Lecturas de LA PRENSA.25.1: Funes el asesino de un capitán sin cabeza.


Completando nuestras observaciones sobre la noticia generada en torno al varamiento circunstancial del “Guardia Nacional” en el Dique 4 del Puerto Madero, agregamos ahora que el preso destinado a la Isla de los Estados lo era por un crimen a un superior.
El acontecimiento se dio en la persona del teniente coronel Carlos Mallo, el primer comandante del Batallón de Baterías en la zona de Bahía Blanca.


Noche trágica la del 10 de mayo de 1900.

Consignan las crónicas que Mallo “fue muerto en su despacho, a manos del sargento 2º Pablo Funes, quien días atrás había sido degradado por deficiencias en el servicio. El suceso se desarrolló cuando Funes era increpado por haber hablado a sus compañeros respecto de lo injusta que fue su degradación, en castigo de una falta no cometida. En la discusión Mallo abofeteó a Funes quien, enfurecido, le asestó dieciocho veces con el sable bayoneta de su fusil Mauser. Cuando los oficiales del Cuerpo advirtieron lo que pasaba y fueron al lugar hallaron a Mallo agonizante, en un charco de sangre. Se soltó una paloma mensajera en procura de auxilio pero la tormenta de aquella noche desorientó al animal, que llegó recién a la mañana siguiente, cuando ya no había nada por hacer”.
Funes fue trasladado a Buenos Aires para ser juzgado, en medio de opiniones contradictorias, pues habían quienes lo consideraban “un pobre enfermo” tal como fueron las últimas palabras de Mallo mientras otros lo defendían asegurando que había sido “insultado y ultrajado” sin justificación. El Consejo de Guerra y Marina lo condenó a presidio por tiempo indeterminado pero en 1910 el presidente Figueroa Alcorta le conmutó la pena por lo que el 1 de agosto de 1911 quedó en libertad. Gracias que se dieron para el tiempo del centenario. Ese año de su partida fueguina se fusionaban el presidio militar que ya funcionaba en Bahía Golondrina, con la cárcel de reincidentes. Funes no había participado de la fuga de la Isla de los Estados que causó estupor por 1902 y puso fin a la experiencia carcelaria en esa isla.


Pero Mallo se transformó en leyenda.

Corrió la voz entre la dotación militar la existencia del fantasma del capitán sin cabeza: “especialmente en noches ventosas, merodeaba por el lugar, cabalgando por las desoladas playas o caminando solitario por los techos de las fortificaciones”.
El fantasma lucía uniforme de principios de siglo, botonadura al pecho, bandolera y cinto, botas altas. A caballo, decapitado, manaba sangre por la herida. Incluso se cuenta que una vez una patrulla le abrió fuego en conjunto, en la IV Batería. Pero como por años fue rutina que los oficiales de guardia pasaran la novedad de sus visitas en forma verbal pero sin asentarlo en el libro de guardia, no hay confirmación documental del hecho ¿Quién era ese misterioso espíritu? Se decía que era el alma de un teniente coronel que había sido asesinado, mientras cabalgaba, por un sargento quien, trepado a un árbol, cerca de la VII Batería, esperó su paso y le rebanó la cabeza de un golpe de sable. El infortunado oficial siguió montado en su caballo y el rigor mortis le hizo espolearlo, por lo que llegó erguido a la guardia de la Base, causando una profunda impresión a los presentes. Se decía además que el asesino había enterrado la cabeza y huyó; algunos comentan que posteriormente fue capturado y fusilado”.
Otra versión aseguraba que la muerte del oficial se había sucedido al enfrentarse a duelo de sables con un camarada, con quien se disputaba el amor de una mujer. La playa había sido elegida como el “campo de honor” para dirimir el conflicto. El enfrentamiento terminó con la decapitación del desafiante quien, sangrando a borbotones y blandiendo su espada, se encaminó hacia el mar.
Funes quedó relegado a un segundo plano es esta relación que aparece contenida en el historial de la revista El Archivo de Punta Alta. La foto nos muestra a la víctima con la cabeza descubierta, y a Funes con la cabeza cubierta con la gorra militar..

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