Lecturas de LA PRENSA.20. Los territorios del sur.

1900. JUNIO 14.

Los argumentos aducidos en el Senado Nacional en apoyo del proyecto de federalización de Bahía Blanca muy escaso contingente aportan a la demostración de la necesidad, y menos aún de la oportunidad del sacrificio solicitado a la Provincia de Buenos Aires; se ha disertado de preferencia sobre temas interesantes, pero no pertinentes a la materia de debate.

A designio hemos empleado desde la parición del proyecto la palabra “sacrificio” al calificar a la demanda hecha a la provincia pro que realmente lo es y grande la sesión de Bahía Blanca. Debemos detenernos un momento en este punto.

La provincia posee una dilatada costa marítima, Pero no tiene un gran puerto en ella – Bahía Blanca, destinado por razón de su posición geográfica a desempeñar funciones económicas vastísimas que se ensancharán en una expansión sin término, en la medida del progreso, de la población, del comercio de la producción de la zona intensa que por aquel paraje se comunica con el exterior. Con superficies territoriales no son compensables propiedades de esa naturaleza. ¿Cuánto vale, apreciada en tierras mediterráneas la posición de Liverpool? ¿Cuál es mérito relativo de una comarca cualquiera, para un Estado, y de un gran puerto de importación y exportación y asiento de una ciudad populosa comercial y rica?
He ahí lo que se pide a Buenos Aires, al solicitarle que suscriba la permuta de Bahía Blanca por un retazo del territorio de la Pampa Central. La desproporción es enorme y grande el sacrificio. Los hijos de la provincia, movidos por sentimientos nacionales los más puros, pues son parte integrante y muy valiosa de la Nación, tienen fuertes motivos para resistir la cesión de un bien con el cual concurren al mayor lustre y robustecimiento de la República Federal, cuyas instituciones necesitan Estaos fuertes y prósperos y respetables, para desarrollar sus energías y sus virtudes.
Los tópicos indicados no han sido dilucidados, ni siquiera insinuados en el Senado: los dos discursos pronunciados en sostén del proyecto, contemplaron la cuestión, que es en extremo compleja, de muy limitados puntos de vista; el legítimo interés provincial o ha sido tomado en consideración, no se ha demostrado la necesidad nacional actual de la ley de trámite ni se ha comprobado la conveniencia de Bahía Blanca de pasar a la jurisdicción federal, ni se ha insinuado siquiera la promesa de crear algo nuevo: la idea se circunscribe a producir el acto de la transferencia de los territorios materia, de permuta.
El senador autor del proyecto consagró algunas observaciones generales al presente y porvenir del propiamente denominado continente Patagónico, pretendiendo correlacionar su vida económica con la federalización de Bahía Blanca, le faltó demostrar lo que no es demostrable, a saber: que Bahía Blanca es el puerto de los dominios australes de la República que no lo es hoy por su propiedad provincial, que lo será efectivamente por el simple hecho de cambio de propietario.
La federalización no produce modificaciòn alguna en las funciones comerciales del puerto de Bahía Blanca, cualquiera que fuese la jurisdicción de que dependa, ellos serán exactamente las mismas porque proceden de la naturaleza o ubicación geográfica del embarcadero. La ingeniería construye comodidades para las operaciones de embarque y desembarque corrigiendo los defectos naturales; las leyes reglamentan el tráfico pero, ni los ingenieros, ni los legisladores crean y decretan puertos comerciales, eligiendo a su albedrío el paraje.
Ahí está el costoso puerto de La Plata para dar testimonio de la exactitud de la proposición.
Bahía Blanca, provincial o nacional, es y será el gran puerto del sur de la provincia de Buenos Aires, de la Pampa Central, de Río Negro, de una porción considerable de Neuquén, y, corriendo el tiempo buscará su contacto con las 3 provincias de Cuyo, de la propia suerte que el de Rosario, propiedad de Santa Fe, es y será el primer puerto del interior de la República. Ese es el hecho indestructible, sancionado por las leyes de la geografía y de las corrientes económicas que en armonía con ellas se establecen en todos los países del orbe.
Para que tuviera algún vigor el argumento deducido del estado actual de los territorios australes de la Patagonia, imputando a la carencia de un puerto que atraiga su producción y su comercio, sería menester probar que no lo tiene porque Bahía Blanca es de propiedad de la provincia de Buenos Aires que la necesidad señalada no será satisfecha mientras sea su dueño: en fin, que el ideal se realizará solamente cuando aquel sitio sea incorporado a la jurisdicción federal, y declarada asiento de la capital de la futura provincia pampeana. El sofisma se destaca por sí mismo.
Pero es oportuno observar que a Buenos Aires pertenece el suelo del partido de Bahía Blanca y que su puerto es nacional, regido por concesiones y por reglamentos del congreso y Poder Ejecutivo Federales, de suerte que si al presente no lleva la misión económica que equivocadamente se le atribuye a la población, y en el desarrollo del comercio de la Patagonia Austral, la culpa gravitaría por entero sobre la Nación sobre sus poderes públicos. Qué puede prometer entonces el Gobierno General con la ley proyectada si su conducta acusa su desidia y su ineptitud para fomentar el progreso marítimo y comercial de Bahía Blanca?
Hace hecho notar en el Senado que la producción ganadera de Santa Cruz y de Tierra del Fuego, sale al exterior por el puerto libre de Punta Arenas, en cuya plaza se provee económicamente su comercio. Punta Arenas, e cuya plata se provee económicamente su comercio. Pero, ¿qué relación hay entre este hecho y la federalización de Bahía Blanca? No la percibimos, ni la percibiría nadie porque no existe.
La ganadería de la región mencionada se sirve del puerto chileno de Punta Arenas, porque le ofrece positivas ventajas, como son éstas: lra, está más cerca que las demás de exportaciòn; 2da, allí hacen escala los vapores ultramarinos, 3ra, es puerto franco libre de impuestos. Cómo ha de competir con ese adversario el puerto de Bahía Blanca ya pertenezca a la provincia de Buenos Aires o a la Pampa?
Mil veces han sido indicados y reclamados los medios de impedir que la producción argentina de la Patagonia austral, salga al exterior por un puerto extranjero; pero jamás fue atendido el requerimiento, ni se tomó en cuenta el consejo.
El procedimiento es simplísimo: consiste en favorecer por extención los derechos aduaneros a aquellas nacientes y remotas poblaciones, con seguir que la navegación ultramarina del Estrecho haga escala en Río Gallegos, para cargar los frutos ganaderos y establecer un servicio normal de comunicaciones en aquellas costas, desde Tierra del Fuego hasta Santa Cruz, comprendiendo las Malvinas.
Cuando Bahía Blanca sea, por el merecimiento de la población de su zona económica de acción una plaza comercial de importación, es evidente que el comercio patagónico sea cliente de ese mercado por ser el más cercano; pero el tráfico de la exportación tendrá siempre que hacerse por los puertos propios de la Patagonia, comunicados directamente con Europa por la navegación que los frecuenta. Ese debe ser el ideal del estadista argentino. Las redes de caminos comunes, ferroviarios y fluviales que faciliten el arribo a la costa de los productos del interior de la Patagonia, deberá conexionarse con los embarcaderos más próximos. Porque había que obligarse a la producción del Chubut, de Santa Cruz, de Tierra del Fuego, a buscar los muelles de Bahía Blanca para salir al extranjero, recorriendo largas distancias con recargo de fletes y de comisiones, si la costa del Atlántico le ofrece numerosos puertos, adonde puedan atracar los barcos de la navegación universal?
La población de la Patagonia que forma geográficamente aparte, es independiente del funcionamiento del puerto de Bahía Blanca; es un problema aparte, que los poderes nacionales deben afrontar con un plan especial; a su abandono se debe exclusivamente la situación deplorable descrita por el senador Pellegrini. Allá no se abre un camino, no se fondea una boya, no se cava un canal de riego, no se hace nada útil, ni en el orden material, ni en el orden administrativo.
Entre tanto: hanse gastado irregularmente 400.000$ en dos cuarteles, derrochándose así los recursos que debieran ser aplicados a la viabilidad y a la irrigación. Y, para que la desidia y la imprevisión se extremen, se ha sometido a arbitraje el origen de los grandes ríos cordilleranos y de los lagos, que almacenan agua que en el futuro debe fecundar a la Patagonia de la costa marítima, cuyo terreno presenta el desolado aspecto de erial, porque carece de riego.
De las observaciones apuntadas se deduce, que el proyecto se circunscribe a multiplicar por un factor desconocido al territorio federal de la Pampa Central, pues, tal es la adjudicación de Bahía Blanca, y a dos capitales nacionales, a Río Negro y Neuquén; nada crea, ni promueve, ni promete nada al puerto cuya cesión se gestiona, ni a la Patagonia austral, mencionada en el debate al sólo efecto del exhibir su abandono de lo que debemos felicitarnos porque la crítica no está demás.

Observaciones del Mensajero

Hace ya un par de décadas el diario La Arena de Santa Rosa dedicó algunos números de su suplemento Caldenia a analizar aquel proyecto que se frustró: Una provincia pampeana que salida al mar por Bahía Blanca.

Internet nos desafió a buscar ayuda en ella, y así apareció una crónica interesante Taringa!, aludiendo a un estudio realizado en La Nueva Provincia (foto), diario que nació por esta cruzada provincial, cuando se pensaba dar a la ciudad que se pretendía como “puerta de la Patagonia” un status de capital.

Aquí se aluden a pujas con La Plata, y el desarrollo de la misma da para un análisis de cómo se prolongó esta situación doce años después.

El trabajo lleva la firma de Carlos A. Guardiola y alude a un investigación periodística de la Licenciada María Cristina Garbiero.

Cuando en 1912 el Dr. Roque Sáenz Peña asumió la presidencia de la Nación y dirigió su palabra para la apertura del período parlamentario surgieron, de sus conceptos, la posibilidad cierta que Bahía Blanca, nuevamente, tuviera otra oportunidad para convertirse en la capital de un nuevo estado provincial. Parecía como que los fracasos de anteriores proyectos en esa dirección, como el del fundador de "La Nueva Provincia", Enrique Julio, y el del senador nacional y ex presidente, Dr. Carlos Pellegrini, no hubieran logrado generar sedimentos lo suficientemente desalentadores como para ahuyentar las esperanzas en tal sentido. El renacimiento de las viejas esperanzas bahienses encontró punto de apoyo en un párrafo muy especial del mensaje del presidente a las cámaras. Es que Sáenz Peña tenía intenciones de realizar una importante obra pública en el partido de Avellanada y, en tal sentido, propiciaba la federalización de ese distrito. Y lo fundamentó aseverando que la incorporación de aquella ciudad al distrito federal se había vuelto impostergable por razones de orden político, económico, de higiene y de seguridad. En esa dirección ya había tenido conversaciones con el gobernador provincial, a la sazón el general José Inocencio Arias, las que explicó habían sido acogidas "con marcada simpatía lo que me permite esperar que la legislatura provincial prestará su consentimiento".

Las obras proyectadas permitirían el formal saneamiento del Riachuelo, ¡ya en aquéllas épocas motivo de preocupación!!

Como no podía ser de otra manera el diario "La Nueva Provincia", inmediatamente, se lanzó investigar las proyecciones del pensamiento presidencial, deduciendo que "la parte del mensaje referente a la federalización de Avellaneda" tenía una importancia trascendental para reflotar la idea de Bahía Blanca como cabeza de un nuevo estado federal.

Las primeras conclusiones del diario, y sondeos con legisladores nacionales del partido de Roque Sáenz Peña que Enrique Julio tenía muy aceitadas, le permitieron inferir que el proyecto federalizaría un radio de 50 kilómetros que rodearía totalmente la capital del país.

Por el norte llegaría hasta el Tigre, por el oeste hasta Luján y por el sur (y he aquí lo más importante), hasta La Plata incluyéndola.

Queda claro que, de prosperar el proyecto, la provincia de Buenos Aires perdería a su capital lo que otorgaba serias chances a la ciudad de Bahía Blanca de serlo de la Buenos Aires "residual". Enrique Julio pudo averiguar que, en compensación de esta federalización, el gobierno nacional se haría cargo de la deuda externa de la provincia que, en aquellos años, ascendía a 300 millones de pesos. Más aún: entraría también la cesión, a la provincia de Buenos Aires, de una parte de los territorios nacionales de La Pampa (proyecto Pellegrini) y de Río Negro (proyecto Enrique Julio). La ciudad elegida por Roque Sáenz Peña, como nueva capital provincial, sería Bahía Blanca y "la ciudad de las diagonales", La Plata, pasaría a convertirse en residencia del presidente de la Nación y sede de los ministerios federales.

A través de sus fluidos contactos con los poderes nacionales, el dueño del diario "La Nueva Provincia" pudo saber que la idea tuvo su origen en una visita que el presidente Roque Sáenz Peña había realizado a La Plata, habiendo manifestado que ésa era la ciudad ideal para convertirla en sede del gobierno nacional a fin que los gobernantes pudieran desarrollar su gestión sin las agitaciones y presiones propias de las grandes urbes. Pudo saber Enrique Julio que, luego que el primer magistrado diera lectura a su mensaje, dos legisladores bonaerenses: Santiago Luro y Horacio Varela, sorprendidos ante el posible desmembramiento de Avellaneda, se acercaron al presidente para indagarlo al respecto. Este les ratificó que ya había hablado con el gobernador Arias lo que motivó una urgente reunión de los legisladores con el mandatario provincial. Y Arias les manifestó estar de acuerdo con el proyecto por "interpretar conveniencias generales y porque dejaba paso a los intereses superiores de la Nación". Lo cierto es que la estructura general del proyecto fue anunciada el 11 de junio de 1912 por el gobernador Arias en una conferencia de prensa.


En síntesis el proyecto proponía: La provincia de Buenos Aires entregaría a la Nación una zona de 50 kilómetros, hacia todos los rumbos del límite actual, comprendiendo los partidos de Vicente López, San Isidro, San Fernando, San Martín, General Rodríguez, Moreno, Morón, Ramos Mejía, Avellaneda, Lomas de Zamora, Almirante Brown, Quilmes y partes de San Vicente, Luján, Pilar, Brandsen y La Plata


Un primer mapa implicaba, nada menos, que la provincia se desembarazara de esa malformación geopolítica que, con los años, sería denominada "conurbano" y que quedaba anexada a la ciudad de Buenos Aires - Circunvalaría esa extensa zona un canal navegable que oficiaría de gran cinturón de la Capital Federal. - La Plata sería federalizada y pasaría a convertirse en la nueva capital del país, asiento de las autoridades nacionales y los ministerios. - La nueva cabecera del estado bonaerense sería Bahía Blanca "irreemplazable por sus condiciones de gran ciudad marítima". - La Nación se haría cargo de una explosiva deuda provincial de 300 millones de pesos y cedería territorios nacionales de La Pampa y Río Negro, a determinar, que permitiría el "ensanche" de la provincia.


Un segundo mapa demostraba que el proyecto generaba la anexión a la nueva provincia de territorios, no determinados, de La Pampa y Río negro en canje por los 23 distritos que se anexaban a la capital del país


Ese señor llamado Arias


La primera pregunta a formularse es desde cuándo y por qué este gobernador, casi a contramano con la política asumida por sus antecesores en el cargo, adoptó una actitud tan positiva con respecto al traslado de la capital provincial a Bahía Blanca. Las primeras conjeturas, en tal sentido, pueden encontrarse en declaraciones que el propio general Arias hizo al diario "La Prensa" de Capital Federal. Allí deslizó que, en una visita realizada, la ciudad sureña lo había impactado.


También influyó en su ánimo un libro escrito por el Dr. Adolfo Posada, catedrático de la Universidad de Madrid, titulado "La República Argentina", que ensalza a Bahía Blanca comparándola con la emblemática ciudad inglesa de Liverpool que, muchos años después, sería cuna de los revolucionarios Beatles.

Posada avanzó mucho más en su análisis y subrayó las siguientes ventajas:

a) La distancia que la separaba de la Capital Federal era una sólida garantía para evitar el asedio del poderío económico de esa metrópoli.

b) Era el asiento natural de la corriente inmigratoria no asimilada por la capital nacional.

c) Su explosión demográfica: 23.194 habitantes en 1900 y que, ya para 1909, superaba los 69.000.

d) Su economía creciente. La recaudación de 1900 fue de $ 173.630 y, nueve años después, ascendía a $ 825.703 con finanzas saneadas.

e) Sus colegios, instituciones y el grado de intelectualidad de sus habitantes.

Pero sin duda lo que el mandatario provincial se cuidó de comentar fue que la deuda externa provincial, acumulada, era de tal magnitud que los 300 millones de pesos aliviarían no sólo las arcas de su gobierno sino de los siguientes que lo sucedieran. Las reacciones La gran mayoría de los legisladores nacionales bonaerenses, que habían asistido a la conferencia de prensa de Arias, no sólo se retiraron de la misma de manera destemplada, sino que no concurrieron tampoco al banquete que el gobernador ofreció a continuación de la misma. Algo olía mal y la agitación provocada por el anuncio no tardó en expandirse.

Al igual que lo ocurrido con el proyecto del Dr. Carlos Pellegrini, el desmembramiento territorial fue la bandera izada por los detractores.


Bahía Blanca: hora clave


Enterados de la buena nueva los bahienses iniciaron una decidida acción cívica tendiente a cristalizar sus viejos anhelos. El 13 de junio de 1912 se llevó a cabo, en el palacio municipal, una asamblea que resolvió la formación de un comité popular "Pro Capitalización" que fue presidida por el Dr. Gregorio Ugarte y secundado, en diferentes cargos, por personalidades de la talla de Norman Geddes, Emilio Duprat, Enrique Julio, el Dr. Valentín Vergara, Rufino Rojas, Ramón Olaciregui, Narciso Mallea, el Dr. Leónidas Lucero, Tomás López Cabanillas y Jorge Moore, entre otros. Naturalmente sus integrantes pertenecían a las esferas más representativas de la ciudad en el ámbito político, económico y social. Estos notables desplegaron una batería de acciones que no reparó ni tiempo ni inversión económica. Así mantuvieron fluido contacto con el presidente de la Nación y con el gobernador Arias; buscaron adhesión en distritos vecinos; panfletearon; utilizaron la prensa; realizaron asambleas regionales constituyendo otros comités de campaña. Sin duda conmovieron a la opinión pública y Coronel Pringles, Benito Juárez, Tres Arroyos, Coronel Dorrego y Coronel Suárez se sumaron rápidamente a la nueva cruzada. Los Maquiavelos platenses

El "blitzkrieg" para defenestrar el proyecto, cuando no, tuvo su impronta en la legislatura provincial integrada, mayoritariamente y tal como ocurre en la actualidad, por legisladores del centro y norte bonaerense. Se indignaron y rasgaron sus vestiduras (a la usanza romana) por la pérdida territorial que significaría la "evaporación" de los 23 distritos que serían federalizados si el proyecto culminaba con éxito. La ingeniería para hacerlo fracasar tampoco reparó ni en formas ni en medios: minutas de interpelación al ejecutivo provincial; encendidos discursos parlamentarios; visitas cotidianas a diarios y revistas de la época; movilización de los barrios periféricos de La Plata (algo así como los piqueteros de aquella época) mitines y panfleteadas fueron algunos de los recursos utilizados.

Era claro que, a medida que pasaban los días, en el congreso provincial se iba generalizando la sensación que lo de Roque Sáenz Peña y Arias "no correría". El gobernador, que además de militar tenía olfato político, entendió que lo prudente era guardar silencio y retirarse de la escena sabiendo que "soldado que huye, sirve para otra guerra".

Para septiembre de 1912 el proyecto estaba en "vía muerta" aunque aún le faltaba el "disparo a la nuca" para terminar de rematarlo. Y esa "bala" llegó desde La Plata, "la ciudad inventada", con noticias poco alentadoras sobre su salud. El general Arias había abandonado las tareas de gobierno las que delegó en su vicegobernador, el coronel Ezequiel de la Serna. Su enfermedad, que comenzó como una simple gripe, se convirtió más tarde en congestión pulmonar y una complicación renal terminó provocando su deceso el 11 de septiembre de ese año.


Trama secreta


Una revista de la época, PBT, deslizó en un suelto que su deceso tuvo mucho de conjura e intriga palaciega "y que su desaparición, oportuna, fue funcional a los intereses provinciales que este general no representaba". Para colmo su ama de llaves, que era británica, salió sigilosamente del país una semana después de la muerte del general.

La publicación deslizaba, intencionadamente, que buena parte de la onerosa deuda provincial tenía como acreedora mayoritaria a la banca inglesa. Deberá recordarse que los ingleses dominaban el puerto de Buenos Aires y que los norteamericanos necesitaban, para su expansión geopolítica continental, un puerto en el Atlántico y que, en esa dirección, habían alentado la creación de una nueva provincia, con capital en Bahía Blanca, bajo cuyo ejido operaba el puerto de aguas profundas más importante del país. Sin embargo no querían enemistarse con los británicos lo que los obligaba a manejarse con cautela.

Y los ingleses, que sospechaban de las intenciones americanas, fueron permeables al otorgamiento de empréstitos a la provincia (gestionados por legisladores del centro y norte bonaerense) que, al endeudarse, perdió capacidad de manejo y autonomía. Es obvio, entonces, que el proyecto del presidente Roque Sáenz Peña, que incluía el salvataje financiero para las alicaídas arcas provinciales, amenazó con hacer naufragar la estrategia británica de evitar la competencia americana en el Atlántico si es que "los primos" se hacían del puerto de Bahía Blanca.


El adiós al general


Su muerte fue muy lamentada. De hecho, y en homenaje al hombre que había generado una nueva posibilidad para la ciudad, se le puso años más tarde su nombre a la arteria empedrada que une Bahía Blanca con Ingeniero White.

La muerte del general José Inocencio Arias dejó sin realización posible al proyecto. Su secretario, Manuel María Oliver, escribió una carta a Enrique Julio donde le comentaba: "Un día antes de su fallecimiento me expresó: Dígales a los de Bahía Blanca que no cejen en sus proyectos; que si me muero no abandonen la idea ya que la misma contribuirá a la grandeza de la Nación y de la provincia. Pero parece que Dios no quiere. Dejo la semilla en el surco... que otros trabajen y cosechen". Un día más tarde el mentor había muerto.

Un comunicado de La Plata terminó de poner la lápida definitiva. Escuetamente decía: "Siendo transitorio el gobierno del coronel de la Serna, cuya principal atención estará puesta en las próximas elecciones a gobernador y renovación legislativa, no podrá ocuparse de la federalización propuesta por el gobernador Arias". ¡Qué distinto hubiera sido el futuro de la "provincia interior" si, casi un siglo atrás, hubiera podido desembarazarse de esa malformación geopolítica denominada "conurbano"!!

El tango, con sus letras tristes y melancólicas, suele aportarle al periodista la filosofía de bolsillo necesaria para algún cierre de nota que tenga esa impronta. Un réquiem apropiado si se quiere. Por eso "Desencuentro", de Aníbal Troilo y Cátulo Castillo pareciera el adecuado. Dice el poeta: "Creíste en la honradez y en la moral... ¡qué estupidez! Por eso, en tu total fracaso de vivir, ni el tiro del final te va a salir". Bahía Blanca, una vez más, había tenido un "desencuentro" con la historia de grandeza para la que estaba preparada.

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