Promediando los años 90 descubrí el Archivo General de la Nación como un importante repositorio sobre el ayer de nuestra Tierra del Fuego. Hasta entonces había trabajado con fuentes dispersas, incrementando mis conocimientos del ayer con testimonios logrados por la Historia Oral, pero examinando detenidamente las Crónicas de La Candelaria, los Archivos de Vialidad Nacional en Rio Grande, y el quantum acumulado en el viejo Juzgado de Paz.
Allá en Buenos Aires se acumulaban expedientes del
Ministerio del Interior, en orden cronológico, conteniendo información de las
diversas gobernaciones bajo su tutela, incluidas en ello la fueguina hasta su
transformación en Gobernación Marítima.
De ese todo sin catalogar había que ir pidiendo paquete por
paquete de expedientes y ver los que hacían referencia a nuestro lugar. No
sabiendo por cual comenzar elegí el 1900 y avancé en ellos, sabiendo que los
habría de antes, pero que quedarían para un trabajo de examen cuando terminara
el derrotero del siglo XX.
Se podía apreciar el rastro de algunos investigadores sobre
nuestro camino, tal vez el Padre Juan Esteban Belza, pero también se podía
apreciar que en sus obras no se hacía transcripción plena de los contenidos de
archivo, puesto que su consulta respondía a búsquedas parciales según la investigación.
Al AGN solo se podía ingresar con un cuadernito y una
birome, las fotocopias eran caras, y algunas de cierta antigüedad no
autorizadas. El espacio se poblaba con investigadores nacionales (cuadernito y
birome), y los extranjeros (notebook y scanner). También estaban los empleados
por diversos estudios jurídicos, escribanías, que trabajan de dilucidar
herederos sobre bienes inmuebles de Buenos Aires. Uno de ellos trabajó un
tiempo con la testamentaría de Popper, allí depositada.
Viví un tiempo esta actividad, juntando francos en la radio,
consiguiendo pasajes por campo, y aprovechando el alojamiento en el
departamento de los primeros hijos que se fueron a estudiar a la gran ciudad.
Pero pronto dimensioné que larga sería la tarea sin
radicarme en Buenos Aires. Charlando con otros provincianos advertimos el
problema en común: la historia de la provincias está en la Capital Federal (ya
comenzaría a llamarse CABA) y mucho más para los que habíamos sido Territorios
Nacionales.
Cuando se registró el ascenso del kichnerismo Meneka
Velázquez me preguntó que necesitaba –fue el primer y único político que me
abordó de esa manera-, yo tal vez podría haberle pedido un puesto para hacer
esta tarea viviendo de continuo en la capital, o pasajes, o viáticos, en fin..,
o un equipamiento como el los investigadores extranjeros. Pero se me ocurrió
pensar que otra podrían ser la solución: traer el archivo aquí. Instalar en el
interior del país catálogos de consulta computacional que posibilitaran la
consulta del material lejano por innumerables investigadores del interior.
Pensaba que esa experiencia podría comenzar con nuestra
Tierra del Fuego, y que el AGN podría sr también un Archivo Federal de la
Nación.
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