Juanito Martínovic y El Chango Medina: en versos encadenados.


El Chango fue un correntino que llegó a fines de la década del 50 empleándose en el naciente servicio de distribución de gas en nuestro Río Grande.

Por entonces Juan era un niño que vivía con su familia en la calle Espora, en la misma manzana donde funcionaban las oficinas de Gas del Estado.

El Chango comenzó a mostrar de inmediato su condición deportiva, desempeñándose como arquero -era nuestro Tarzán-, a la vez que desplegaba en los escenarios de esa hora dorada del folklore una condición de recitador y animador. Atrás del recitador estaba también el poeta.

Juanito se mostró tempranamente como futbolista, y en esto era un habilidoso delantero.



Jesús, que ese era el nombre de Tarzán, también realizó registros de las cosas importantes que nos iban pasando en tiempos de cambio/progreso, y su condición narrativa le permitió con los años relatar la historia de "La llama azul", del servicio que nos cambió la vida a los habitantes del norte isleño.

Juanito un día ingresó a trabajar a YPF, donde su padre -Simón- era transportista por años. De allí vendría la fatalidad cuando cayera de una torres y recibiera una lesión de la cual no se pudo recuperar. Todo eso tronchó sus grandes alegrías de vivir.

Pero su constancia le permitió dar un marcha adelante a su estado de ánimo, y por estos días se lo suele ver motorizado, volcado a la calle y haciendo sus compras y su vida social, trabajando en la periferia del deporte...

Medina ser volvió importante para la vida social riograndense cuando institucionalizó su condición de asador en un quincho, el Samay Huasi, o casa de descanso- lugar de múltiples convocatorias.

Un día El Chango dibujó sus sentimientos y escribió a máquina los versos que adornan este escrito.




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