Las medias que me saqué anoche ya no me acompañarán más. En
otros tiempos alguien cercano a mí las habría zurcido, pero estas no han
corrido esa suerte. El oficio que zurcidor de medias sobre un huevo de madera
debe ser una técnica ya olvidada, vigente tal vez en un mundo mucho más pobre
que el nuestro.
Esas medias fueron a parar al tacho de la basura en el
primer punto a parte de este escrito.
Apenas se distingue su marca, que se ha ido esfumando por el
uso, y no puedo decir con certeza como llegaron a mí. A lo mejor forman parte
de aquellas tres que no hace mucho compré en la tienda de José Luís como las
primeras medias que en mi vida he adquiridas directamente. Con anterioridad mis
medias fueron objeto de la adquisición de mis esposas, alguna insignie poeta,
una colega que valoraba las artesanías, mi madre.. allá en el tiempo.
Hasta que aparece aquellas medias para diabéticos que me
obsequió mi amigo Horacio, y de las cuales vinieron un par de mellizas que me
ofreció mi pedicuro cuando salía de algunas laceraciones. Pero me costó
asimilarlas a mi uso cotidiano, a pesar que se señalaba que por su estructura
podía usarlas por varios días. Las probé en se sentido y las fui desechando, a
pesar que el uso no las cargaban de sudoraciones, es decir del célebre olor a
pata.
De por medio están estas medias de lana cruda, que tanto me
abrigan, y que me regaló la vecina de la otra cuadra. Recuerdo me trajeron de
las medias bicolores de “huiñí porra” que se encargaban en días de mi infancia –por
los 60- a doña Pedrosa Oyarzo hilandera y tejedora no vidente.
Hay una caja de cartón –de un ya desusado electrodoméstico-
que reúne a mis medias en uso, o en lista de espera. En estas últimas están dos
pares de largas medias Cacique, que usé por última vez la última vez que fui a
patinar. Yo jodía que quería una campera Cacique, que ya había dejado de
fabricarse para la venta particular, y se rieron de mi al obsequiarme las
medias de esa marca, cuyas virtudes no eran tan grandes.
He contado muchas veces esa fatalidad que nos ocurre cuando
van perdiéndose las medias, con la consabida teoría que “las chupa” el
lavarropas. Para lo cual, en un tiempo de fastidio, hubo una tarea de desarmado
de un Dream –ante testigos- sin resultados satisfactorios.
Las medias y sus misterios.
Cuando me fui a estudiar mi madre me compró doce pares de
medias “strech” en la tienda de los
rusos, seis negras y seis grises. Eso fue en enero. Para las vacaciones de
invierno regresé con una media de cada color, las restantes habían
desaparecido. Sospeché que era un robo de pensión. Pero nunca pude encontrar
entre mis compañeros alguno que usara las mismas, ni si quera en unos alguno
que usara medias. Gente de la provincia, de alpargata pelada..
En otros tiempos estudiantiles. En la primaria. En la
secundaria. El tiempo de clases significaba incorporar la media escolar, por
sus dibujos: rombo. Era una suerte de uniforme que nos mostraba iguales a todos
los muchachos, en cuanto se miraran nuestras pantorrillas.
Eran resistentes. Creo que se degradaban por el lavado sin
que se formaran “papas”.
¿Cuáles habrán sido mis primeras medias?
Hay una caja cerrada en un mueble. Allá al fondo de la casa.
Donde se puede leer la identificación “Ropita de Minguito”, cosas que fue
guardando mi madre, del tiempo de su bebé. ¿Habrá entre ellos un par de
pequeñas medias? Algún zoquete.. Allá voy a buscarla..
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