PRESENCIA DE LA MUJER EN TIERRA DEL FUEGO. Cuarta y última parte de un escrito de Leonor María Piñero.



Establecida la misión salesiana sobre el río Chico desapareció el grupo de blancos que se afincara cerca del río Grande. Sólo cuando las grandes estancias se formaron, nuevamente se eligieron las orillas de este río y así José Menéndez –que hospedara en la misión al pisar suelo fueguinos instaló su primera estancia –la actual “José Menéndez”- en donde hoy se halla el frigorífico bautizándola “Primera Argentina”. De esta manera, el núcleo civilizado se fue acrecentando atraído por las tareas rurales o labores de haciendas, para abrir caminos, hacer alambrados, construir puentes, planchadas, pasarelas, casas-habitación, etc. Al allegarse a la zona el elemento portador de mano de obra, al traer mercaderías, al transportar haciendas en los barcos de Menéndez a otros puntos –como la estancia “San Gregorio” en el estrecho- se hizo necesaria la creación de establecimientos como la capitanía de puerto y la Sub-prefectura (1915), y que se instalara la primera casa de comercio. Desde esos comienzos la mujer estuvo presente en nuestra localidad como participante activa en el total proceso de la población, en su nacimiento en su desarrollo, ya como simple villa, ya como pueblo y ha en su avance firme hacia ciudad. A principio de siglo existió la casa de comercio “El Cañón” atendida por Soldani y que en 1905 la regenteó don Francisco Bilbao que llegada acompañado de su esposa doña Jesusa Arriola. Esta casa –en la que más tarde funcionó el Club “Almirante Brown”- es una verdadera reliquia en Río Grande. Cuando Bilbao dejó de atender “El Cañón” pasó a Mendizábal y de este a “Jorrín y compañía” que era apoderado de los Menéndez. La esposa de Jorrín fue la primera estafetera pues entonces no había correo. Otra encargada de la estafeta  fue la Señora Amanda T. de Van Aken. Estos datos los hemos ido hilvanando con los recuerdos de Doña Flora Scott de Olmedo y de doña Franka Zuvic de Sucic, ambas llegadas en 1921 con pocos meses de diferencia. Doña Flora lo hizo cuando contaba con doce años ya que a su padre lo habían designado contador de “María Behety”. Su hermano Alfredo era un niño de tres años. Don Scott pasó en 1924 a desempeñarse como Despachante de Aduana en la Subprefectura y luego, junto con don Francisco Bilbao y con Olmedo atendieron la agencia marítima de los Menéndez. Es notable advertir como la vida de entonces se desarrollaba girando en torno  a las grandes estancias. Por ese tiempo solamente había tres galpones en el incipiente pueblo: el de la Misión, el de la “María Behety” y el de Sucic por donde está hoy la Subprefectura. Las escasas familias residentes se reunían en casa de una y otra y parecían constituir una sola. Las estrechaba un gran afecto, dado sin duda por las circunstancias –la de ser tan pocas y por el alejamiento  en que transcurrían sus existencias. Así aconteció con todos los comienzos de los pueblos patagónicos. Scott estaba suscripto a “La Prensa” de la que era Van Aken corresponsal y ese único ejemplar pasaba de mano en mano. Entre sus recuerdos doña Flora cita a  a la primera Comisión de Fomento integrada por don Francisco Bilbao, Pedro Triviño, Van Aken, y Olmedo, entre otros. En cuanto a la escuela –dice- presentaron una solicitud al gobierno Van Aken, Scott, Raful y al ser creada se designó director de la misma a don Telmo Suárez, que llegó también a desempeñarse como estafetero y como Juez de Paz (8). Ocupó una sala de la casa de Julio Andrade y luego una situada al lado de donde estuvo Casa Ibarra. Retirado Suárez nombraron a Enriqueta de García, ella y su marido procedían de Ushuaia y entonces la escuela pasó al galponcito de los Sucic. Por inquietud de la señora de García y por contribución de los pobladores se construyó la escuela en el edificio que hoy ocupa la Municipalidad. Con doña Flora traemos el nombre de doña Filomena Maldonado de Medina quien atendía, igualmente, una biblioteca circulante. (A mí, personalmente, me prestó varios libros, entre ellos “La gloria de don Ramiro” de Larreta)
Los recuerdos se adelantan en el tiempo y así llegamos a 1940, cuando ya hubo luz eléctrica y aparece en la conversación el nombre de Arias que tuvo la primera sala de cine en el Club San Martín, club que se quemó en 1961 juntamente con la Casa Raful. Era una habitación de uno 4x5 donde se ubican sillas comunes. Se cuidaba que la función terminara antes del corte de luz que se producía a la 1 de la mañana. Lo mismo sucedía al organizarse los bailes en los clubes Social y San Martín: al producirse la señal se terminaba la fiesta o se continuaba con faroles. El cine, ya con máquina grande, perteneció a Olmedo al tomar a su cargo el Hotel Argentino, máquina que vendió después a Fernández, uno de los actuales dueños del “Roca”.
Doña Franka en su memorización nos trae datos muy interesantes. Llegó a Río Grande en noviembre de 1921 y el día 18 se casó en la misión. Don Manuel Sucic había fundado el hotel “El Tropezón” al que acudían los domingos las gentes del pueblo pues se realizaban carreras cuadreras, juegos de bochas, etc.  y era el punto de reunión de los yugoeslavos. Siempre se tenía listo un caballo para auxiliar a los vehículos que se quedaban en las cercanías. Recuerda doña Franka al Río Grande de aquel tiempo, sus casas y a algunos de sus habitantes, especialmente a las mujeres de acuerdo a nuestro requerimiento. Así pasamos revista a la Subprefectura vieja, al Juzgado (donde hoy reside la señora de Finocchio), el Correo enfrente (o sea la estafeta), la casa vieja de Bilbao, las de Imperiale y Martínez; serían alrededor de diez. Entre las mujeres que ya había en esa época –muy pocoas- doña Amada T. de Van Aken quien con su esposo tenía un negocio cerca de la Subprefectura; Maruja Romero de Varas, esposa del Juez de Paz y nacida en Ushuaia; la señora Ibarra de Sosa, esposa del Subprefecto y hermana de don Federico; las señoras de Martínez y Rosario Imperial. Otra mujer de ese tiempo es doña Marta Klausen de Barría, cuyo padre trabajaba en la Estancia “Rubi” y que llegó en 1918. También debemos mencionar a Clara Bridges de Goodall cuyo esposo fue técnico constructor del Frigorífico (la primera faena data de 1917 en pequeña escala) y que más tarde fue administrador del mismo antes que lo tomara la CAP. Mr. Goodall incubó ovas de truchas y salmones en los ríos fueguinos. La señora de Goodall se crió en “Viamonte” y al casarse en 1930 ocupó la casa de administración de la mencionada fábrica. Otra mujer llegada en 1924 es María Chamorro que procedía de España; lo hizo con sus padres llamados todos por sus hermanos que ya residían aquí. Desde Punta Arenas viajaron en el vapor chileno “Austral”. (Otros barcos que hacían carrera a la isla eran “Amadeo”, “Avilés” y “Antártico”). Casó con Casiano Pérez cuya residencia fueguina data de 1920, que trabajó en “Jorrín y Cía.” Y también como valijero del correo (o estafeta, en ese tiempo) fundado en 1923. La fundación del correo se produjo porque vino un inspector y al comprobar que los barcos traían las cartas en bolsitas para cada estancia –lo cual significaba casi un contrabando- creó la mencionada estafeta. Pérez iba al muelle a buscar la correspondencia que luego clasificaba. Jorrín fue el fundador de la radio: funcionó en dos o tres habitaciones del Hotel “Argentino”. La radio estaba a cargo de un suboficial, de un cabo y de un conscripto. El matrimonio Pérez rememora al “Piedrabuena” que encalló por la misión donde se deshizo después. Las ovejas andaban libremente por el pueblo –dicen- y se había tendido una alambrada hacia el sur para que no pasaran hacia la playa, la que se quitó al efectuarse el trazado de las calles. Los indios pasaban de largo y doña María sonríe pues le parece estar viendo a las mujeres con sus niños sobre las espaldas. Hacia esos años ya había médico en el frigorífico que era el Doctor Díaz Pereyra. El primer dentista data de más reciente época, el Doctor Bruzzoni, hacia 1944. El primer carnicero se llamó Pedro Cyarzo y vendía sin balanza, el capón a $10 y el cuarto a $250. Hubo asimismo un hombre de profesión boxeador que procedía de Punta Arenas y que murió en esa ciudad pero que, mientras permaneció en ésta, trabajó en el frigorífico y también de contratista de leña. Recuerdos deshilvanados, como se advierte, pero que tienen valor histórico.
En 1925 se produce la llegada de los estancieros llamados “chicos” fecha importantísima si se tiene en cuenta el incremento de población que trajo aparejado. La mujer del poblador, la que se afincó con él y luchó a su lado merece un párrafo aparte pues junto a su marido sorteó los mil inconvenientes que significó hallarse, en algunos casos, bien alejados del pueblo, y no sólo atendió a su familia sino que cocinaba para los trabajadores. El año 1925 marcó una etapa. Otra la señaló el descubrimiento del petróleo que afincó a nuevas familias.
Río Grande tiene el orgullo de que tanto sus hombres como sus mujeres laboraron por ella a la par. La mujer no se sintió ajena  jamás ni a las actividades civiles o religiosas, ni al trabajo, ni a las obras de caridad. En todo cuanto hoy es el pueblo y en todo cuanto significa su bienestar la participación femenina fue un hecho. Nunca ha estado ausente y no lo estará jamás.

(8) Según Juan H. Lenzi fue fundada en 922. Doña Flora afirma que como no había escuela en Río Grande tuvo que ir a estudiar en Punta Arenas, como tantos otros niños de su edad. Su hermano Alfredo fue de los alumnos fundadores de la Escuela de Río Grande.

En la foto se pueden ver a Francisco Bilbao y Jesusa Arriola, con sus cuatro hijos mayores. No nacía el menor -Pachi- y aparecen las dos hijas que fallecería en un viaje a España, víctimas de la gripe.

                                                                                                                            

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

El artículo representa un panorama completo sobre las personas, lugares y comercios que ayudaron a componer el núcleo desde el cual el pueblo de Río Grande inició su proceso de desarrollo social y económico. Ciertos pasajes me llevaron a las páginas del libro “A hacha, cuña y golpe”, publicado en 1995:

En el texto de Leonor María Piñero pueden leerse los nombres de Franka Suvic y Miguel Susic, además de una breve mención a su matrimonio y una referencia al Hotel El Tropezón. La hija de ambos, Franka (o Emilia) Susic de Boniffeti, comentaba al respecto en el libro antes citado :

“Mi padre llegó a Tierra del Fuego en el año 1905 y mi madre en 1921. Mi madre trajo también dos hermanas casadas con yugoeslavos y aquí formaron lo que es hoy Río Grande. Mis padres se casaron por civil en Punta Arenas y por iglesia acá (en Río Grande). Los obligaron los amigos, el Juez de Paz y el Jefe del Registro Civil, porque ni mi papá ni mi mamá tenían intención de casarse por iglesia. El nombre del Juez de Paz era Varas (...)”. Piñero también menciona entre las mujeres de la época a Maruja Romero de Varas, precisamente esposa del Juez de Paz, y que había nacido en Ushuaia.

Emilia Susic también recordó: “Cuando se casaron mi viejo se hizo en El Tropezón una casa. Se hizo un hotel y almacén de ramos generales y allí llevó a vivir a mi mamá”.


Los nombres de Jorrín y Telmo Suárez citados por Leonor M. Piñero, los encuentro en el capítulo del libro que trata sobre la vida de Antonio Kovasic, y que lleva por título: “Cuando avanzó la colonización de tierras, la mayoría eran palos blancos” (De Gutiérrez, Domingo, “De por acá”, en Impactos, Octubre 1992, Punta Arenas, Chile).

Antonio Kovasic nació el 13 de noviembre de 1911 en Porvenir, Tierra del Fuego, y se crió en Punta Arenas. Allí, en el convento de Don Bosco donde estuvo cuatro años, aprendió el oficio de carpintero. Kovasic trae el recuerdo de Jorrín en el siguiente pasaje: “El año ‘23 ya andaba por acá. Un tío mío (Mariano Kovasic) me trajo a Río Grande y en el hotel teníamos unas herramientas para hacer unas banquetas (...). El hotel de mi tío – actualmente Argentino – se llamaba Miraflores, había sido de un tal Jorrín”. Y sobre Telmo Suárez, comentaba: “Telmo Suárez llegó a Río Grande y estaba con el tío, era muy conocido como maestro de escuela. Él fue el primer maestro, yo estuve como un año en la escuela para repasar”.

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Anónimo dijo...

VIENE DEL COMENTARIO ANTERIOR

Leonor M. Piñero además plantea en su escrito un comentario sobre John Goodall - esposo de Clara Bridges -, su cargo como administrador del frigorífico y su actividad vinculada a las truchas y salmones. Mirko Milosevik y Federico Gifford, en sendas entrevistas publicadas en “A hacha, cuña y golpe”, se refirieron al respecto.

Mirko Milosevik había nacido en 1909 en Punta Arenas, y llegó a Río Grande en 1925. En su entrevista señalaba: “Uno de los personajes que recuerdo es a John Goodall. Cuando yo vine en el año ‘25 él ya estaba. Él era ingeniero en el Frigorífico y después pasó a ser administrador”.

Federico Gifford comentaba: “Yo nací en 1926 en el Frigorífico de Río Grande. Nací en la casa de la administración porque mi mamá trabajaba ahí, era ama de llaves. El administrador entonces era el señor John Goodall que además de administrar el Frigorífico, hacías las veces de vicecónsul.

El señor Goodall trajo los alevinos de Inglaterra y sembró truchas y salmones en los ríos. Venían en los barcos ingleses. Cerca de la oficina del frigorífico había un galpón grande donde criaba los alevinos. Durante el día lo atendía él con el señor Roberts que era un inglés clasificador de carnes del frigorífico. El turno de noche siempre le tocaba a mi padre y a mi madre. Yo iba con ellos. Íbamos a las 10 de la noche y ese galpón quedaba más o menos a medio kilómetro. Mi padre tomaba la temperatura, le daba el alimento y controlaba que todo estuviera normal. Después, cuando ya estaban en condiciones de llevarlos a los ríos le tocaba a mi padre y a otra persona (...), Mirko Milosevic, que trabajaba con mi padre. También estaba Carlos Muñoz. Esta tarea se hacia casi siempre después del horario de trabajo y no era remunerado. Cargaban en ollas grandes y se llevaban muy despacio, siempre dirigido todo por Goodall, al río. Se bajaban las ollas y se iban largando al río controlando la temperatura. ¡Todo se hacia con un cuidado y una delicadeza!” (Bou, Maria Luisa, Repetto, Élida: “A hacha cuña y golpe. Recuerdos de pobladores de Río Grande”, Talleres Graficos Recali S.A., Argentina,1995).

Un saludo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-