La estructura agraria actual traduce perfectamente
esta ocupación del suelo reciente, brutal, aún no estabilizada a falta de una regularización
por las autoridades federales de los títulos de propiedad de los pequeños
ganaderos. Unos 60 establecimientos se reparten más de un millón de hectáreas
de pastos naturales. Pero una docena de ellos ocupan las 9/10 de las tierras,
las mejores o las mejor ubicadas. Seis sociedades poseen 10 estancias de una
superficie total de 670.000 ha. El antiguo grupo Menéndez posee de hecho, bajo
sus diversos nombres actuales, toda la parte situada al norte del Río Grande.
Por si sola la estancia Cullen, verdadero estado dentro del Estado, el “último
imperio del lanar” en la Argentina, es la regente de todo el territorio al
norte de la bahía San Sebastián, que la aisla del resto de la isla; cubren más
de 100.000 hs y posee 60.000 cabezas. La estancia Sara Braun, de casi igual
importancia con sus 80.000 hz y sus 63.000 lanares, la secunda al sur de la
Bahía. La María Behety , a un veintena de kilómetros de Río Grande, conserva
60.000 ha (200.000 en un principio) y cría 53.000 corderos. Al sur de Río
Grande, cerca de la desembocadura, dos estancias admirablemente situadas,
Primera Argentina y José Menéndez (son en
realidad una sola) controlan las tierras hasta los 54º. Hacia el sur, los
dos establecimientos de los Bridges poseen solos una real importancia: la estancia
Viamonte, aun vecina de Río Grande, y la estancia Harberton, original por su
situación sobre el Canal de Beagle, donde explotan las bajas cadenas del oeste
y la isla de Gable en condiciones naturales difíciles. Hacia el interior, las
grandes sociedades casi no han intervenido y la tierra se reparte en unidades
más pequeñas. Hacia el sudoeste, unos cuarenta establecimientos de 6 a 12.000
ha, por lo general de difícil acceso, han debido contentarse con colinas ya más
boscosas y de praderas fangosas o aun de turberas que ocupan los fondos entre
el lago Fagnano y el paralelo 54º. Esta división del suelo en grandes unidades
se acompaña de una densidad humana sistemáticamente reducida. Los primeros
corderos soltados sin control se volvieron salvajes. Fue necesario importar
caballos y hombres para asegurar la explotación. Pero los ganaderos empleaban
el menor número posible de mano de obra y jamás se han constituido familias:
una demasiado grande posesión demográfica, aun relativa, podría poner en
peligro el acaparamiento de las tierras una vez que se hubo “resuelto” el
problema indígena. Esta política de subpoblamiento controlado ha podido ser
llevada sin dificultad, por el grupo dirigente, mediante el control de los
transportes y el acuerdo tácito de las autoridades: en 1961, Tierra del Fuego
argentina tenía 2.000 habitantes llamados “rurales” sobre 12.000.
Foto: Gentileza Mario Marcelo Oyarzún.
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