Infinitos son los recuerdos que hoy afloran,
como auroras radiantes que despiertan,
y que fulgen cual lámparas votivas
que custodian los senderos de esta tierra.
Asida sus distancias y a sus vientos
recorro esos caminos en la memoria,
evocando el derrotero de quienes fueron
forjadores tenaces de una historia.
Ellos que, en pos de azules horizontes
y al vaivén de los cansancios y las penas,
obtuvieron al final de sus jornadas
erigirse como estatuas gigantescas..
Fueron ellos los que otearon a lo lejos
y gritaron con todas ansias sus desvelos,
y que ahondaron las raíces para siempre
derrotando las tormentas, crueles inviernos..
Un gemido de bronces en este día, nos despierta
y en su dolor
a todos ellos los ensalza,
empapando de
rocío sus ausencias;
Pioneros, pobladores desafiantes,
que aprendieron a vivir las soledades,
formar parte de los himnos de esperanzas
que acarician nuestros cielos y nuestros mares…
* Nos encontramos recientemente con Aida en vísperas de cumplir 80 años. Había toda una existencia de educadora para evocar y lo hicimos un buen rato en la luminosa esquina en donde vive Florencia, una de sus hijas. Y viene al caso reencontrarnos con ella en otra arista, la de la expresión poética, dada en ocasión de ser reconocida su hermana Sulema, en una jornada feliz para nuestra gente, el 11 de julio de 1996.
En las fotografías: Arriba: conversando en el living de Florencia, en una hermosa casa situada en Makinlay y Thone, construida con Kraft. En la de abajo, cuando salíamos, mirando al frente la casa donde vive Aida, y donde vivieron sus padres.
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