EDUARDO CESAR PETRIZZI: Al final a mi me gustan las gordas



Una nueva entrega de un trabajo de este narrador radicado en Ushuaia, nos da espacio a la alegría y el optimismo, si se quieren las "locas ganas de vivir", de un hombre que esta solo, y no espera.


Yo le decía al Chochi: “A mí no me presentés gordas porque no se me eleva el ánimo” y el Chochi insistía con querer presentarme a la Beby, su prima, hija de la tía Coca. La verdad que a mí, si me daban a elegir, me inspiraba más la tía Coca que la Beby.

Bueno, la cosa es que un día se arma una partusa con los amigos de la Coqui, la hermana del Chochi, y me invitan. Yo no tenía muchas ganas de ir, pero como con el pago de la quincena me había comprado una camisa floreada  de mangas largas con puños color violeta. Entonces me dije: “Me la estreno el sábado y listo”. Te digo, eso fue lo que me motivó, no la calentura de ver las minas en la fiesta, porque después de haberme enojado con la Zulma, andaba de capa caída, -otra esa, con la angustia oral se le daba por el Mantecol y las milangas a la napolitana; en tres meses cambió tres veces de talle- pero esa es otra historia.
Yo los sábados siempre limpio la pieza, porque en la semana vengo reventado del taller y no  me dan ganas de nada, me cocino algo rapidito y al sobre. Los fines de semana si pinta algún asadito, con entraña y unos choris, entonces con eso, equilibro la dieta de la semana. La verdad que estoy bastante en estado, porque me cuido, nada de cosas raras; para mí la comida debe ser natural: huevos fritos, embutidos, y pastas… todo natural.
Bueno, como te iba diciendo, me preparé para la fiesta, la camisa planchadita, los piel de durazno sin ralla y botamanga pata de elefante, me preparé los timbos con tacos y  la colonia  Aqua Velba, (la agité un poco para que se mezcle bien el aroma). El Chochi me dijo, cuando a la mañana mateábamos en el taller, que la Beby se iba hacer la toca y todo, para estar pulentería para la noche. Yo me hice el gil. Pero insistió con que la Beby estaba un budinazo, y que le había dicho la Coqui, había ido a la tienda de la Marta a elegirse unos calzones blancos que la rompían, que se los pagaría cuando cobre en el kiosco, y yo le dije al Chochi que los regalos de ese tipo no me gustaban, que yo solo puedo procurarme una naifa, pero que iba a ir de todos modos a  la fiesta… a mí no me gusta prometer y no cumplir.
Y me aparecí media hora más tarde del inicio de la fiesta, porque a mí me gusta que cuando llego a un lugar todos me miren, y en esas miradas estaba la del Beby. Yo no quise darle corte, pero en verdad la miré de reojo, y la gorda, por decir, estaba buena, qué se yo, no sé cómo explicarlo, pero las curvas que tenía, me llevaban de un lugar a otro de su cuerpo. Yo no quise insistir porque recién entraba, pero me le senté casi enfrente, ella se servía y me miraba, yo en un momento le serví clericó y se me ocurrió improvisar un brindis y con la Beby chocamos las copas, y uno dijo, “Pero hay que mirarse a los ojos..”, y yo la miré a los ojos, pero después mi mirada se calló entre esas dos montañas y creo que como te dije antes, esos caminos me llevaron a su cintura y a su curverío que me mareó y ella se dio cuenta, pero yo me hice el gil, y ella me fusiló con esa mirada de fuego y yo me empecé a incendiar, pero me dije: “ estoy loco, mirá yo con la Beby, ¿de dónde?”… Y bueno, la noche iba avanzando y la fiesta se iba poniendo caliente, hasta habían contratado a un amigo del Chochi para que pase música, y entonces la Coqui, se para y dice: “¡¡¡Ahora todos a bailar con la persona que tienen enfrente!!!”, y yo la tenía enfrente a la Beby, y bueno, la miré, me miró y subiendo los hombritos me dio a entender que teníamos que bailar
Yo estaba medio colocado con el clericò y un gancia que me había inyectado en casa para darme coraje. Y la tomé de la cintura, mi mano se entremezcló entre el elástico de la enagua y tal vez la bombacha, no lo sé, pero me gustó y le hice sentir la presión, para marcar presencia.
Se apagaron las luces y pusieron un tema de Aldo y los Pasteles verdes, y de ahí engancharon con los lentos. Estaba algo mareado que no sé si pasaban un tema o cinco seguidos, pero  estaba navegando en el colchón del cuerpo de la Beby, y parece que en un momento -eso me lo contaron- todos hicieron ronda y nosotros bailamos para ellos, algo así como en una baldosa, apretaditos, como tres piezas de barry guai. Perdí la noción del tiempo y en un momento, los parientes del Chochi y la Coqui se habían ido, era tarde, y yo amarrado a las zonas sinuosas de la Beby,

En un momento, viene el Chochi y me dice; “Lito, los del salón están por cerrar” y yo le contesté: “Chochi, dejame que me estoy enamorado,” y la Beby me escuchó, me tomó de la mano y me llevó a su casa, vivía sola y sobre la mesa había una sorpresata y dos vasos. Creo que la Beby te lo juro… no era tan gorda.

En la foto: El autor junto a Horacio Pico, quien lo trajo a la Casa de Obligado.

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