Se presenta el
programa de festejos del 98 aniversario de Río Grande en el Museo Municipal.
Diego Saromé es
encontrado inconciente a la intemperie rodeado de objetos que se supone puedan
ser producto de un robo.
En el Paseo Héroes de
Malvinas se inaugura un sector para la Prefectura, con un relieve en madera
hecho por Hugo Urbani.
Gobierno denuncia
sabotajes en distintos establecimientos educativos de Río Grande, mientras en
varios de ellos se desarrollan actividades con escasa calefacción.
Julio 4.- Enargas
actuó de oficio ante cortes de Camuzzi, se habrían realizado de madrugada y
sin notificación previa.
Julio 5.- Magistral
de ajedrez por el 98 aniversario de Río Grande.
Conferencia empresas y ajedrez por Alejo Dovitis, en la Cámara de Comercio.
Julio 6.- Radio abierta por el Día del Locutor.
Polémica por que la justicia autorizó a una preso por violación a
asistir a la Universidad.
Tras la ola polar que dio temperaturas de 17 bajo cero, comienzan los
deshielos.
Décima edición del Río Grande se prende.
Dinosaurios, obra teatral de Santiago Serrano, en Teatro Dionisio.
Julio 7.- Luís Marcelo Vargas queda detenido después de atacar a su
pareja con golpes de cinturón en la vía pública, barrio chacra XIII.
Julio 8.- La fiscal Laura Urquiza desata un escándalo por abuso de
autoridad al pretender detener a un funcionario y un auxiliar.
Un hombre incendió una casa con siete chicos en su interior que
afortunadamente fueron socorridos. Es un caso de violencia de familia.
Julio 9.- El juvenil Pablo Acosta ganó el magistral de ajedrez.
Julio 10.- Se inicia la transición de gobierno de Melella a Pérez.
Iban a Ushuaia a robar. Los hermanos Maximiliano Gabriel Milessi (23) y
Javidr Agustín Milessi (34)
Julio 11.- Cabo de policía espiaba el baño de mujeres en dependencia
policial. Será puesto a disponibilidad.
Pérez y Melella juntos en los actos del 98 aniversario de Río Grande.
Julio 11.- En
Tiempo Fueguino podemos leer: Rio Grande: 98 años que son de todos
julio 11, 2019
Por Pablo Riffo.
Los cachetes colorados curtidos por el frío. Los
mocos asomándose por la nariz corridos por el viento. De pie sobre la bicicleta
para pedalear lo más fuerte que se pudiera. Porque venían los perros y no
cualquiera cruzaba el Danés en bicicleta.
El Río Grande de mi infancia, allá por los 90, era
bastante distinta a la que me recibió a finales de la primera década del 2000.
En los 90 había calles que nadie creería que fueron de tierra, casas que no se
hubieran imaginado que alguna vez fueron una casilla montada en un trineo.
Veredas que no existían, pero que lograron sobreponerse al clima, a la crisis y
a cuanto vendaval pasara por enfrente.
Río Grande un poquito nos curte, sin importar en
qué momento de la vida nos encontremos siendo parte de esta ciudad. De chicos
mirábamos el canal informativo porque si el viento era menor a 40km/h se podía
salir a andar en bici sin tanto problema. Si era más (que resultaba ser
bastante seguido), la decisión se evaluaba. En casi todos los casos, la ganaba
salir.
El crecimiento de la ciudad no fue de un día para
otro, no fue fácil. Un día la Avenida Belgrano de tierra que recorríamos en
bicicleta amaneció cortada, con máquinas trabajando. El agua ya no se juntaba
en el borde de la vereda dejándonos una “mini pista” de patinaje lista para
disfrutar afuera de casa.
En su lugar había cordón cuneta, había pavimento y
un bulevar en el medio que después tuvo un paseo, aunque a esa edad no teníamos
idea de qué era un bulevar.
Un día la plaza de Los Pitufos -que para mí siempre
estuvo bastante deteriorada-, desapareció por completo. En la esquina de San
Martín y Piedra Buena comenzó una obra que se convirtió en un edificio.
Fue una rotisería, fue una concesionaria y seguro
más cosas de las que estoy recordando; pero terminó siendo una universidad, un
centro de formación, una iglesia con pantalla gigante.
La plaza de Los Onas tenía una atracción única que
la ponía por encima de cualquier plaza de Intevu y zonas aledañas. Una montaña
-o por lo menos para mi era inmensa-, de tierra. Tallada a rueda de bicicletas,
subirla de un solo salto y bajar a toda la velocidad era lo básico para
cualquier chico del barrio. No siempre salía bien, y tengo una cicatriz en la
rodilla que lo demuestra.
Otra plaza singular era la del Delfín. Que tenía
una hamaca gigante donde nos subíamos de a varios muertos de risa por lo que
significaba hamacarse juntos. La plaza ya no está, o está pero se llama de otra
forma. Tampoco está la hamaca -por suerte-, con los años no resultaba tan
segura como uno hubiera querido.
La ciudad crece, las familias vienen; algunas se
vuelven, otras se afianzan. De chico mis amigos eran hijos de cordobeses, mi
maestra era cordobesa y el compañero de laburo de mi papá, también venía de
Córdoba.
El intendente de ese entonces también era cordobés
y radical, hoy creo que solo es cordobés de origen, nada más. Entonces todos
decíamos “nosotros los fueeeguínos” como si viniéramos de Córdoba Capital,
porque el intendente lo decía así, y era una persona bastante popular por ese
entonces. Con el tiempo, dejo de serlo tanto, por supuesto.
Hoy mis amigos casi no tienen acento cordobés, y se
casaron con personas que no son de ahí, pero son de Río Grande y hablan
“diferente”. Eran de otros fueguinos que no hablaban como cordobeses, sino más
como porteños. Y es que depende con quién hables, en qué año vino y con quién
se juntaba, la identificación del “acento” riograndense es totalmente
aleatoria.
Me animaría a decir que mi versión de Río Grande de
los 90 quizás no coincide con la versión de algún otro u otra persona que haya
vivido en ese mismo período. No será igual al que nunca se fue, al que vio la
historia desde adentro. Al que nunca extrañó, porque nunca se movió de Río
Grande.
Los de aquella época “chapeamos” con todo eso.
Describimos el “terremoto blanco” del 95 con lujo de detalles, como si
tuviéramos grabado el momento exacto en el que empezó a nevar y no paró.
Fuimos sobrevivientes de trompos, derrapes y
despistes cada invierno que vivimos durante el tiempo en que las ruedas con
clavos era un lujo para pocos. O por lo menos no para nosotros. Llegar a
Ushuaia era un recorrido de por lo menos 3 horas, y cruzar el Garibaldi por
camino de tierra es una experiencia que pocos de los nuevos riograndenses
podrían relatar.
Y es que en el medio se juega mucho el NYC (Nacido
y Criado) y sus derechos heredados, contra el VYQ (Venido y Quedado), y sus
derechos adquiridos ¿quién es más o menos riograndense? ¿el que nació? ¿el que
vino y se quedó? ¿el que se fue y volvió? Para todos Río Grande representa una
etapa distinta de la vida y los “11 de julio” nos permiten rememorarla,
sintetizarla, expresarla o -como en este caso- escribirla.
Por cuatro días consecutivos no entra Aerolíneas a
Río Grande.
Fallece Juan Carlos Apolinaire.
Pablo Rodríguez Lucas, alumno de la UTN, junto a
otros diez estudiantes becarios de universidades públicas recibe el Premio a la Wxcelencia de ls Becas
Progresar a Nivel Superior.
Julio 12.- Paro en el transporte de colectivos.
Las plazas de nuestras ciudades en Osde. Producto
de un concurso del Colegio de Arquitectos.
Facundo Armas y Ariel Martinez brindan el
espectáculo Patagónicos en el WALTER BUSCEMI.
Linajes de Mariana San Juan en el MFA. Como parte
de los 9 años de su existencia.
Comienzan tareas de reestructuración interna del Ex
Hotel Federico Ibarra.
Recital aniversario de la Banda Municipal, cantando
Ludmila Potocki, Karina Mikel y Guillermo Acuña.
Julio 13.- Hay más de 600 recursos de jubilados por
el 82% móvil.
Luis Sosa asume un nuevo mandato en el Sindicato
Petrolero.
Julio 15.- Fallece Hiroldo Avendaño Cárcamo, ex
cocinero rural.
Se inaugura en Tolhuin la Estación Terrena.
Se confirma la sentenci contra los hermanos Quiroz –Shalom y
Jhonatan-por la muerte de Marcelo Cárdenas
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