Félix Luna y Toda esa Historia.


Hace una semana Gonzalo Arenas, el joven kiosquero de Al-Toke me preguntó:
-Qué esta pasando Mingo, con Todo es Historia.
Los Arenas me reservan desde hace años la publicación que comenzó a comprar mi padre en el Kioslandia de Guillermo Linström en 1967, y me he acostumbrado a leerla con seis meses de atraso. Cuando ocasionalmente viajo al Buenos Aires descubro que hay ejemplares que todavía no he leído pero no los compro, se que tarde o temprano llegarán a Río Grande al comercio de Espora y Rosales.

La pregunta de Gonzalo motivó que entrara a Internet y verificara que el último ejemplar allí incluido era el des mes de Mayo, dedicado a Brasil.
El último ejemplar en mi biblioteca, donde mi hijo Marcial a enfundado en folios del plástico cada ejemplar –algunos mejor conservados que otros- es el 496 de noviembre del año pasado. Pensé que ya deben haber llegado a los 500.
Pero ahora las dudas me asaltan. Es que con la muerte de su director, y una enfermedad dilatada de por medio, llego a temer que esta publicación que ha sido una sustancial contribución a mi fortuna intelectual, tal vez se detenga para siempre.
Durante los primeros años se compraba junto a otra publicación de título similar: Todo es folklore. Yo privilegiaba esta última lectura sin saber hoy que pasó con mi pequeña colección. Papá tenía ordenados los números que iban llegando y me marcaba con un papel las notas que sería interesante que leyera.
De aquel primer numero que entró en casa hubo dos: la relacionada con Hipòlito Irigoyen, escrita por Felípe Cárdenas (h) –un pseudónimo del director- y la segunda sobre la Rosales, un hecho vergonzoso, tal uno de los primeros, protagonizado por oficiales de la armada en 1892, escrito por Osvaldo Bayer.
Con el correr de los años, y en mis tiempos de vida universitaria, yo regresaba a fin de año con la colección de todos los meses de ausencia, y ya había leído ejemplar a ejemplar cada publicación, sin atreverme a decirle a papá que era lo que tenía que leer. El de a poco se leía todo.
Durante algunos años la revista no llegó, entonces en las vacaciones debía tratar de conseguir los ejemplares. No se porque no salía de las librerías de viejo, y no llegaba a las oficinas de la calle Viamonte donde todo hubiera resultado más fácil. Algunos ejemplares no se consiguieron nunca como aquel primero referido a Rosas y el otro que aludía a Evita.
Félix Luna se convirtió en todo este tiempo en el principal divulgador de la historia argentina, en los escritos de Pigna y de Lanata hay rastros de los temas incluidos en su publicación.
Desde hace un tiempo sacaba la cuenta de algunos libros no leídos de Luna, que venía siendo desmerecido por algunos círculos intelectuales; eso de que desde su formación académica tal vez le restaban reconocimientos al abogado que se empeñó por llevar adelante una producción tan significativa.
Y de rescate queda el poeta que inspiró en sus letras esas canciones que musicalizaba Ariel Ramírez, y cantaba Mercedes Sosa.
Félix Luna, no lo duden, trabajó entre los argentinos, para el encuentro de todos los connacionales.

No hay comentarios: