La coima era virtualmente desconocida en Buenos Aires antes de 1880. Pero durante la prosperidad económica de esta década se convirtió en un medio en el mundo de los negocios; una coima, hábilmente pagada, abría puertas, aceleraba los trámites en las oficinas públicas. Con sumas más grandes y mediantes formas de pago, más complicadas, las coimas también ganaban el apoyo parlamentario para las concesiones ferroviarias y aseguraron sentencias favorables en la justicia. Una estimación realizada en 1904 revelaba que el equivalente de un cuarto del presupuesto nacional se invertía en coimas, solo en Buenos Aires.
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