Lo hizo piloteando un Cessna, el mismo día de su
cumpleaños. Dejó una proclama y regresó.
En los hangares del país, en las charlas entre pilotos,
aparecía y reaparecía un sueño: volar a las Malvinas y plantar el pabellón
nacional. Miguel decidió que lo haría. Consiguió el apoyo del diario Crónica,
donde le ofrecieron el avión, la nafta y los gastos, si viajaba junto a un
fotógrafo del periódico. Sólo acepto que le
hicieran una nota a su regreso.
El Cessna se lo prestó
finalmente Siro Comi, el presidente del Aeroclub de Monte Grande, que era
representante de esa marca de aviones.
Fue redactada la
proclama que reivindicaba a las islas como argentinas, y Miguel partió rumbo a
Río Gallegos, hacia su hazaña personal.
Era
el 8 de septiembre de 1964 y ese mismo día él cumplía 38 años.
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