Así comienzan algunas novelas fueguinas..

Las ballenas australes pueden ser divertidas, alegres, confiadas, sobre todo a principios del verano cuando emigran rumbo al paisaje antártico. Memoria y Olvido. Diana Alonso. Cabo de Hornos Ediciones. 1992.

Circunstancias que no son del caso mencionar, hicieron que una madrugada me sorprendiera sentado ante una mesa de El Diluvio –cafetín de mala muerte y de peor vida- situado allá en una de las callejuelas  de Punta Arenas, capital chilena del estado fueguino de Magallanes, que bajan culebreando hacia el mar.  En el mar austral.. Cróquis fueguinos. José S. Álvarez (Fray Mocho) Administracion General Vaccaro. 1920.

Pero la última de sus visiones era tan maravillosa que ni siquiera le importó que lo habían matado. Popper. La Patagonia del oro. Daniel Ares. Alfaguara.1999.

Cortando árboles estábamos bajo la vigilancia de los soldados, cantábamos aserrín, aserrán, cuando me preguntó Murillo: -¿No te gustaría mandarte a mudar? Fuga de los Estados. Alfredo Becerra. Caja Editora.1994.

En invierno bajaban al mar. Llegaban hambrientos de la montaña y antes de trasponer los últimos árboles contemplaban por largo rato, con sus ojos resplandecientes, la oscuridad de la costa. La playa estaba invariablemente vacía, pero los guanacos tenían buena memoria y no daban un paso en la arena hasta que el sol salía del todo y disipaba la niebla. Fuegia. Eduardo Belgrano Rawson. 1991.

Ya muy entrada la tarde del 27 de septiembre de 1871, la goleta Allen Gardiner, de ochenta y ocho toneladas de registro ancló  en la caleta Banner, en la costa norte de la isla Picton, próxima a la entrada oriental del Canal de Beagle, en Tierra del Fuego. El último confín de la tierra. E. Lucas Bridges. 1948.

Una pequeña goleta de dos mástiles, cuyo palo mayor estaba aparejado con una vela cuadrada, surcaba el intenso oleaje del Atlántico sur, en las regiones cercanas al Cabo de Hornos. El navío de ochenta toneladas –en cuya proa estaba pintado el nombre de Allen Gardiner-había partido de las islas Malvinas nueve días y, hasta el momento, el viaje había sido tranquilo. El hombre de la bahía del pájaro carpintero. La vida de Lucas Bridges. Aime Tschiffely. 1953.

Ladislao Osuna, había nacido en Río Grande. Tenía la cara curtida, el pecho amplio y los ojos escondidos, huesos largos y carne magra. Fumaba mucho. De muchacho fue más al sur, se casó, y cuando lo mandaron a trabajar a Lapataia conocía cada rincón de la zona –y más allá- como si él mismo lo hubiera organizado: turbal a turbal. Bosque a bosque, uno por uno bandurrias, castores y cormoranes, lengas y mutillas. Al fin del mundo. Rosa Angélica Fabbri. Torres Agüero Editor. 1988.

Era una mañana de esas que excepcionalmente se presentan en el Canal de Beagle. El agua estaba tranquila, quieta, casi como un lago; de vez  en cuando se notaba en distintos lugares unas ondulaciones del agua que eran producidas por unas esporádicas rachas de un viento suave, que no se sostenía, pero alcanzaba para hacer navegar muy tranquilo al pequeño velero deportivo que se dirigía de Este a Oeste rumbo a Bahía Lapataia.  El botón dorado (Hallazgo en Tierra del Fuego) Livio Fernández Alzogaray. Editorial Dunken.2000.