Un gobernador fueguino y su idea sobre la medicina de los pueblos originarios.



Se trata de Pedro Godoy, quien en 1896, escribía en su Memoria anual:
Entre los onas y yaganes se nace médico –yecamush- como entre nosotros se nace poeta o según las teorías modernas, ladrón, asesino o comerciante. Las enfermedades no se curan con remedios sino con exorcismos, como que no son cometidos por flechas diminutas, de diversos colores, que flotan en el aire y se les pegan a los pasantes como la cosa más natural.
Pegada a una de estas flechitas, la reproducción en el cuerpo es instantánea y rapidísima, alcanzando a millones si es necesaria, en pocas horas.
Las flechas flotantes son naturalmente invisibles, sumamente agudas y tan filosas como la mirada de un pobre a una caja del Banco Nación, y solamente el yecaumush es capaz de encontrarlas y de extraerlas librando al paciente del efecto pernicioso.
Cuando un yecamush solo no puede dominar el mal, vienen dos o más, , y si todos no pueden, entonces el enfermo no tiene escapatoria: las flechitas son tantas que finalmente dan con él en el infierno, que no es como para nosotros un horno, sino una heladera: éntre los indios el frío es tormento y el calor es gloria.
Los ingleses de las misiones les predican el Evangelio en esta forma, a fin de hacerlos comprensibles pues un indio no entiende absolutamente que se lo pueda pasarlo mal al lado de un brasero.
Para extraer las flechas, el paciente es extendido en el suelo y el médico se pinta la cara con tumarapu o sea un barro casi blanco hecho con ceniza volcánica y luego sobre esta capa trazan signos y dibujos a capricho del dibujante.
Preparados así el paciente y el médico, se coloca este a modo de vincha un pedazo de piel sacada del pecho de la avutarda y se corona con plumas del mismo pájaro, arrodillándose al lado de enfermo y empezándose a hacerse un concienzudo masaje en la parte dolorida, buscando la flechita dañina –yecush- y acompañándole con gritos y contorciones de endemoniado. Terminada la operación sin escuchar los gritos del paciente –siempre es desagradable un paciente gritón- se lava la parte tratada o maltratada, y entonces el yecamush muestra a la familia reunida en asamblea, las flechitas atormentadoras que ha extraido –el enfermo se cura-  o declara que no ha podido extraer ninguna, dado el enorme número que tiene el paciente y este morirá.
El médico fueguino no cobra honorarios en lo cual se parece a muchos de los nuestros que no cobran por que los enfermos acostumbran a no pagar pero recibe regalos que consisten en harpones(SIC) , flechas, mariscos o canoas.
En los canales fueguinos no queda hoy sino un solo yecamush –el Doctor Ataconcha- cuyo retrato me permito acompañarle, con dos vistas del teatro donde él realiza sus operaciones.
La tomé en circunstancias en que con su familia iba a ser una cura a un withwaur lejano, donde a causa de no haber podido extraer las flechas a un enfermo los parientes le molieron a palos.
¡Triste pago a la ciencia entre los indios como entre los que no lo son!
La información fue obtenida en el libro ISLA NAVARINO de Samuel García Oteiza, tomado del diario  El Magallanes del 17 de diciembre de 1896. Pero lamentablemente no hemos dado con las imágenes señaladas.
En la foto: pluma de avutarda.

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