Una nueva entrega de un trabajo de este narrador radicado en Ushuaia, nos da espacio a la alegría y el optimismo, si se quieren las "locas ganas de vivir", de un hombre que esta solo, y no espera.
Yo le decía al Chochi: “A mí no me
presentés gordas porque no se me eleva el ánimo” y el Chochi insistía con
querer presentarme a la Beby, su prima, hija de la tía Coca. La verdad que a mí,
si me daban a elegir, me inspiraba más la tía Coca que la Beby.
Bueno, la cosa es que un día se arma una
partusa con los amigos de la Coqui, la hermana del Chochi, y me invitan. Yo no tenía
muchas ganas de ir, pero como con el pago de la quincena me había comprado una
camisa floreada de mangas largas con
puños color violeta. Entonces me dije: “Me la estreno el sábado y listo”. Te
digo, eso fue lo que me motivó, no la calentura de ver las minas en la fiesta,
porque después de haberme enojado con la Zulma, andaba de capa caída, -otra esa,
con la angustia oral se le daba por el Mantecol y las milangas a la napolitana;
en tres meses cambió tres veces de talle- pero esa es otra historia.
Yo los sábados siempre limpio la pieza,
porque en la semana vengo reventado del taller y no me dan ganas de nada, me cocino algo rapidito
y al sobre. Los fines de semana si pinta algún asadito, con entraña y unos
choris, entonces con eso, equilibro la dieta de la semana. La verdad que estoy
bastante en estado, porque me cuido, nada de cosas raras; para mí la comida
debe ser natural: huevos fritos, embutidos, y pastas… todo natural.
Bueno, como te iba diciendo, me preparé
para la fiesta, la camisa planchadita, los piel de durazno sin ralla y
botamanga pata de elefante, me preparé los timbos con tacos y la colonia
Aqua Velba, (la agité un poco para que se mezcle bien el aroma). El
Chochi me dijo, cuando a la mañana mateábamos en el taller, que la Beby se iba
hacer la toca y todo, para estar pulentería
para la noche. Yo me hice el gil. Pero insistió con que la Beby estaba un
budinazo, y que le había dicho la Coqui, había ido a la tienda de la Marta a
elegirse unos calzones blancos que la rompían, que se los pagaría cuando cobre
en el kiosco, y yo le dije al Chochi que los regalos de ese tipo no me gustaban,
que yo solo puedo procurarme una naifa,
pero que iba a ir de todos modos a la
fiesta… a mí no me gusta prometer y no cumplir.
Y me aparecí media hora más tarde del
inicio de la fiesta, porque a mí me gusta que cuando llego a un lugar todos me
miren, y en esas miradas estaba la del Beby. Yo no quise darle corte, pero en
verdad la miré de reojo, y la gorda, por decir, estaba buena, qué se yo, no sé
cómo explicarlo, pero las curvas que tenía, me llevaban de un lugar a otro de
su cuerpo. Yo no quise insistir porque recién entraba, pero me le senté casi
enfrente, ella se servía y me miraba, yo en un momento le serví clericó y se me
ocurrió improvisar un brindis y con la Beby chocamos las copas, y uno dijo, “Pero
hay que mirarse a los ojos..”, y yo la miré a los ojos, pero después mi mirada
se calló entre esas dos montañas y creo que como te dije antes, esos caminos me
llevaron a su cintura y a su curverío que me mareó y ella se dio cuenta, pero
yo me hice el gil, y ella me fusiló con esa mirada de fuego y yo me empecé a
incendiar, pero me dije: “ estoy loco, mirá yo con la Beby, ¿de dónde?”… Y
bueno, la noche iba avanzando y la fiesta se iba poniendo caliente, hasta
habían contratado a un amigo del Chochi para que pase música, y entonces la
Coqui, se para y dice: “¡¡¡Ahora todos a bailar con la persona que tienen
enfrente!!!”, y yo la tenía enfrente a la Beby, y bueno, la miré, me miró y
subiendo los hombritos me dio a entender que teníamos que bailar
Yo estaba medio colocado con el
clericò y un gancia que me había inyectado en casa para darme coraje. Y la tomé
de la cintura, mi mano se entremezcló entre el elástico de la enagua y tal vez
la bombacha, no lo sé, pero me gustó y le hice sentir la presión, para marcar
presencia.
Se apagaron las luces y pusieron un
tema de Aldo y los Pasteles verdes, y
de ahí engancharon con los lentos. Estaba algo mareado que no sé si pasaban un
tema o cinco seguidos, pero estaba
navegando en el colchón del cuerpo de la Beby, y parece que en un momento -eso
me lo contaron- todos hicieron ronda y nosotros bailamos para ellos, algo así
como en una baldosa, apretaditos, como tres piezas de barry guai. Perdí la noción del tiempo y en un momento, los
parientes del Chochi y la Coqui se habían ido, era tarde, y yo amarrado a las
zonas sinuosas de la Beby,
En un momento, viene el Chochi y me
dice; “Lito, los del salón están por cerrar” y yo le contesté: “Chochi, dejame
que me estoy enamorado,” y la Beby me escuchó, me tomó de la mano y me llevó a
su casa, vivía sola y sobre la mesa había una sorpresata y dos vasos. Creo que
la Beby te lo juro… no era tan gorda.
En la foto: El autor junto a Horacio Pico, quien lo trajo a la Casa de Obligado.
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