COMER EN EL CAMPO, hace algo mas de un siglo.



Arturo Fuentes Rabe, oficial del ejército de Chile recorre por 1918 la campaña fueguina, tanto argentina como chilena, dejando descripciones interesantes sobre la cotidianidad en el mundo del trabajo.

Estaba en Caleta Josefina, y eran tiempos de esquila. Ya dos años antes habían comenzado en este sur los reclamos gremiales por mejores condiciones de vida y trabajo.

Ocho horas de trabajo son suficientes para que los esquiladores más avezados puedan concluir con un número de lanares que fluctúa entre doscientos y doscientos cincuenta ovejas por esquilador.
Una campana que suena a las doce del día da la voz para que todo trabajo se paralice y los operarios, abandonando sus máquinas, se dirigen al «comedor chico».
Siempre en compañía del inseparable administrador, nos encaminamos hacia esta última dependencia. Amplios y confortables comedores, bien alumbrados y bien tenidos, esperan a los comensales; diversas mesas, repartidas simétrica y sistemáticamente, provistas con platos, cubiertos y jarros, reciben a los trabajadores. La comida es abundante y sana, presenciamos como algunos comen con exceso dejando gran cantidad de alimentos sobrantes desparramados sobre las mesas. Todos se sirven a discreción y sin mesura.
Las fuentes que llegan repletas permanecen abandonadas y a medio consumir; aquel día logramos anotar la siguiente lista:
l) Cazuela de cordero;
2) Guiso de fideos con carne;
3) Pierna de cordero asada, con garbanzos, ensalada de lechuga y papas cocidas.
4) Té con leche a discreción y durante toda la comida.
5) Huesillos cocidos, en abundancia.
El pan se coloca sobre las mesas y queda para ser consumido a voluntad.
Verdaderamente quedamos sorprendidos con aquel derroche de alimentos y, de ello, interrogamos al Administrador.
Nos responde que la comida es el problema más difícil que se presenta durante todo el desarrollo de las faenas.
-La cuestión alimentación -agrega- constituye el rompecabezas de los contratistas.
Se hacen cuatro comidas diarias; a saber:
l) Desayuno compuesto de té o café con leche, pan abundante y chuletas asadas, a discreción.
2) Entre el desayuno y el almuerzo una pequeña colación.
3) El almuerzo, como lo dejamos señalado.
4) La comida en idénticas condiciones a las del almuerzo.
Sin embargo -agrega el señor Donaldson-, la gente no queda contenta y exige más, es decir, pide más de lo que puede consumir. Hace poco pretendieron paralizar los trabajos alegando que no se los daba mermeladas y budín; hubo necesidad de ordenar tal confección y actualmente se les reparte dos veces por semana.
Una ligera vista por las distintas dependencias del «comedor chico», nos muestra el edificio dividido en varias secciones, a saber: comedor de ovejeros, comedor de peones y comedor de esquiladores. Estas divisiones se han hecho con el objeto de que no puedan mezclarse los distintos gremios de trabajadores.
La cocina, servida por numeroso personal e instalada a la manera de las grandes cocinas de nuestros Regimientos, funciona dentro de un local espacioso y bien aseado. El cocinero mayor, persona que goza del cariño interesado de todos los trabajadores, dirige la maniobra, haciendo derroche con los artículos culinarios.
Bien rentado, especialmente durante la época de la esquila, llega a redondearse un sueldo mensual que no baja de quinientos pesos.
Anexo a la cocina, funciona la panadería; como aquella, está instalada en un local espacioso y limpio.

La foto nos muestra la Casa Grande de la Estancia Caleta Josefina, visible desde el camino cuando vamos o venimos de la barcaza. 


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