que con el tiempo será Perito Moreno- dividiendo de uno y otro lado de la misma, en manzanas de 100 metros de lado, el primitivo trazado del pueblo.
Cada manzana fue entregada a cuatro distintos ocupantes, los que disponían así de un espacio de 50 por 50, que excedía las necesidades inmediatas de los ocupantes.
El requisito primordial era cercar, en eso se iba la mayor parte de las ganancias. La vivienda que nacía en el interior de ese predio casi siempre respondía a alguna actividad comercial, subsidiaria de la concurrencia ocasional del que bajaba del campo al pueblo, o el que bajaba de un barco y se disponía a entrar en la tierra. Bien pronto se multiplicaron los emprendimientos que ofrecían pensión de cama, o pensión de mesa a los pasajeros, y por supuesto alimento para las cabalgaduras.
En esos predios de 50 por 50 comenzarán a desarrollarse actividades que son centrales a la convocatoria que nos trajo hoy a esta celebración de “las damas vicentinas”.
CUATRO
Hace un año, en el marco de las múltiples actividades del Bicentenario, recibimos una propuesta por parte de la Licenciada Alejandra Feulliade, de escribir un capítulo histórico riograndense para una obra que se llamaría EDUCACION AMBIENTAL. Aportes para el aula 5 (foto).
En uno de los tramos que escribimos, decíamos:
Lento sería el desarrollo del pueblo que con cuatro hoteles y tres almacenes de ramos generales viviría de y para la ganadería hasta el descubrimiento de hidrocarburos en el invierno de 1949. Ya regía la Gobernación Marítima el gobierno del territorio fueguino, y si bien no se había logrado la integración con población de Ushuaia, la administración de los marinos atendía desde su Delegación Zona Norte a un proceso de argentinización que buscaba sustituir la población mayoritariamente chilena, por naturales del país.
Y después de otras relaciones que no viene al caso detallar en todos sus términos dábamos un salto para centrarnos en un hoy de los recursos naturales de la zona:
Queda el aliciente del petróleo que hace poco le ha dado un segundo gasoducto al país cruzando las profundidades del estrecho de Magallanes, la reciente promoción a las industrias electrónicas que ya muestra sus frutos, y la frustración de la falta de un puerto que canalice y abarate el comercio local, con un puerto en caleta La Misión que se herrumbra por la imprevisión con que fue construido, y un recurso pesquero que apenas alcanza niveles artesanales, mientras que la ganadería próspera de otros días –con un millón de cabezas ovinas- hoy se ve reducida a solo 400 mil, por efecto de los perros asilvestrados, buscando una tabla de salvación en una producción bobina que conforme la demanda de la creciente población.
El turismo rural crece en las estancias como una ventana nueva construida con los viejos elementos de tiempo pastoril, entre ellos en María Behety –lo que fue la segunda argentina de José Menéndez- el gran galpón de esquila; y también llama la atención el humedal costero que desde a lo largo de toda la costa ofrece la viva naturaleza volátil que es indicio de la salud ecológica de nuestra comarca.
Y el desafío constante del crecimiento demográfico, producto de los incentivos materiales para la radicación de trabajadores, la cobertura de servicios asistenciales, y una situación global de estímulo que llevó en corto tiempo a Río Grande a pasar de ser “un gran pueblo” a una “pequeña ciudad”.
Este año nos reencontramos con Alejandra pensando en una presentación que ahondara prácticas tal voz hoy perdidas, difíciles de recuperar, ligadas a la posesión de la tierra y su uso productivo, para felicidad de sus ocupantes; esa que fue una constante para los vecinos que distaban de ser pobladores, y distaban también de ser antiguos.
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