A todo esto que han sido vivencias familiares les vamos a agregar
experiencias colectivas:
Llega la primavera y los compadres del campo envían a los de la ciudad
un cordero guacho. ¡Qué le daremos de comer! Primero mamadera, es muy chico y
ha perdido su madre. Después cuando comience a pastorear encontraremos a
alguien de la familia que encare la tarea con responsabilidad. Le pondrá un
nombre y ahí andará con su cordero en una soguita.
Un día la maestra se entera que hay un chico que tiene un cordero como mascota, y le pide confidencialmente que lo traiga al día siguiente para que lo conozcan los demás. ¡Al tercer día cada cual que tiene aparece con su animal, y la escuela es un corral!
A fin de año tanto amor corderil va a parar al asador. Si alguno se
salva, por imperio de los llantos infantiles, al se volverá viejo y mañoso.
Alguien ha traído un zorrito del monte, una hermosura, de pronto crece
y es terror del gallinero. La piel se conservará buscando quien va a curtirla.
Otro llegó con un chulengo. ¡Que maravilla! Pero cuidado que escupe.
Llegan de todos lados para sacarse fotos, pero un día también llegan perros
indeseados que lo dejan moribundo. Se lo sacrifica. Termina en milanesas.
Un pingüino curioso entra en el pueblo y alguien con coraje ante sus
picotazos se atreve a llevarlo a su casa, vive entre las gallinas pero no come.
Un marino cuenta que no está acostumbrado a estar solo, le colocan un espejo,
viendo su pobre imagen es feliz. Un día se levanta enojado y de un golpe destruye
su imagen. Se lo lleva a la playa donde se lo condujo más de una vez y siempre se ha quedado. Esta
vez no.
Y en la playa la vida comienza a tener otro sentido, un sentido
generoso.
Tomamos lapas de mauchos y vamos a tener empanadas en casa. Juntamos mejillones
que comeremos con arroz. Pescamos róbalos enormes, aunque se ha venido a
sembrar truchas, las truchas gustan al pescador porque le hacen pelea, pero el
róbalo, en manos de un buen cocinero, es mucho más gustoso.
Los mejillones grandes, las cholgas había que buscarlas en el Paso que
lleva su nombre, y saliendo hacia el sur por la zona de Cabo Peñas las
centollas salían al encuentro de su muerte y los pulpos se aferraban en el
fondo de las piedras.
Había que saber de estaciones,
de lunas y mareas; no se podía caer en cualquier momento, casi nadie
tenía un automóvil y la excursión se hacía multitudinariamente sobre la camada
de algún cachirulo.
Con las centollas regresaríamos triunfantes, calentaríamos grandes
tachos en el patio donde las sumergiríamos vivas. Después vendría la menuda
tararea de extraer su carne sabrosa.
El mar era generoso con la gente de nuestra tierra, y todo lo que crecía
a su lado se contagiaba de esa prodigalidad. El frigorífico, en época de faena,
despedía en canaletas de madera, en medio de agua hirviente, las menudencias
que engalanarían nuestras parrillas. Si no llegábamos nosotros llegarían los
peces y los pájaros.
Primero las sardinas, tras las sardinas los pejerreyes, y para comerse
a estos las merluzas. Hoy hablaríamos de cadena trófica, en aquel entonces
hablábamos de comida gratis.
Los pájaros, hoy objeto de atención turística, eran entonces los que
depositaban sus huevos en la zona de la costa. Se podía salir tras su nidales
para hacer toda una cosecha, eran un tanto más pesados que los de gallina, el
hígado hablaba de ellos de esta manera, pero los jóvenes espíritus de entonces,
sobre todos los de
Estas salidas colectivas no eran eludidas casi por ninguna familia,
recuerdo hasta una vez en que fuimos al Cabo a comer ballena. Don Ramón
Balverdi capitaneaba un grupo que cortaba grandes lonjas, otros armaban una
parrilla donde se preparaban los grasos bistec; y don Ramón que se lamentaba: -¡Esta semana no voy a abrir la carnicería!
En forma más aislada, pero congregando un sinnúmero de familias, se
daba la recolección de achicoria. Las mujeres inclinadas con su bolsa tejida,
su cuchillito, y la popa al viento al costado del camino, pensando en la
ensalada te tenían por delante. Después vinieron con las prevenciones contra la
hidatidosis
(*) Recuperamos en el tiempo esta
conferenciada dada el viernes 18 de noviembre de 2011, en el hotel atlántida,
como parte4 de la CELEBRACION DE
DE PAUL EN RIO
GRANDE
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