Crecí en un hogar donde el que salía a trabajar era mi padre, mientras mi madre realizaba las tareas del hogar y la economía doméstica.
Papá
estaba al frente de una bodega de venta de vinos al granel, y mami tenía en su
pasado tareas de costurera y despachante en un almacén de menestras.
Onofre,
mi abuelo paterno tenía un fundo, pero Oscar –mi padre- fue de los hijos que se
buscó otro futuro: siguió siendo agricultor, desempeñándose como ovejero,
jornalero, portuario. En el primer tiempo de mi infancia trabajaba con camisa
blanca y corbata, lo que significaba orgullo y esmero para mi madre, después la
vida lo puso en caminos de oficios en los que la ropa se rompía entonces mi
madre zurcía y zurcía. En un momento mejor él fue conserje de hotel, luego
sereno, siendo sus últimos desempeños los de encargado de depósito en la
construcción del Aeropuerto y algo después en corralones de madera. Tuvo entre
tanto un par de pasos por hoteles.
Mamá
soñaba con tener un kiosko, pero en algún momento llegó a tener una pensión, en
los tristes días de la anulación de los contratos petroleros, y cuando mi padre
fue conserje ella hacía los desayunos.
Matilde,
la abuela materna, vivió en poblado, no en fundo, y fue criando con la ayuda de
sus hermanas los nueve hijos.
Mateo
el abuelo materno fue buscador de oro, empedrador, y sembró una hijuela. Murió
tempranamente y dejó a Dominga con nueve hijos; el sustento se logró con un
almacén donde la abuela –que no sabía leer y escribir- demostró gran habilidad
para manejar los números. Cada hijo ayudaba en lo que podía y mi madre encontró
sus capacidades de costurera y repostera.
Yolanda,
mi primera esposa, fue docente toda la vida. Su padre, Eugenio, hizo toda una
carrera de policía y cuando lo conocí –ya tenía 70 años- iba diariamente en
moto a cuidar de una obra; él había sido también albañil y traía de la infancia
prácticas de agriculturas que se reflejaban en su casa. La abuela Pinocha se
jubiló como portera de escuela.
Patricia,
mi segunda esposa, trabajó la mayor parte de su vida como administrativa
hospitalaria. Pero antes fue obrera metalúrgica, cuidó niños, trabajó en la
UOM, el BAUEN HOTEL y la Universidad de Belgrano. Pese a ser poeta nunca tuvo
sueldos de cultura o educación.
Luís,
el padre de Patricia, fue microbiólogo; su padre en Tucumán tal vez se dedicó a
la compra y venta de ganado. Alicia la esposa, y segunda suegra mía, trabajó en
fábricas mientras fue soltera. Ya a los once años había sido entregada a la
familia para servirla y aprender. Su padre fue cosechero, tarea que contemplaba
Spiridión con Irene en los momentos de mayor demanda. Con los años al llegar de
provincias hizo trabajos de carpintero.
Yo
he sido docente y periodista, estudié para esto último. Docente a nivel medio y terciario, periodista
fundamentalmente –fuera de otros devaneos- en Radio Nacional; con los años
orienté mis prácticas a la historia del lugar.., y también tuve un pequeño paso
por la política.
Me
hice escritor y con ello debí comerciar mis obras.
Mi
hija mayor se ha desempeñado como abogada empresarial, mi hijo mayor es
kinesiólogo y trabaja por el bienestar y contra el dolor en sus pacientes, mi
hija menor es psicomotricista y busca la rehabilitación en niños y no tan
niños, mi hijo menor se prepara como artista.
Veo
que nuestros mayores ejercieron oficios urgidos por las necesidades del
momento. Y ya en la nueva generación hay desempeños profesionales que no se
pueden dar sin un aprendizaje específico.
La
foto marca un encuentro: yo como estudiante visito a mi padre en el Corralón de
Cimatef. Mi padre aunque pasado en años no alcanzó a jubilarse falleciendo a
los 67 años.
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