EVOCACIONES.- 16 de Mayo de 1833. Charles Darwin, que vista la Malvina oriental, deja un registro de su Excursión.



                 Parto el 16 por la mañana con seis caballos y dos gauchos; estos últimos eran hombres admirables para el objeto que yo me proponía, acostumbrados como estaban a no contar mas que consigo mismo para encontrar aquello de que tuvieran necesidad. El tiempo es muy frío, hace mucho viento, y de vez en cuando, se levantan tremendas tempestades de nieve. Sin embargo avanzamos bastante de prisa; pero, excepto desde el punto de vista geológico, nada nos fue interesante en nuestro viaje. Siempre la misma llanura ondulada: por todas partes está recubierto el suelo de hierbas marchitas y de arbustillos; todo ello crece en un terreno turboso y elástico. Aquí y allá, en los valles, puede verse alguna pequeña bandada de ocas salvajes y es tan blando el suelo que la becada halla con facilidad su alimento. Aparte de estas son pocas las aves que allí hay. La isla está atravesada por una cadena principal de colinas, formadas sobre todo de cuarzo, y de unos dos mil  pies de altitud; pasamos grandes trabajos para poder atravesar esas colinas rugosas y estériles. Al sur de ellas encontramos la parte del país mas conveniente para la alimentación de los rebaños salvajes; sin embargo no encontramos muchos por que últimamente se han llevado a cabo frecuentes caserías.

Al atardecer encontramos un pequeño rebaño. Uno de mis compañeros, de nombre Santiago, pronto logró derribar a una gruesa vaca. Le arroja las boleadoras, la toca en las patas, pero las bolas no se enrollan. Entonces arroja su sombrero a tierra para reconocer el lugar donde cayeron sus boleadoras y, mientras persigue a caballo a la vaca, prepara el lazo, y tras una carrera alocada logra enlazar a la vaca por los cuernos. El otro gaucho nos había precedido con los caballos de mano, de suerte que Santiago tuvo no poco trabajo para poder dar muerte a la furiosa vaca. Sin embargo, consiguió llevarla a un lugar donde el terreno era prácticamente llano, anulando a tal fin todos los esfuerzos que el animal hacía para aproximársele. Cuando la vaca no quería moverse, mi caballo, perfectamente adiestrado en aquel género de ejercicios, se aproximaba a ella y la empujaba violentamente con el pecho. Más no se trataba de llevarla solo a un terreno llano, sino de matar a aquel animal loco de terror, lo cual no parecía cosa fácil para un hombre solo. Y hubiera sido imposible si el caballo, cuando su amo lo ha abandonado, no comprendiera por instinto que estará perdido si el lazo no estuviera siempre tirante; de tal forma que, si el toro o la vaca hace un movimiento hacia adelante, el caballo avanza con rapidez en la misma dirección, y si la vaca está quieta el caballo permanecerá inmóvil, afirmado sobre sus patas. Pero el caballo de Santiago, muy joven aun,  no comprendía bien esta maniobra y la vaca se iba aproximando gradualmente a él. Fue un espectáculo admirable ver con que destreza Santiago  logró colocarse detrás de la vaca y desjarretarla al fin; luego de lo cual no tuvo ya  gran trabajo para hundirle el cuchillo en la nuca, con lo que la vaca cayó como fulminada. Entonces, él cortó varios trozos de carne recubiertos, con la piel pero sin huesos, en cantidad suficiente para nuestra expedición. Seguidamente nos dirigimos al lugar que habíamos elegido para pasar la noche;  para cenar, tuvimos asado con cuero, esto es, carne asada con su piel. Esta carne es así superior a la del toro ordinario, lo mismo que el cabrito es superior al carnero. Para prepararla se toma un gran trozo circular del lomo del animal y se asa sobre leña encendida, con la piel hacia abajo; esta piel viene a constituir una salsera y así no se pierde ni una gota de jugo. Si un digno alderman –hace referencia a los Concejales Británicos- hubiera podido cenar con nosotros aquella noche, inútil es decir que la carne con cuero bien pronto habría sido celebrada en la ciudad de Londres.


1 comentario:

Armando Milosevic dijo...

Muy buen relato éste Mingo, épocas de conquistas y viajes de reconocimientos de nuestro sur argentino.