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Allí en una edición del 10
de abril de 1909 encontré esta nota que hablaba de un “gobernador” en la citada
isla, con el tiempo transcribí ese escrito en una columna que en el periódico
EL AUSTRAL recibía el nombre de LOS FUEGUINOS Y SU MUNDO –recortes del pasado,
era el 15 de noviembre de 1976 y ya estábamos mascando la historia regional.
Los vericuetos fueguinos, los canales acantilados en que se ve
la corteza del mundo fue hecha en tajadas que asoman donde el bosque de fagus
deja un claro, la nieve con que los montes parecen soportar inmensa cantidad de
azúcar o harina derramada sobre sus cumbres en cuyas faldas las cavernas
remedan “bocas por donde bostezan los montes” su majestuosa soledad, peñascos
que acechan quillas casi a flor de agua, todo quedó atrás y el barco entrando a
Puerto Kuck echó anclas a la voz de ¡fondo! dada por el capitán. Luego, el
saludo de ordenanza: tres pitadas. S. E. el gobernador de la isla, Felipe
Zucarelli, contesta de tierra con tres tiros y en su falúa no tarda en venir a
visitarnos.
El gobernador, así lo proclamaron los oficiales de nuestra
armada, y por tal es conocido en toda Tierra del Fuego, aparenta tener unos
cincuenta años. Su gobierno dura desde 1903 y es un gobierno modelo, sin escándalos,
sin revoluciones, sin la menor protesta, a pesar de la inmensa población que
existe en la isla. Nos ha mostrado su último censo:
HABITANTES DE LA ISLA
Hombres……………………. 1
Mujeres……………………... ninguna
Niños………………………... ninguno
Perros……………………….. 5
Hombres……………………. 1
Mujeres……………………... ninguna
Niños………………………... ninguno
Perros……………………….. 5
Es un anacoreta. Recuerda el solitario habitante de la isla Juan
Fernández, aquel marinero olvidado, abandonado, que inspiró la preciosa leyenda
del Robinson Crusoe. Es un Robinson, con mucho del Enock-Harden de Tensión. Es
un Robinson este Zucarelli, en cuya cabaña gimen los otoños fueguinos y rugen
las tempestades australes. Una empresa lo dejó allí con provisiones para dos
meses, asegurándole que en breve le enviarían más. Esto fue en 1903. Todavía
espera.
Cuando regresaba la corbeta “Uruguay” de las Orcadas con rumbo a
Buenos Aires, se halló sin carbón para llegar a Ushuaia. La isla de los Estados
se presentaba a la vista y fueron a Puerto Kuck en busca de leña. ¿Cuál no
sería la sorpresa de la oficialidad al descubrir en tierra a un hombre que no
solamente los recibió con toda afabilidad sino que les entregó 60 toneladas de
carbón para que siguieran su viaje, obsequiando al comandante con gallinas,
pescado y mariscos? El carbón le fue devuelto, y desde entonces no hay buque de
la armada que viaje por allí que no se desvíe algunas millas para visitar al
gobernador Zucarelli.
Es fácil suponer las penurias que algunas veces pasa. Hace poco,
la temporada fue terrible para él, pues se encontró cuatro meses sin galleta,
sin azúcar, sin café, sin fideos y sin aceite.
Le preguntamos que comía.
- No comía, bebía… caldo, caldo, y después, otra vez caldo.
- ¿Y ahora?
- Han llegado ustedes lo más oportunamente. Con decirle que no me quedaba más que esta galleta…
Le preguntamos que comía.
- No comía, bebía… caldo, caldo, y después, otra vez caldo.
- ¿Y ahora?
- Han llegado ustedes lo más oportunamente. Con decirle que no me quedaba más que esta galleta…
Y como nunca pide sino lo que verdaderamente le falta, no tardó
en llevarse su pequeña despensa.La soledad, la artista de las veladuras, ha impreso su sello
inconfundible en el espíritu de Zucarelli. Mira, con la indecible mirada de los
solitarios. Habla… ¡ah! Su lenguaje es extraño. Así hablaba Robinson, así
Enock-Hardem. La gramática de los solitarios tiene ausencias de índole
universal. Y eso, que Zucarelli habla, porque conversa a todas horas. Con su
gran compañero que lo acompaña desde el principio de su gobierno, el más fiel
ministro habido y por haber. Con los árboles y los líquenes, con los peñascos y
las olas, con el mar, con la noche, con la Cruz del Sur, con la Mosca, con Alfa
y Beta del Centauro.
Cada gallina tiene su nombre. Famosas son la catalana, Juanita y
Pepita la batarás. Cuando azuza el apetito, llama a una de sus amigas… y se la
come. ¡Pérfido! Hace como el que llama a sus conejos: -¡Guisito! ¡Guisito!
¡Vení Guisito! Y que en guiso se los come.
El señor Olenford, de Ushuaia, lo sorprendió conversando como el grillo de Dickens, con la pava. Zucarelli, apurado por servir un mate al señor Olenford, decía en voz baja: -“Pava, herví pronto y no me hagas calentar!”
¡Cuántos retos habrá dado, cuántos castigos habrá impuesto a la
pava, allá en las largas noches heladas de la Isla de los Estados! Pero como el
hombre se asimila tan fácilmente al escenario, Zucarelli ha concluido por amar
su Barataria. Y allá vuela su vida, prendida al peñón marino que surge en el
mar austral, andando a todas horas, abriendo sendas en las que no se marca más
que su planta, siempre en camino de las rocas desde las cuales escudriña el
horizonte, ávido de ver el barco que viene, anuncio de próximas conversaciones
con seres no tan rebeldes como la triste pava silbadora, de las largas veladas
de invierno.
La larga nota para lo que
era el periodismo tipográfico de entonces era compuesta por Héctor Emilio
Chamorro García, veterano de las lides gráficas con el que de tanto en tanto
nos encontramos y recordamos la buena vida de la juventud y el trabajo, loca
juventud seguro, como la de Felipe Zucarelli.
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