Lecturas de LA PRENSA 20. 1 LOS TERRITORIOS DEL SUR.

Nos ha quedado en tintero repasar otros escritos de Carlos Guardiola en colaboración con la Lic. María Cristina Garbiero , y todo en relación a un primer artículo de LA PRENSA donde se analizaba -1900- la posibilidad de integrar una nueva provincia, dándole salida marítima al territorio de la Pampa Central por el Puerto de Bahía Blanca.


Es de tenerse en cuenta que esta transcripción merece una lectura anterior de nuestra publicación del 30 de septiembre ppdo.

La Nueva Provincia, diario que nació para formular estas aspiraciones, ha dado reflejo a los escritos de Guardiola y Garbiero, que aquí también pueden leer:

Casi a fines de 1960 un grupo de estudiosos de la cátedra de Historia Americana y Argentina II, de la Universidad del Sur, junto a docentes del Gabinete de Historia Argentina, creado en 1967 en el Departamento de Humanidades, realizó una recopilación de todos los proyectos que, en casi un siglo y cuarto, intentaron cambiar la geografía política de la provincia de Buenos Aires. Por aquel entonces era rector de la casa de altos estudios el Dr. Roberto Etchepareborda.



1880: el gran nudo gordiano



El viejo problema de encontrar una capital para la República Argentina quedó solucionado en 1880 cuando Congreso Nacional y Legislatura Provincial acordaron la federalización de la ciudad de Buenos Aires. Un alumbramiento "mal parido", al decir de revisionistas de la historia, ya que para lograrlo debió incumplirse el pacto de San José de Flores que le garantizaba, a la provincia, la integridad de su territorio.

Más aún: ésta tuvo que ceder importantes núcleos urbanos como San José de Flores y Belgrano. El conurbano, al norte y en amarillo, una malformación de la geopolítica. Sus habitantes suman 9.270.661 sobre un total de 13.827.203 de bonaerenses y ocupan apenas 3.580 km2 de un total de 13.827.203. Asoman como la gran "aspiradora" de los recursos que genera la provincia interior.

Electo el binomio, conformado por Dardo Rocha y Adolfo Gonzales Chaves, que asumió la gobernación bonaerense en diciembre de 1880, el primero se abocó a la inmediata e imprescindible tarea de darle al cercenado territorio bonaerense una capital. Así el 4 de mayo de 1881 un decreto fijó las condiciones que debía reunir el lugar que se designaría a tal fin.

Señalaba el mismo, como de fundamental importancia, que el sitio a elegir debería ostentar fácil acceso a vías de comunicación con el interior y, sobre todo, con la nueva Capital Federal. Pocos recuerdan hoy que fueron tenidas en cuenta, para ese rol de capital provincial, ciudades como Bahía Blanca, Necochea o Mar del Plata las que, por una u otra razón, fueron descartadas. Finalmente se eligió "una ciudad fantasma" para su emplazamiento ya que sólo estaba en la mente de algunos estadistas y en tableros de dibujo: La Plata.

Tal vez fue la ubicación más desacertada posible ya que tuvieron que derramarse ingentes caudales públicos para cegar los pantanos de Tolosa (área elegida) e improvisar, contra las indicaciones de la geopolítica, la sede gubernamental en los suburbios mismos de la Capital Federal y donde hoy funcionan, casi sin residencia, sus autoridades y los poderes constituídos. Mientras tanto Bahía Blanca seguía creciendo, comenzaban a extenderse sus colonias agrícolas e incrementándose el área sembrada. El aporte inmigratorio que, históricamente, se produce en la ciudades que crecen expandieron el comercio y la industria vinculados ambos a lo agrícologanadero.

En 1883 la llegada del ferrocarril y un año más tarde la gigantesca obra de un muelle de hierro generaron las condiciones necesarias para el gran salto. Fue, por entonces, que la ciudad comenzó a soñar en convertirse en la capital del primer estado argentino. Secciones electorales en que se divide actualmente la provincia de Buenos Aires. En los últimos años se ha prouesto que la seccion 6 bonaerense se constituyera en una nueva provincia separadose de Buenos Aires, pero hasta el momento en proyecto no ha prosperado.



Campaña de "El Porvenir"



El primero en lanzar la idea de federalizar Bahía Blanca a través de sus páginas fue un diario bahiense denominado “El Porvenir” que, en el primer semestre del año 1884, se transformó en el adalid de la idea. Sin embargo, la indiferencia del gobierno provincial hacia todo lo que no fuera La Plata sería una impronta que llegaría hasta nuestros días.

Ya por 1890 la ciudad había afianzado un indetenible desarrollo haciendo valer su inmejorable posición geográfica y sus vías de comunicación.

El alto nivel de vida de sus prósperos habitantes quedaba de manifiesto en los numerosos comercios de artículos suntuarios. A fines del siglo XIX Bahía Blanca se perfilaba como la ciudad del futuro rivalizando con las más importantes urbes del país. Sin embargo un dato llamaría hoy la atención: ya por aquellos años comerciantes y hacendados de partidos como Patagones, Puan, Villarino o Adolfo Alsina, por citar algunos, no utilizaban Bahía Blanca como nudo natural para enviar sus productos a Capital Federal o al exterior.



"Génesis de un brillante porvenir"



En 1898 otras voces se alzaron en pro de una nueva provincia. Es que comenzaba a emerger la figura de Enrique Julio, fundador de un diario que, no casualmente, se llama “La Nueva Provincia" y que, desde su primer número aparecido el 1 de agosto de ese año intentó demostrar la necesidad de elegir Bahía Blanca como capital de un nuevo estado nacional. "Vengo a luchar en pro de una idea grande que encarna para el sur argentino el génesis de un brillante porvenir", editorializó en el primer ejemplar.

Enrique Julio consideraba que los partidos del sur de la provincia, más la totalidad de la gobernación nacional de La Pampa (años después convertida en provincia) y algunos distritos del territorio nacional de Río Negro (luego también estado), ubicados entre las márgenes de los ríos Negro y Colorado, vivían demasiado alejados de la capital provincial inmune, ya desde entonces, a las necesidades de los bonaerenses del sur.

Argumentaba que países progresistas, como Estados Unidos, habían fomentado la creación de estados federales que alcanzaron enormes progresos tras su descentralización. Otras razones esgrimidas por Enrique Julio apuntaban a la importancia del puerto de Bahía Blanca (el mayor de aguas profundas del país), y la natural convergencia de mercaderías y productos regionales, no sólo de su zona de influencia, sino también de provincias como San Luis, Mendoza, San Juan y La Pampa que tenían a la ciudad como centro estratégico y referencial de sus relaciones comerciales con el país y el mundo.

Se sumaba a todo esto la vastísima extensión territorial del estado y las precarias vías de comunicación que impedían una gestión eficiente a sus gobernantes. En definitiva planteaba un nuevo territorio de 234.252 km2 contra los 259.776 que le quedarían a la Buenos Aires residual. Este nuevo estado provincial, de acuerdo al censo de 1895, tendría una población total de 90.205 habitantes ocupando, así, el décimo lugar en la demografía del país superándolo Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos. Corrientes, Tucumán, Santiago del Estero, Salta y Mendoza. El mapa geográfico propuesto por Enrique Julio, sin embargo, era demasiado ambicioso y chocaría con poderosos intereses políticos y económicos, sin contar con que hacía desaparecer de la faz de Argentina íntegramente la gobernación nacional de La Pampa, y le cercenaba todo el norte del por entonces territorio nacional de Río Negro.

Aún así la idea comenzó a trascender y, como resultado de la persistencia del periodista, la misma fue recogida nada menos que por quien fuera presidente de la república: el Dr. Carlos Pellegrini, concuñado de Julio Argentino Roca y que rigió los destinos del país entre 1890 y 1892, tras la renuncia de Miguel Juárez Celman.

Pellegrini fue uno de los primeros políticos que avanzó en la formulación de un nuevo estado argentino, tema que aún hoy mantiene su palpitante vigencia institucional a pesar de las décadas transcurridas y habida cuenta que Argentina debe, inexorablemente, resolver el futuro curso de su federalismo aunque deba superar estructuras anquilosadas y cepos políticos.

El proyecto de Enrique Julio hacía desaparecer la gobernación de La Pampa, succionaba partesdel territorio nacional de Río Negro y sumaba distritos del sur bonaerense.



El proyecto Luro



Casi desde la misma creación de la gobernación de La Pampa se comenzó a debatir la cuestión de su capital. Si bien la localidad de General Acha se consideraba firme en sus pretensiones de imponerse como cabeza territorial, poderosos intereses generaron las necesarias situaciones de conflicto como para poner en tela de juicio aquella aspiración. Un terrateniente, llamado Benito Villanueva, donó terrenos en la zona de Toay con destino de capital territorial y fue la chispa que detonó un polvorín cuyo ruido se hizo sentir en la Capital Federal.

La cuestión la zanjó Julio Argentino Roca, a la sazón presidente del país, quien con un decretazo autorizó al gobernador, Dr. José Luro, a fijar residencia en Santa Rosa del Toay. El militar no tuvo en cuenta un pequeño detalle de la geopolítica: mientras que en las colonias angloamericanas las ciudades crecieron para solventar las necesidades del campo, en las hispanoamericanas el campo debió crecer para satisfacer las necesidades de las urbes.

Y Bahía Blanca era, para el vasto territorio pampeano, un verdadero faro referencial para su comercio y transacciones, opacando la capital elegida que tan sólo alcanzó la estatura de un mero "hotel alojamiento" para sus autoridades de turno.

De modo que muy pronto comenzaron a mirarla como la capital que necesitaban si querían expandirse y crecer. Así la idea de Bahía Blanca, capital de la gobernación de la Pampa comenzó a tener sustento propio y popular. Donde no cayó bien la propuesta fue en Carmen de Patagones, la ciudad más austral de la provincia de Buenos Aires, cuyas autoridades vieron la posibilidad de abandonar su condición de "patio trasero" del gran estado bonaerense para transformarse en capital de La Pampa. Idea que pronto naufragó aunque alcanzó a generar un inesperado remezón. Es que siendo vecina inmediata de la provincia de Río Negro las autoridades nacionales estimaron que el siguiente "lance" de los maragatos apuntaría a ser su capital ya que las autoridades de Viedma, a raíz de una colosal inundación, debieron trasladar la sede gubernativa a la localidad de Choele Choel. Por eso Julio Argentino Roca, apodado "el zorro" por su astucia y que por segunda vez regía los destinos del país, firmó el 9 de mayo de 1900 el decreto por el cual la ciudad de Viedma era consagrada, definitivamente, capital de la provincia de Río Negro.

El inicio del siglo XX, a 10 años de la celebración del primer centenario de la Revolución de Mayo, y con la impronta que derramara esa fantástica legión de estadistas que sería conocida como "la generación del 80", parecía depararle a la Argentina un período de tranquilidad institucional. Sin embargo la llegada al congreso del Dr. Carlos Pellegrini, como diputado nacional, reabriría una vieja herida geopolítica hasta el día de hoy no cicratizada.

El mandatario convulsionó al país, y a los bonaerenses, con un remozado proyecto de generar otro estado a partir del desguace de la provincia de Buenos Aires. Esa es la historia de la próxima nota. Aunque, mientras tanto, bien valdría la pena tomar conciencia que la vida humana es un juego entre la palabra y el silencio: "Hay tiempo de hablar y tiempo de callar", nos recuerda Salomón en el Eclesiastés (3, 7). Un guante que arrojamos a nuestros legisladores provinciales.


*****

Cuando en 1912 el Dr. Roque Sáenz Peña asumió la presidencia de la Nación y dirigió su palabra para la apertura del período parlamentario surgieron, de sus conceptos, la posibilidad cierta que Bahía Blanca, nuevamente, tuviera otra oportunidad para convertirse en la capital de un nuevo estado provincial. Parecía como que los fracasos de anteriores proyectos en esa dirección, como el del fundador de "La Nueva Provincia", Enrique Julio, y el del senador nacional y ex presidente, Dr. Carlos Pellegrini, no hubieran logrado generar sedimentos lo suficientemente desalentadores como para ahuyentar las esperanzas en tal sentido. El renacimiento de las viejas esperanzas bahienses encontró punto de apoyo en un párrafo muy especial del mensaje del presidente a las cámaras. Es que Sáenz Peña tenía intenciones de realizar una importante obra pública en el partido de Avellanada y, en tal sentido, propiciaba la federalización de ese distrito.

Y lo fundamentó aseverando que la incorporación de aquella ciudad al distrito federal se había vuelto impostergable por razones de orden político, económico, de higiene y de seguridad. En esa dirección ya había tenido conversaciones con el gobernador provincial, a la sazón el general José Inocencio Arias, las que explicó habían sido acogidas "con marcada simpatía lo que me permite esperar que la legislatura provincial prestará su consentimiento".

Las obras proyectadas permitirían el formal saneamiento del Riachuelo, ¡ya en aquéllas épocas motivo de preocupación!! Como no podía ser de otra manera el diario "La Nueva Provincia", inmediatamente, se lanzó investigar las proyecciones del pensamiento presidencial, deduciendo que "la parte del mensaje referente a la federalización de Avellaneda" tenía una importancia trascendental para reflotar la idea de Bahía Blanca como cabeza de un nuevo estado federal. Las primeras conclusiones del diario, y sondeos con legisladores nacionales del partido de Roque Sáenz Peña que Enrique Julio tenía muy aceitadas, le permitieron inferir que el proyecto federalizaría un radio de 50 kilómetros que rodearía totalmente la capital del país.

Por el norte llegaría hasta el Tigre, por el oeste hasta Luján y por el sur (y he aquí lo más importante), hasta La Plata incluyéndola. Queda claro que, de prosperar el proyecto, la provincia de Buenos Aires perdería a su capital lo que otorgaba serias chances a la ciudad de Bahía Blanca de serlo de la Buenos Aires "residual". Enrique Julio pudo averiguar que, en compensación de esta federalización, el gobierno nacional se haría cargo de la deuda externa de la provincia que, en aquellos años, ascendía a 300 millones de pesos. Más aún: entraría también la cesión, a la provincia de Buenos Aires, de una parte de los territorios nacionales de La Pampa (proyecto Pellegrini) y de Río Negro (proyecto Enrique Julio).

La ciudad elegida por Roque Sáenz Peña, como nueva capital provincial, sería Bahía Blanca y "la ciudad de las diagonales", La Plata, pasaría a convertirse en residencia del presidente de la Nación y sede de los ministerios federales. A través de sus fluidos contactos con los poderes nacionales, el dueño del diario "La Nueva Provincia" pudo saber que la idea tuvo su origen en una visita que el presidente Roque Sáenz Peña había realizado a La Plata, habiendo manifestado que ésa era la ciudad ideal para convertirla en sede del gobierno nacional a fin que los gobernantes pudieran desarrollar su gestión sin las agitaciones y presiones propias de las grandes urbes. Pudo saber Enrique Julio que, luego que el primer magistrado diera lectura a su mensaje, dos legisladores bonaerenses: Santiago Luro y Horacio Varela, sorprendidos ante el posible desmembramiento de Avellaneda, se acercaron al presidente para indagarlo al respecto. Este les ratificó que ya había hablado con el gobernador Arias lo que motivó una urgente reunión de los legisladores con el mandatario provincial.

Y Arias les manifestó estar de acuerdo con el proyecto por "interpretar conveniencias generales y porque dejaba paso a los intereses superiores de la Nación". Lo cierto es que la estructura general del proyecto fue anunciada el 11 de junio de 1912 por el gobernador Arias en una conferencia de prensa. En síntesis el proyecto proponía:



-La provincia de Buenos Aires entregaría a la Nación una zona de 50 kilómetros, hacia todos los rumbos del límite actual, comprendiendo los partidos de Vicente López, San Isidro, San Fernando, San Martín, General Rodríguez, Moreno, Morón, Ramos Mejía, Avellaneda, Lomas de Zamora, Almirante Brown, Quilmes y partes de San Vicente, Luján, Pilar, Brandsen y La Plata.

- Circunvalaría esa extensa zona un canal navegable que oficiaría de gran cinturón de la Capital Federal.



- La Plata sería federalizada y pasaría a convertirse en la nueva capital del país, asiento de las autoridades nacionales y los ministerios.



- La nueva cabecera del estado bonaerense sería Bahía Blanca "irreemplazable por sus condiciones de gran ciudad marítima". -



La Nación se haría cargo de una explosiva deuda provincial de 300 millones de pesos y cedería territorios nacionales de La Pampa y Río Negro, a determinar, que permitiría el "ensanche" de la provincia.



Ese señor llamado Arias



La primera pregunta a formularse es desde cuándo y por qué este gobernador, casi a contramano con la política asumida por sus antecesores en el cargo, adoptó una actitud tan positiva con respecto al traslado de la capital provincial a Bahía Blanca.

Las primeras conjeturas, en tal sentido, pueden encontrarse en declaraciones que el propio general Arias hizo al diario "La Prensa" de Capital Federal. Allí deslizó que, en una visita realizada, la ciudad sureña lo había impactado. También influyó en su ánimo un libro escrito por el Dr. Adolfo Posada, catedrático de la Universidad de Madrid, titulado "La República Argentina", que ensalza a Bahía Blanca comparándola con la emblemática ciudad inglesa de Liverpool que, muchos años después, sería cuna de los revolucionarios Beatles.

Posada avanzó mucho más en su análisis y subrayó las siguientes ventajas: a) La distancia que la separaba de la Capital Federal era una sólida garantía para evitar el asedio del poderío económico de esa metrópoli. b) Era el asiento natural de la corriente inmigratoria no asimilada por la capital nacional. c) Su explosión demográfica: 23.194 habitantes en 1900 y que, ya para 1909, superaba los 69.000. d) Su economía creciente. La recaudación de 1900 fue de $ 173.630 y, nueve años después, ascendía a $ 825.703 con finanzas saneadas. e) Sus colegios, instituciones y el grado de intelectualidad de sus habitantes.

Pero sin duda lo que el mandatario provincial se cuidó de comentar fue que la deuda externa provincial, acumulada, era de tal magnitud que los 300 millones de pesos aliviarían no sólo las arcas de su gobierno sino de los siguientes que lo sucedieran.



Las reacciones



La gran mayoría de los legisladores nacionales bonaerenses, que habían asistido a la conferencia de prensa de Arias, no sólo se retiraron de la misma de manera destemplada, sino que no concurrieron tampoco al banquete que el gobernador ofreció a continuación de la misma. Algo olía mal y la agitación provocada por el anuncio no tardó en expandirse. Al igual que lo ocurrido con el proyecto del Dr. Carlos Pellegrini, el desmembramiento territorial fue la bandera izada por los detractores.



Bahía Blanca: hora clave



Enterados de la buena nueva los bahienses iniciaron una decidida acción cívica tendiente a cristalizar sus viejos anhelos. El 13 de junio de 1912 se llevó a cabo, en el palacio municipal, una asamblea que resolvió la formación de un comité popular "Pro Capitalización" que fue presidida por el Dr. Gregorio Ugarte y secundado, en diferentes cargos, por personalidades de la talla de Norman Geddes, Emilio Duprat, Enrique Julio, el Dr. Valentín Vergara, Rufino Rojas, Ramón Olaciregui, Narciso Mallea, el Dr. Leónidas Lucero, Tomás López Cabanillas y Jorge Moore, entre otros.

Naturalmente sus integrantes pertenecían a las esferas más representativas de la ciudad en el ámbito político, económico y social. Estos notables desplegaron una batería de acciones que no reparó ni tiempo ni inversión económica. Así mantuvieron fluido contacto con el presidente de la Nación y con el gobernador Arias; buscaron adhesión en distritos vecinos; panfletearon; utilizaron la prensa; realizaron asambleas regionales constituyendo otros comités de campaña. Sin duda conmovieron a la opinión pública y Coronel Pringles, Benito Juárez, Tres Arroyos, Coronel Dorrego y Coronel Suárez se sumaron rápidamente a la nueva cruzada.



Los Maquiavelos platenses



El "blitzkrieg" para defenestrar el proyecto, cuando no, tuvo su impronta en la legislatura provincial integrada, mayoritariamente y tal como ocurre en la actualidad, por legisladores del centro y norte bonaerense. Se indignaron y rasgaron sus vestiduras (a la usanza romana) por la pérdida territorial que significaría la "evaporación" de los 23 distritos que serían federalizados si el proyecto culminaba con éxito. La ingeniería para hacerlo fracasar tampoco reparó ni en formas ni en medios: minutas de interpelación al ejecutivo provincial; encendidos discursos parlamentarios; visitas cotidianas a diarios y revistas de la época; movilización de los barrios periféricos de La Plata (algo así como los piqueteros de aquella época) mitines y panfleteadas fueron algunos de los recursos utilizados. Era claro que, a medida que pasaban los días, en el congreso provincial se iba generalizando la sensación que lo de Roque Sáenz Peña y Arias "no correría".

El gobernador, que además de militar tenía olfato político, entendió que lo prudente era guardar silencio y retirarse de la escena sabiendo que "soldado que huye, sirve para otra guerra". Para septiembre de 1912 el proyecto estaba en "vía muerta" aunque aún le faltaba el "disparo a la nuca" para terminar de rematarlo. Y esa "bala" llegó desde La Plata, "la ciudad inventada", con noticias poco alentadoras sobre su salud.

El general Arias había abandonado las tareas de gobierno las que delegó en su vicegobernador, el coronel Ezequiel de la Serna. Su enfermedad, que comenzó como una simple gripe, se convirtió más tarde en congestión pulmonar y una complicación renal terminó provocando su deceso el 11 de septiembre de ese año.



Trama secreta



Una revista de la época, PBT, deslizó en un suelto que su deceso tuvo mucho de conjura e intriga palaciega "y que su desaparición, oportuna, fue funcional a los intereses provinciales que este general no representaba".

Para colmo su ama de llaves, que era británica, salió sigilosamente del país una semana después de la muerte del general. La publicación deslizaba, intencionadamente, que buena parte de la onerosa deuda provincial tenía como acreedora mayoritaria a la banca inglesa.

Deberá recordarse (ver nuestra nota anterior) que los ingleses dominaban el puerto de Buenos Aires y que los norteamericanos necesitaban, para su expansión geopolítica continental, un puerto en el Atlántico y que, en esa dirección, habían alentado la creación de una nueva provincia, con capital en Bahía Blanca, bajo cuyo ejido operaba el puerto de aguas profundas más importante del país. Sin embargo no querían enemistarse con los británicos lo que los obligaba a manejarse con cautela. Y los ingleses, que sospechaban de las intenciones americanas, fueron permeables al otorgamiento de empréstitos a la provincia (gestionados por legisladores del centro y norte bonaerense) que, al endeudarse, perdió capacidad de manejo y autonomía.

Es obvio, entonces, que el proyecto del presidente Roque Sáenz Peña, que incluía el salvataje financiero para las alicaídas arcas provinciales, amenazó con hacer naufragar la estrategia británica de evitar la competencia americana en el Atlántico si es que "los primos" se hacían del puerto de Bahía Blanca.



El adiós al general



Su muerte fue muy lamentada. De hecho, y en homenaje al hombre que había generado una nueva posibilidad para la ciudad, se le puso años más tarde su nombre a la arteria empedrada que une Bahía Blanca con Ingeniero White.

La muerte del general José Inocencio Arias dejó sin realización posible al proyecto. Su secretario, Manuel María Oliver, escribió una carta a Enrique Julio donde le comentaba: "Un día antes de su fallecimiento me expresó: Dígales a los de Bahía Blanca que no cejen en sus proyectos; que si me muero no abandonen la idea ya que la misma contribuirá a la grandeza de la Nación y de la provincia. Pero parece que Dios no quiere. Dejo la semilla en el surco... que otros trabajen y cosechen". Un día más tarde el mentor había muerto. Un comunicado de La Plata terminó de poner la lápida definitiva. Escuetamente decía: "Siendo transitorio el gobierno del coronel de la Serna, cuya principal atención estará puesta en las próximas elecciones a gobernador y renovación legislativa, no podrá ocuparse de la federalización propuesta por el gobernador Arias".

¡Qué distinto hubiera sido el futuro de la "provincia interior" si, casi un siglo atrás, hubiera podido desembarazarse de esa malformación geopolítica denominada "conurbano"!! El tango, con sus letras tristes y melancólicas, suele aportarle al periodista la filosofía de bolsillo necesaria para algún cierre de nota que tenga esa impronta. Un réquiem apropiado si se quiere. Por eso "Desencuentro", de Aníbal Troilo y Cátulo Castillo pareciera el adecuado. Dice el poeta: "Creíste en la honradez y en la moral... ¡qué estupidez! Por eso, en tu total fracaso de vivir, ni el tiro del final te va a salir".

Bahía Blanca, una vez más, había tenido un "desencuentro" con la historia de grandeza para la que estaba preparada.

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