Se dice que: El Sr. Popper (Carrey) es un agente inmobiliario que sin esperarlo recibe una particular herencia: al fallecer, su padre le deja como legado un grupo de seis desordenados pingüinos. Las ambiciones iniciales de Popper se trastocan con la llegada de los inesperados visitantes, que interrumpen el que puede llegar a ser su mejor negocio”.
El clásico en cuestión ya había entrado en nuestro conocimiento en los escritos de Boleslao Lewin, bajo el título Quién fue el conquistador patagónico Julio Popper; donde se decía:
“Los Atwater (los autores) nos presentan a un Popper pintor de brocha gorda, cuyo nombre de pila –prudentemente- nunca mencionan, como tampoco precisan el lugar donde se desarrolla la acción. Destacan, en cambio, que se tratan de relatos sobre el Polo Sur”
“Eso era –dicen los autores- lo que más lamentaba nuestro buen amigo Popper, no haber contemplado jamás aquellas extensiones de hielo y nieve. ¡Cuánto más hubiese preferido ser hombre de ciencia en lugar de pintor de brocha gorda en Aguamansa, y haberse sumado a alguna de las grandes expediciones polares! Pero precisamente porque no podía ir, constantemente estaba pensando en ello”
Julio Popper dejo inconclusa una expedición Antártica para la cual había comprado un vapor llamado Explorador.
“Pero el relato del apologista de Popper dice sobre el autor de la novela: “Iba a ver las películas sobre las regiones australes del globo. Su entusiasmo llegó a tanto que se animó a escribir al comandante de una nave exploradora de la región antártica. Este en vez de contestarle la carta, como obsequio, le envió un pingüino”.
Las aventuras subsiguientes a tal envío no son de interés para nosotros. Pero si el detalle de que se le ofreció al pintor de brocha gorda Popper la oportunidad de visitar no el Polo sur sino el Polo Norte.
La síntesis de la comedia con Carrey como protagonista dice:
“Mr. Popper vive en una tranquila y pequeña ciudad americana llamada Stillwater. Allí nunca pasa nada. Quizá por eso se ha convertido en un soñador y en un especialista en temas del Ártico y de la Antártida, incluso podría decir el nombre de todos sus exploradores y qué fueron a hacer a los polos. Un día conversa, gracias a un programa de radio, con el almirante Drake sobre su expedición a la Antártida, y éste le dice que pronto recibirá una sorpresa… Lo que nadie podía suponer es que el almirante iba a enviar una caja con ¡un pingüino de la mismísima Antártida! La vida de nuestro protagonista cambiará radicalmente, y la aburrida vida en Stillwater se transformará en una fantástica y permanente aventura llena de pingüinos.
Y después viene una referencia a los autores de la novela:
“Richard Atwater (1892-1948) nació en Chicago y fue profesor de griego en la universidad, donde conoció a su alumna Florence (1896-1979), que en 1921 se convertía en su esposa. Con Los Pingüinos de Mr. Popper (1938) alcanzaron el éxito, tras inspirarse Richard en imágenes grabadas de la primera expedición a la Antártida, realizada por el almirante Byrd. Ya iniciada la escritura del libro, él cayó muy enfermo antes de terminarlo, y tuvo que ser Florence quien, a partir de 1934, lo revisara y diese fin”.
Y ahora, vayan comprando pochoclo…
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